DERECHOS HUMANOS-COLOMBIA: Un coro contra las balas

Siete adolescentes llegaron a este puerto colombiano sobre el océano Pacífico desde Bajo Calima, ubicado al norte y distante una hora y media en autobús, para cantarle una canción que ensayaron durante un mes. «Paremos esta guerra», piden al compás de la percusión.

Son cuatro mujeres y tres varones de entre 16 y 18 años. El ritmo del currulao lo llevan uno de los adolescentes con un gran cununo, o tambor cónico que toca con las manos, y dos muchachas con sendos guasá, un tubo de guadua (bambusa guadua) relleno de semillas secas y que tiene el sonido de la lluvia. Un chico canta una frase, los demás le responden con la siguiente.

"Paremos ya esta guerra/ paremos esta guerra ya/ porque una bomba que suene/ destruye nuestra ciudad./ Hoy nadie quiere salir/ por las calles de mi puerto/ porque va y suena una bomba/ y muchos resultan muertos."

"No saben qué es lo que quieren/ nuestros hermanos violentos/ no dialogan como hermanos/ y sólo es enfrentamiento".

El texto lo compuso el tío de uno de ellos, "y nosotros le pusimos la música", contaron a IPS. Todos van a la escuela, que los apoyó para formar el grupo. En los campos y caseríos de la cuenca del Bajo Calima a toda la gente le gusta cantar.

Es que "casi todos los días hay muertos en Buenaventura. Entonces, como uno no vive acá, no puede hacer nada para solucionar ese problema", manifestó una de las jóvenes.

Por eso trajeron su canción a esta ciudad disputada a sangre y fuego por la fuerza pública, los paramilitares de ultraderecha y la guerrilla izquierdista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el marco de la guerra civil de más de 40 años.

La cantaron el jueves ante una concentración frente a la alcaldía, al pie de la bahía, luego de una marcha de toda la mañana que bloqueó el tráfico. Desfilaron apenas 1.500, de los cuales 1.200 también, como los jóvenes cantantes, llegaron de la zona rural de este municipio de 607.800 hectáreas, en el occidental departamento del Valle del Cauca.

Los propios habitantes de Buenaventura no se atrevieron a unirse a la marcha, aunque el termómetro de opinión pública que constituyen los taxistas mostró invariablemente una fuerte indignación por lo que acontece.

Para los organizadores de la jornada de la víspera, ésta fue un éxito, dado el estado de terror en que vive la población de Buenaventura, 98 por ciento de raza negra.

El censo del año pasado contó 324.000 residentes, pero organizaciones sociales e instituciones locales elevan esa cifra a 450.000, porque entienden que la población de algunos ríos del municipio y de barrios periféricos del casco urbano no fue contabilizada. La guerra se ha llevado en estos tres años la vida de 1.520 personas.

Este viernes se desarrolla en este puerto una audiencia pública convocada por la Comisión de Derechos Humanos del Senado, en la cual algunas víctimas comienzan a hablar.

Es especialmente peligroso ser hombre, negro y menor de 28 años en este lugar, pues 95 por ciento de los muertos tienen esas características. "Entonces, para no quedarse en Buenaventura a que los maten, los jóvenes buscan otra alternativa, para salir del peligro", según la joven cantante.

"Aquí en diciembre, se dio un desplazamiento intraurbano de aproximadamente 6.000 personas", dijo a IPS Christian Visnes, oficial de terreno de la Oficina de Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Cuando la OCHA se hace presente en algún lugar del mundo es porque la situación es verdaderamente grave, precisaron observadores.

"Hay compañeros míos a los que no les gusta mucho el trabajo. Entonces, ellos se van como por lo suave, a otra cosa, a no trabajar. Y por eso es que se va dando la violencia", según la menuda cantante de currulao Beatriz Helena Viveros.

