Al iniciarse un debate clave en el Senado sobre la política de Estados Unidos en Iraq, los neoconservadores y otros «halcones» intentan disciplinar a los cada día más escépticos y renuentes legisladores del gobernante Partido Republicano.
El propósito es sumar apoyos a la escalada militar dispuesta por el presidente George W. Bush hace cinco meses, que consistió en el despliegue de 30.000 soldados adicionales con la idea de pacificar Bagdad y fomentar un compromiso político entre las principales facciones iraquíes enfrascadas en una guerra civil.
Los defensores de esta estrategia argumentan que no ha transcurrido suficiente tiempo para alcanzar sus objetivos y que abandonarla en este momento equivaldría a convertir una inminente victoria en derrota.
Sin embargo, la deserción en varias votaciones clave de varios senadores de peso, quienes se mantenían leales aunque eran críticos en privado, ha colocado a los "halcones", como se conoce a los que defienden una política exterior agresiva dentro y fuera de la administración Bush, en una suerte de estado de pánico.
Los legisladores del opositor Partido Demócrata contrarios a la guerra parecen aproximarse de manera firme a lograr una mayoría lo bastante importante como para que Bush la ignore.
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Es más: el diario The New York Times indicó el lunes que el propio gobierno se encuentra cada vez más dividido respecto de los pasos a seguir. Algunos funcionarios, especialmente el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, están "presionando discretamente" para comenzar un retiro gradual de las tropas en Iraq.
Esta opción fue la recomendada en diciembre por el Grupo de Estudio de Iraq, del que Gates formó parte hasta que fue propuesto para encabezar el Departamento de Defensa en noviembre.
La Casa Blanca ha invertido una extraordinaria cantidad de tiempo "escuchando" a los escépticos, a través de un ejercicio de "diplomacia personal" del consejero nacional de Seguridad, Stephen Hadley, con la esperanza de evitar que los republicanos disconformes cambien de bando en votaciones cruciales relacionadas con la guerra en las próximas dos semanas.
Sin embargo, los neoconservadores fuera del gobierno están adoptando un enfoque menos conciliador.
"Ellos se quedaron en la época previa al 11 de septiembre" de 2001, cuando se cometieron los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono, escribió William Kristol, editor del Weekly Standard, en referencia a los cuatro senadores republicanos de mayor peso en la Cámara Alta.
Se trata de Richard Lugar, George Voinovich, Pete Dominici y John Warner, quienes reclamaron durante la última semana un cambio de curso en Iraq.
Kristol afirmó que en sus carreras legislativas de más de 20 años, los cuatro senadores "nunca fueron líderes, sino seguidores de la 'sabiduría popular'. Ahora están haciendo lo mismo, con su estilo majestuoso, y se vuelven en contra de la guerra en Iraq".
"Los republicanos pueden creer que pueden tomar distancia, pero no obtendrán ningún crédito de los votantes si contribuyen a un mal resultad en Iraq", indicó por su parte el diario The Wall Street Journal en su principal artículo editorial del lunes.
"Un bloque republicano dividido, que rebaje el esfuerzo militar de Estados Unidos mientras persigue el espejismo de una amigable convivencia bipartidista, sólo hará más probable su derrota electoral" en los comicios de noviembre de 2008, agregó el Journal.
Estas advertencias aparecen cuando el Senado comienza a debatir el proyecto de ley sobre gastos de defensa para 2008, que contempla una asignación de 650.000 millones de dólares. Se estima que la discusión en el recinto se extenderá hasta el receso del verano boreal, en agosto.
Los demócratas tienen la esperanza de introducir una serie de modificaciones vinculadas a Iraq, a las que los halcones se oponen fieramente.
Al menos dos de las variantes propuestas por los demócratas reclaman el retiro de las tropas estadounidenses de Iraq en algún momento durante la primavera o verano (boreales) de 2008. Las modificaciones cuentan con el apoyo del líder de la mayoría en la cámara alta, controlada por la oposición, el senador demócrata Harry Reid.
Los cambios también apuntan a definir de manera mucho más estricta la misión de los soldados que permanezcan en Iraq, que serían unas decenas de miles. Deberían limitarse a entrenar a las fuerzas locales, colaborar en la seguridad de las fronteras internacionales, atacar objetivos de Al-Qaeda u otros blancos terroristas y proteger las instalaciones de Estados Unidos y su personal.
Propuestas similares fueron aprobadas por el Senado este año, pero no alcanzaron fuerza de ley debido a maniobras legislativas dilatorias o porque fueron vetadas por Bush. Aunque los demócratas tienen mayoría en ambas cámaras, no cuentan con los dos tercios necesarios para dejar sin efecto un veto presidencial.
