Tras la frustración dejada por el modelo neoliberal, América Latina ofrece ahora un abanico de opciones progresistas que los expertos procuran clasificar. En ese debate, la categoría más controvertida y vapuleada es el populismo.
A juicio del filósofo argentino Ernesto Laclau, radicado en Londres, el populismo es una forma de construcción política legítima "desacreditada por un discurso derechista que rechaza la movilización popular".
"No es un concepto peyorativo y no debe ser asimilado a demagogia", aclaró ante la consulta de IPS durante su última visita al país este profesor de la Universidad de Essex y autor de "La razón populista".
"El populismo no es ni bueno ni malo, es un proceso que resulta de un conjunto de demandas sociales insatisfechas, interpretadas por un líder que simboliza esos reclamos", añadió.
En este sentido, puede adquirir formas derechistas como es el caso del presidente Álvaro Uribe en Colombia, que unificó demandas de orden, apuntó. O de izquierda, como ocurre en Venezuela con su par Hugo Chávez. "Pero no es un peligro para la democracia. El peligro para las democracias en la región está en el neoliberalismo", sentenció.
El debate en torno a las nuevas formas políticas que surgen en la región concentró la atención también de otros especialistas latinoamericanos, que expusieron en el seminario "Izquierda, populismo y democracia en Argentina e Iberoamérica" organizado en Buenos Aires por el Programa de Historia Política de la Universidad de Buenos Aires
El sociólogo argentino Marcos Novaro, profesor de la Universidad de Buenos Aires, consideró en ese ámbito que en la región hay dos modelos de izquierda definidos. El de Chávez, que es populista, antiliberal, estatista y antiestadounidense, y el más moderado modelo chileno encarnado hoy en la presidenta Michelle Bachelet.
En el medio ubica al gobierno argentino de Néstor Kirchner, proveniente del ala centroizquierdista del Partido Justicialista (peronista), que se muestra equidistante de estos dos modelos, aunque "con rasgos populistas", dijo a IPS.
Novaro rechaza la descalificación del populismo y atribuye este desprecio a sectores económicos que cuestionan cierto intervencionismo y desvíos de la ortodoxia neoliberal.
Para este experto, el populismo puede ser una herramienta apta para generar consensos, incluir y organizar a sectores excluidos. Pero también advierte que "puede tener consecuencias negativas", pues sus líderes desprecian las mediaciones institucionales y eso da lugar a cierta manipulación de la voluntad ciudadana.
En ese mismo encuentro, el politólogo uruguayo Jorge Lanzaro, de la estatal Universidad de la República, definió el momento histórico como una "tercera ola" de izquierda latinoamericana con modelos que van del populismo a la socialdemocracia y un tercer modelo progresista basado en partidos de tradición nacional y popular.
Esta nueva tendencia en la región, obliga a renovar la discusión teórica, a reelaborar conceptos y a proponer una nueva tipología, desafió.
"El nuevo ciclo de América Latina está marcado por un giro a la izquierda que abre un abanico de manifestaciones y se compone, por primera vez en la historia, con una serie importante de gobiernos que se ubican entre las formas renovadas del populismo y el debut de la socialdemocracia criolla", sintetizó.
El malestar por el fiasco neoliberal fue capitalizado en algunos países por la izquierda que canalizó las demandas. Es el caso de Uruguay, donde gobierna desde marzo de 2005 la coalición Frente Amplio compuesta por sectores procedentes de las más variadas corrientes de ese pensamiento, o de Brasil, con el Partido de los Trabajadores, y de Chile, administrado por un acuerdo entre socialistas y democristianos.
Pero en los países donde no había una tradición de partidos progresistas o en aquellos en los que esas agrupaciones colapsaron y quedaron desdibujadas por la ola neoliberal, tuvo más posibilidades de prosperar el liderazgo populista, definió.
Invitado por la Universidad Nacional de San Martín, que lo nombró director honorario de su Centro de Estudios del Discurso y las Identidades Sociopolíticas, Laclau admitió que "el populismo tiene mala prensa" en la región y atribuyó ese descrédito al discurso derechista que teme a la politización de las demandas.
Para este académico, tras la frustración que produjo el neoliberalismo, la movilización social contribuyó al surgimiento de populismos de izquierda en Venezuela, Bolivia y Ecuador, que representan una ruptura con lo establecido y que pueden ser la base de una nueva inserción latinoamericana en el mundo.
"Es difícil pensar en un populismo sin una etapa de personalización del poder, porque para liderar un proceso de ruptura hace falta centralizar", sostuvo el filósofo ante las críticas por este sesgo que adquiere el modelo. "Por supuesto, si luego no hay una institucionalización, el fenómeno se agota", advirtió.
En cambio, el experto ve en Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay emerger estructuras distintas.
En Argentina, luego del colapso económico y político de 2001, hubo una enorme expansión de la protesta social que, pese a que contenía un fuerte rechazo hacia la clase política tradicional, se resolvió en el marco de partidos existentes, explicó. Para Laclau, el presidente Kirchner, elegido a comienzos de 2003, encontró el modo de canalizar las demandas sociales. Pero las dos matrices políticas fundamentales, el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical, "están llegando a su fin, y hay que recomponer el imaginario en torno a nuevas opciones", alertó.
Al lado del populismo, que se basa en la movilización contra sectores tradicionales, Laclau observa "formas social democráticas desvaídas" en Chile, Perú y Uruguay. El caso de Brasil lo dejó aparte. Si bien el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva es "centrista", evitó entrar en la hoy estancada Área de Libre Comercio de las Américas impulsada por Washington.
Entre el populismo y estas formas de socialdemocracia se ubican hoy las opciones de los gobiernos latinoamericanos frente al fin de la hegemonía sin cuestionamientos de Estados Unidos, apuntó.
"China e India son nuevas potencias, la Unión Europea es otro factor, y en este escenario multipolar, América Latina debe integrarse en base a gobiernos acompañados de una fuerte movilización popular como condición para cualquier avance histórico", desafió.