Lo "suave", ese no trabajar pero sí ganar dinero, y puede consistir en matar a una persona por encargo. Se asesina sobre todo a los habitantes de la llamada bajamar, al sur de la ciudad, barrios de palafitos que se levantan sobre el agua y donde los encargados de cumplir con los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio lo tendrían todo por hacer.

Es también la zona donde está proyectada la expansión del puerto. Para líderes locales que se preguntan el por qué de la matanza, ésta buscaría "limpiar" de habitantes esa área estratégica. Para las autoridades, en cambio, se trata de una disputa por el dominio de una ruta clave de salida de cocaína, de la cual Colombia es su mayor productor mundial.

"Hay franjas entre barrios que no podemos caminar. No podemos pasar de un barrio a otro. El que pasa, se arriesga a perder la vida", dijo a IPS Danelly Estupiñán, de 26 años y miembro del Palenque Regional El Congal, del Proceso de Comunidades Negras.

Un barrio dominado por los paramilitares y el de al lado por milicias de las FARC. Quien cruza la frontera invisible corre el riesgo de no sobrevivir. Le pueden achacar ser informante del otro. Así, la libertad de movilización es inexistente.

"Donde ocurren los hechos son barrios donde los paramilitares tienen el control. Por eso se dice que son ellos", afirmó Estupiñán, aunque la guerrilla "también comete actos de violación del derecho internacional humanitario".

La insurgencia tilda a los pobladores de ser colaboradores de los paramilitares, y éstos afirman que se trata de colaboradores de la guerrilla. La fuerza pública "ha manifestado por todos los medios que en Buenaventura ya no hay qué hacer. Que excepto los niños menores de cinco años, todos son paramilitares o guerrilleros. Y asimismo nos tratan", dijo Estupiñán.

"En este triángulo, la comunidad está siempre en el medio. La postura siempre es la misma. De agredir a la comunidad, de violar sus derechos, de vulnerar su vida y su dignidad a toda costa. No hay ninguna otra posición detrás sino esa", aseveró.

Añadió que "no hay a quién reclamarle, porque el nivel de ingobernabilidad que hay en el municipio es muy alto. No hay ninguna instancia a quién recurrir".

Los otrora concurridos manglares, ya fuera para recolectar piangua, un apetecido molusco, o para recreación, hoy son evitados.

Desde que ya no sólo algas, sino cadáveres, se enredan en las raíces sumergidas de los mangles, los pescadores prefirieron no volver.

Cuentan que allí espantan, pero no fantasmas, sino individuos que cuidan que los restos no sean recuperados por sus deudos. Y que en algunos barrios hay fosas comunes y cementerios clandestinos. Ya son más de 50 las personas desaparecidas en lo que va de este año.

Sin cuerpo, no hay entierro. Pero cuando lo hay, la gente se reúne silenciosa. Ya no canta los "alabaos" ni propone juegos de dominó en pleno velatorio para acompañar a la familia del muerto, como es tradicional costumbre. A veces, hasta en el cementerio se registran nuevos tiroteos que ocasionan otros muertos.

Significativamente, la concentración del jueves en la plazoleta frente a la alcaldía estuvo acompañada de representantes de la ONU, de la Organización de Estados Americanos y la diplomacia europea.

"Estamos siguiendo la situación que se vive en Buenaventura y sus alrededores muy de cerca. Expresamos nuestra profunda preocupación frente a las graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario", advirtió ante la concurrencia la diplomática Claudia Marti, asesora para asuntos de paz y derechos humanos de la embajada suiza.

El gobierno de Suiza mantiene en Colombia un programa estratégico para la promoción de la paz.

Para Visnes, la primera medida de prevención "es la organización interna". Si un atacante "tiene que confrontar a toda una comunidad en vez de muchos individuos, muchas veces sus acciones van a ser menos severas".

Pero "la obligación de proteger la tiene el estado colombiano. Con todas sus instancias, tanto militares como civiles. La organización interna solamente puede ser una medida complementaria. Nosotros apoyamos esos esfuerzos", agregó.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe