Un millar de bolsas de plástico transparente, llenas de aire y con la inscripción «Basura Patológica», colman una de las salas de exposición del Centro Cultural Juan de Salazar de la capital de Paraguay.
Las bolsas forman parte de la muestra Asepsia, del artista plástico William Paats, que busca llamar la atención sobre el grave problema de los residuos hospitalarios en este país.
La muestra se habilitó a principios de julio, a un año de la decisión del gobierno de decretar una emergencia sanitaria cuando los dos hornos incineradores habilitados para disponer de la basura generada por los centros públicos de salud fueron dados de baja por obsoletos.
Esto coincidió con la decisión de la Municipalidad (alcaldía) de Asunción de rescindir el contrato con la empresa Sudamericana, encargada de la recolección e incineración de los residuos de los centros privados de salud de esta capital. Se había comprobado que no cumplía con los requisitos exigidos por la comuna.
Ante la falta de otros medios adecuados para eliminar los desechos, durante casi dos meses se suspendió la recolección.
Los hospitales y sanatorios de Asunción generan diariamente más de 4.000 kilogramos de residuos patológicos, según cifras del Ministerio de Salud.
La acumulación de residuos llegó a grados incompatibles con las normas mínimas de higiene, al punto que se dispuso la suspensión de las cirugías programadas por temor a la proliferación de infecciones hospitalarias.
El basural imaginario creado por el artista no se parece ni remotamente al que lo inspiró y que fue habilitado hace un año en la comunidad de Remansito, a 15 kilómetros de Asunción, en la región occidental de este país.
Es un predio de cinco hectáreas cedido por el Ministerio de Defensa. La empresa Sermat, contratada para incinerar los residuos luego de la clausura de los hornos y el episodio con Sudamericana, traslada diariamente hasta el lugar las más de cuatro toneladas de basura hospitalaria que producen los centros asistenciales del área metropolitana.
La empresa cuenta con un solo horno con capacidad para incinerar apenas 200 kilogramos por hora. Por eso se construyeron cuatro grandes fosas antisépticas, donde se depositan los excedentes.
La planta incineradora y el basural han sido una fuente constante de preocupación para los pobladores de Remansito.
Cuando se enteraron de que los residuos iban a ser trasladados a ese terreno, los vecinos formaron la Coordinadora de Lucha por la Vida Sana y organizaron una serie de manifestaciones y bloqueos de ruta para impedir el paso de los camiones recolectores.
En agosto de 2006 la Coordinadora presentó un recurso de amparo en el que reclamó el cese del funcionamiento de la empresa, pero la justicia no hizo lugar al pedido. La apelación de ese fallo también fue rechazada por la Corte Suprema en junio de este año.
"Los pobladores se enferman a menudo y temen pescar, cazar y utilizar el agua de los tajamares", pequeños diques construidos para acumular agua de lluvia, dijo a IPS el sacerdote Ignacio Cantero de la Iglesia San Vicente de Paul.
"La contaminación del lugar es inminente. Cuando llueve, la empresa drena el agua de las fosas donde están depositados los desechos y eso va a parar al cauce que desemboca en el río Paraguay", denunció.
Una integrante de la Coordinadora, Benita Ramírez, incluso responsabilizó a Sermat por la muerte de un joven de 19 años que vivía en la zona. Las causas no están claras y la mujer señala a la supuesta contaminación generada por los residuos patológicos.
"Para nosotros murió de alguna infección producida por la basura. Esperamos que nos demuestren lo contrario, pero mientras tanto vamos a seguir pensando que José Ramírez es la primera víctima del atentado contra nuestra zona", señaló Ramírez a IPS.
La empresa difundió un comunicado para deslindar toda responsabilidad en el caso.
Sermat también anunció que a partir de agosto se instalará otro horno incinerador con mayor capacidad para hacer frente a la demanda diaria y eliminar los residuos acumulados hasta la fecha.
"Hemos recibido una notificación de que ya llegó un equipo incinerador con capacidad para procesar 300 kilos por hora", declaró a IPS Víctor Jiménez, asesor en manejo de residuos del Departamento de Servicios de Salud del Ministerio de Salud Pública.
"Con eso se tendrá una capacidad de 500 kilos por hora, que ya prácticamente cubrirá la demanda y también se podrá cremar el excedente que está en las fosas", pronosticó.
Según Sermat, hay actualmente alrededor de 600 toneladas de desechos patológicos enterrados en el terreno que le cedió el Ministerio de Defensa.
Paraguay tiene una de las tasas más altas de producción de residuos por cama hospitalaria en la región. Según el Ministerio de Salud, se generan en promedio tres kilogramos por cada paciente internado, muy por encima de los 800 gramos de Argentina y de los 900 gramos correspondientes a Brasil y Chile.
El año pasado, el Ministerio de Salud puso en marcha un programa para reducir estas cantidades a través de la separación in situ de los residuos.
El Departamento de Servicios de Salud capacita al personal sanitario para clasificar la basura en tres tipos de bolsas: negras para los desechos comunes, amarillas para los plásticos y material no contaminado y rojas para los residuos patógenos.
"La gestión de la basura hospitalaria es un grave déficit que tenemos, pero estamos adecuando nuestra normativa", señaló a IPS el director de Servicios de Salud del Ministerio de Salud, Carlos María Romero.
Según un proyecto de ley que está en estudio en el Congreso legislativo, el manejo integral de los residuos hospitalarios "será exclusiva responsabilidad del centro de salud que los genera, ya sea público o privado", dijo Romero.
Los que no tengan capacidad para hacerlo podrán recurrir a los servicios de tratamiento sanitario de los municipios y gobiernos departamentales.
Se espera que con la aprobación de la ley se otorguen mayores recursos económicos a los hospitales públicos para adquirir incineradores o adoptar otros métodos para la eliminación de sus residuos.
La práctica de incinerar la basura es cada vez más cuestionada por ambientalistas y médicos. Origina grandes cantidades de residuos gaseosos, sólidos y líquidos, que suelen contener sustancias muy tóxicas como metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes.
Chile y México ya han desechado está práctica, no sólo por los problemas ambientales sino también por los altos costos que implica el tratamiento de los gases y otros residuos que se originan durante la quema.
En Paraguay, sin embargo, el debate apenas comienza.
El hospital central del Instituto de Previsión Social anunció a mediados de este mes que en agosto comenzará a utilizar un nuevo sistema, en el cual los residuos serán tratados con cloro. Luego de ser esterilizados se los triturará y se dispondrá de ellos como basura común. Es la única experiencia de tratamiento alternativo que se contempla en este país.
Otra alternativa es la irradiación de los residuos patógenos con cobalto 60, un isótopo radiactivo que produce su esterilización.
Romero reconoce que por el momento la incineración es la única posibilidad. "Es peor que los residuos estén al aire libre. Pero de aquí a un año hay que cambiar la modalidad y tratar en lo posible de adecuarnos a las nuevas tendencias", dijo a IPS.
Mientras tanto, la muestra de Paats cumple la función de recordar la tarea pendiente. Está compuesta por más de mil bolsas esparcidas sin orden aparente, con el propósito de recrear la idea de un basural, a lo ancho de un enorme salón de paredes blancas.
"Le llamé Asepsia porque supuestamente esa basura proviene de lugares que son asépticos, como los hospitales o sanatorios, pero que por su mala gestión terminan dañando el ambiente", explicó Paats a IPS.
"No es una denuncia, sino un llamado de atención", aclaró.