Vilma Espín, una de las líderes más importantes de la Revolución Cubana, falleció tras una tenaz lucha contra la enfermedad, sólo comparable a su constancia para trabajar por los derechos de las mujeres y contra todas las manifestaciones de machismo.
El cuerpo de Espín, fallecida el lunes a los 77 años, fue cremado y sus cenizas serán depositadas "en ceremonia estrictamente familiar y con honores militares de inhumación" en un mausoleo construido en la Sierra Maestra, escenario principal de las luchas guerrilleras contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), según su voluntad.
Lejos de grandes ceremonias fúnebres, el deseo de Espín era conocido por sus allegados desde mediados del año pasado y será respetado por la máxima dirección del gobernante y único Partido Comunista y el Consejo de Estado.
"Era una gente muy humana. Fue ese sentido del humanismo que aprendió desde muy niña lo que hizo que la gente la respetara y quisiera tanto", dijo a IPS Isabel Moya, directora de la revista cubana Mujeres y presidenta de la Cátedra de Género y Comunicación del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
Más allá de su contribución al triunfo de la Revolución Cubana, en enero de 1959, Espín es conocida por su labor constante en defensa de los derechos de las mujeres.
Fue fundadora y secretaria general hasta su muerte de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que agrupa a más de tres millones y medio de mujeres mayores de 14 años.
En los primeros años posteriores al triunfo revolucionario, dirigió los trabajos sociales que propiciaron la aparición de programas de asistencia social, estudio y empleo para prostitutas, la incorporación al estudio de las amas de casa y las trabajadoras domésticas y la apertura de círculos infantiles que facilitaran a la mujer su acceso al empleo.
"Fue increíble la labor que la Federación hizo en esos años con las prostitutas. Algunas no pudieron salir de ese mundo, pero la mayoría aprendió un oficio, tuvo su oportunidad. Son historias que se quedaron ahí y casi no se conocen", dijo Natacha Díaz, especialista en relaciones internacionales.
Espín reconoció que no había sido fácil congeniar su papel de activista por las mujeres con ser esposa de un alto dirigente del país, el actual presidente en funciones Raúl Castro, y madre de cuatro hijos que nacieron uno casi detrás del otro, entre 1960 y 1965. "Tuve que explicarle (a Castro) muchas cosas, porque la tradición machista existía entonces con mucha fuerza", comentó.
Detrás de muchas leyes y del Código de Familia de 1975 estuvo el empuje de Espín. Más de 30 años después, cuando se espera la aprobación de importantes reformas a ese texto, legisladores y especialistas piensan que fue muy avanzado para su época.
Muchas líneas de trabajo impulsadas por la dirigente desde su puesto en la FMC, fueron apenas divulgadas y sólo hoy empiezan a conocerse. Por ejemplo, la creación en 1979, de la Comisión Nacional Multidisciplinaria para el Estudio de la Transexualidad y la atención a transexuales.
Esa Comisión surgió dentro del Grupo Nacional de Educación Sexual, también fundado por Espín, antecedente directo del actual Centro Nacional de Educación Sexual, que impulsa desde 2004 una estrategia nacional para la atención a personas transexuales, travestis y transgéneros.
"Discriminar a cualquiera en función de la raza, el color, la etnia, la religión, el sexo o la preferencia sexual es profundamente injusto y no admisible en una sociedad que ha avanzado con criterios genuinamente humanos como la nuestra", opinó en una entrevista concedida en 1994.
Pasada más de una década, la influencia de Espín afloró en la ofensiva emprendida por su hija Mariela Castro a favor de los derechos de las minorías sexuales. La actual directora del Centro Nacional de Educación Sexual contó con el apoyo de la FMC para presentar una reforma legal para reconocer los derechos de las parejas del mismo sexo.
En los años 90, cuando representantes de diferentes sectores empezaron a hablar sobre la perdida de funcionalidad de la FMC, la organización comenzaba a impulsar la atención a la violencia contra las mujeres, un drama social entonces totalmente silenciado.
Más allá de las mujeres, Espín promovió la comprensión de que poco se lograba con los cambios de la población femenina, si la masculina seguía aferrada a sus roles tradicionales. Así, Cuba ha empezado a reconocer el derecho de los hombres a contar con las mismas facilidades que las mujeres para cuidar a los hijos o a familiares enfermos.
"Fue un trabajo de hormiga. Vivimos en un país muy machista y había muchas cosas que no se entendían en una dirección mayoritariamente masculina. Vilma siempre fue muy paciente, iba conversando poco a poco y logrando una cosa después de la otra", afirmó una colaboradora de la FMC.
Un comunicado oficial divulgado el lunes, cuatro horas después de su muerte, reconoció sus méritos como "heroína de la clandestinidad, combatiente destacada del Ejército Rebelde e incansable luchadora por la emancipación de la mujer y la defensa de los derechos de la niñez".
Espín fue miembro del Buró Político, máximo órgano de dirección del Partido Comunista, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, miembro del Consejo de Estado y presidenta de las delegaciones cubanas a todas las conferencias mundiales sobre la mujer convocadas por las Naciones Unidas desde 1975.
"Su nombre estará vinculado eternamente a las más significativas conquistas de la mujer cubana en la Revolución y a las más relevantes luchadoras por la emancipación de la mujer en nuestro país y en el mundo", afirma el comunicado, sin ahondar en su condición de esposa de Raúl Castro.
Espín nació el 7 de abril de 1930 en la ciudad de Santiago de Cuba, a unos 700 kilómetros de La Habana, en una familia poco común para su época. Era una de seis hijos de la pareja formada por un cubano y una francesa y contaba entre su ascendencia a Paul Lafargue, quien había sido esposo de la hija de Karl Marx. A pesar de ser subdirector gerente de la empresa fabricante de ron Bacardi en Santiago de Cuba, el padre nunca quiso dejar el centro de la ciudad para vivir en algún barrio acomodado. La madre había crecido en un cafetal y, según contó Espín en 1994, "le tenía miedo a los blancos porque se había criado entre negros".
El 10 de marzo de 1952, cuando Batista tomó el poder mediante un golpe militar que cambió radicalmente la vida de Cuba, la entonces estudiante de ingeniería química industrial entendió que "tan sólo por la vía de la ciencia no se iban a solucionar los problemas del país".
Ese mismo día, "una de mis hermanas y yo nos sentamos frente a nuestros padres y les planteamos que a partir de aquel momento no nos preguntaran más ni a dónde íbamos, ni a qué hora regresaríamos. Aunque se miraron estupefactos en el primer momento, comprendieron", recordó en entrevista concedida al suplemento Sexo Sentido.
Debieron de pasar algunos años para su primer encuentro con el máximo líder de la Revolución, Fidel Castro, y su hermano Raúl en México. Espín integraba el movimiento clandestino en Santiago de Cuba y regresaba a esta isla caribeña desde Estados Unidos, donde había cursado un posgrado, cuando hizo una escala de tres días en la capital mexicana para encontrarse con ellos.
Por su vital participación en la organización del alzamiento de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956, su lucha en la clandestinidad y en la guerrilla en la Sierra Maestra, mereció en 2001 el título de Heroína de la República de Cuba, que otorga el Consejo de Estado. (FIN/IPS/da/dcl/ip pr wo fc md pn sl/07)