Otra probable modificación, presentada conjuntamente por Robert Byrd y Hillary Clinton, quien aspira a ser la candidata presidencial de los demócratas en las elecciones de 2008, propone dejar sin efecto la autorización para el uso de la fuerza en Iraq que el Congreso legislativo votó favorablemente en 2002.
En este caso, Bush tendría que solicitar una nueva autorización, definiendo la misión específica y la estrategia de las fuerzas estadounidenses como requisito previo a la asignación de nuevos fondos para la guerra en Iraq.
Asimismo, una propuesta del senador James Webb establece que las tropas en servicio activo deben gozar de un periodo de descanso en Estados Unidos idéntico al tiempo que pasaron en la zona de combate. En caso de ser aprobada, mantener en Iraq una fuerza de 165.000 efectivos, como la que se encuentra desplegada, resultaría imposible.
La Casa Blanca cree que puede mantener "en línea" a suficientes legisladores como para evitar que estas modificaciones se aprueben. Pero existe la preocupación de que al menos una o dos de ellas reúnan alrededor de 60 votos entre los 100 miembros del Senado.
Serían insuficientes para dejar sin efecto un veto presidencial, pero llamarían la atención sobre el grado de erosión que sufre la política de Bush.
Una fuerte manifestación en contra de la guerra incrementaría la presión para modificar su curso incluso antes de mediados de septiembre.
Para entonces se espera un informe del general David Petraeus, el comandante militar responsable de la escalada. Hasta las deserciones de republicanos de la semana pasada la estrategia de Bush no enfrentaba la perspectiva de un serio cuestionamiento previo a la presentación de Petraeus.
Pero otra propuesta es la que realmente preocupa a los halcones. Se trata del producto de varias semanas de trabajo de una docena de demócratas y republicanos moderados, entre ellos varios de los oficialistas "desertores", y que podría ser aprobada con margen suficiente para ser inmune al veto presidencial.
La idea es declarar que las recomendaciones del Grupo de Estudio de Iraq, presidido por el ex secretario de Estado (canciller) James Baker y el ex representante (diputado) demócrata Lee Hamilton, constituyen la política oficial de Estados Unidos.
Las recomendaciones del grupo incluyen el retiro de fuerzas estadounidenses para fines de marzo, el diálogo diplomático con Irán y Siria y la intensificación de los esfuerzos para alcanzar la solución del conflicto entre Israel y Palestina a través del establecimiento de dos estados independientes.
Estas propuestas constituyen anatema para los halcones, especialmente los neoconservadores que apoyan al derechista partido Likud de Israel. Ellos lanzaron una masiva campaña de propagada contra las recomendaciones del grupo incluso antes de que se difundieran, siete meses atrás.
Lugar, el republicano más importante del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, apoyó explícitamente las recomendaciones del grupo hace dos semanas.
Lugar advirtió que si no se iniciaba "rápidamente" una reducción de tropas en Iraq existirían "graves riesgos para la seguridad nacional. Se incrementarían las probabilidades de una retirada mal planificada de Iraq o incluso de Medio Oriente, que dañaría los intereses de Estados Unidos por décadas".
Estos comentarios fueron elogiados por Warner, quien predijo que otros republicanos harían públicas preocupaciones similares cuando se debatiera el proyecto de ley de defensa. Warner, quien fue presidente del Comité de Servicios Armados y ejerce una gran influencia sobre sus pares, ha sido desde entonces el blanco de las presiones de la Casa Blanca.
Asimismo, Lugar se convirtió en el foco de la ira neoconservadora. Kristol caracterizó su discurso como "un caso de estudio de pseudo profundidad de pensamiento, plagada de resoplidos y movimientos de mandíbula".
Thomas Donnelly, del American Enterprise Institute, acusó a Lugar de "hablar como un inversor que reacomoda su portafolio, vendiendo Iraq y comprando Israel-Palestina, antes que como un hombre que piensa en una estrategia bélica".
En su opinión, la "escalada" ha dado importantes ganancias militares en las últimas semanas, aunque la reconciliación política iraquí que supuestamente iba a promover no ha dado la menor muestra de materializarse. Lugar, Warner y otros republicanos enfatizaron este punto.
"Lo trágico es que estamos a punto de tener éxito el próximo año, de una forma que no habíamos logrado durante los tres años anteriores ", dijo uno de los arquitectos de la "escalada", el general retirado Jack Keane, en declaraciones al diario neoconservador The New York Sun.
"Pero a causa de las presiones políticas, parece que intentamos dar al traste con ese éxito potencial", se quejó.
El lunes, en un artículo editorial, el Sun calificó la posible aprobación de un calendario para el retiro de tropas como "el más pasmoso acto de deslealtad en la historia del Congreso".