AMBIENTE-NICARAGUA: Campesinos siembran agua

Hace más de seis años, habitantes de la comunidad rural de Lomas del Viento, sobre el océano Pacífico nicaragüense, se dieron a la tarea de resucitar los 10 manantiales que se estaban secando por la tala de los bosques vecinos. Y lo lograron.

Lomas del Viento es una pequeña villa de productores agrícolas que habitan desde hace más de 200 años en unas colinas 22 kilómetros al sur del municipio de Santa Teresa, en el sudoccidental departamento de Carazo.

La zona siempre fue boscosa, de montañas pródigas en flora y fauna, con abundantes ojos de agua y ríos. Pero hace unos 12 años todo empezó a cambiar.

Poco a poco, los campesinos fueron invadiendo los bosques de las colinas y quemando las tierras para sembrar granos de consumo, relató a Tierramérica María Margarita Carmona, nacida en ese lugar.

Otras familias, ante la pobreza e imposibilidad de conseguir préstamos para echar a producir la tierra, vendieron sus fincas a negociantes de maderas y ganaderos que, tras cortar las especies maderables, arrasaron los bosques menores para la siembra de pasturas destinadas al ganado vacuno, agregó.

"Nos dio miedo cuando los ríos empezaron a secarse y tuvimos que buscar agua kilómetros arriba de las montañas", destacó Carmona.

De los 10 manantiales que saciaron la sed de varias generaciones en Lomas del Viento, seis años atrás sólo dos quedaban a disposición de las 40 familias de los alrededores, señaló a Tierramérica Marcial Umaña, dirigente comunitario.

Los otros ocho estaban secos y llenos de escombros del tendido de una carretera que lleva a los turistas al refugio de vida silvestre de Chacocente, en las playas sobre el Pacífico.

"La gente empezó a preocuparse porque cada día era más difícil conseguir agua y ya casi ni llovía. Teníamos que subir los cerros a buscar los pozos de agua, pero ya casi ninguno tenía líquido", recordó Umaña.

Ante la crisis, una comisión de la comunidad pidió ayuda al centro del municipio de Santa Teresa para construir un pozo, añadió.

En la alcaldía no había recursos, pero sí datos que los condujeron a la organización no gubernamental Tierra y Vida.

Según Reinerio Mongalo, técnico de esa entidad, un equipo de especialistas hicieron tres hallazgos en Lomas del Viento: su potencial turístico, el escurrimiento del agua a capas más profundas del suelo y —lo más preocupante— un ritmo de destrucción ambiental que podía dejar las lomas de una amplia sierra aptas sólo para la ganadería.

O cambian los métodos de producción agrícola, o digan adiós a sus últimos bosques y ríos, plantearon los técnicos de Tierra y Vida.

"La gente se quedó muy impresionada con la alternativa. Es difícil aceptar la desaparición de todos los bosques donde uno se crió, aquellos árboles gigantes y aquellos ríos bravos", dijo a Tierramérica Marcial Jáenz, joven que ahora administra el proyecto turístico comunitario de Lomas del Viento.

Tras la advertencia, se organizó la Cooperativa de Turismo Comunitario La Virtud de Lomas del Viento.

De las 40 familias de la zona, la mitad se acogieron inmediatamente al proyecto y empezaron a aplicar planes de manejo ambiental, dejaron de quemar los predios para sembrar y cambiaron los plaguicidas químicos por orgánicos.

Las otras 20 familias aún observan el proceso y han prometido integrarse cuando vean los frutos.

Mientras unos plantaban 20.000 árboles en áreas destruidas por la tala, otros limpiaron los manantiales que se habían perdido, reforestaron sus cuencas y las cercaron con plantas naturales.

Tras seis años de esfuerzos, la comunidad comprobó que los ocho manantiales llenos de lodo y basura volvieron a dar agua.

Los árboles gigantes que fueron conservados empezaron a poblarse de monos congo (Alouatta palliata) y de aves que hacía años no se veían en la zona, y se despejaron las nubes negras que producían las quemadas anuales para la siembra con la entrada del invierno.

Desde que se inauguró oficialmente el proyecto turístico rural, 16 meses atrás, unos 1.560 turistas extranjeros y nacionales llegaron a recorrer senderos y ver el milagroso resurgir de aguas cristalinas.

Este año, el Ministerio de Salud certificó que el agua que brota de todos los manantiales de Lomas del Viento es apta para consumo humano.

Pero no todas las comunidades de Nicaragua han tenido esta ventana de oportunidad. En mayo, una investigación del no gubernamental Centro Alexander von Humboldt reveló que 70 por ciento de las aguas superficiales de este país están contaminadas por desechos domésticos e industriales.

El Informe de Desarrollo Humano para Nicaragua, presentado este mes por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), establece que más de 70 por ciento de los cinco millones de nicaragüenses sufren falta de agua potable.

La Comisión Nacional de Agua Potable y Saneamiento reconoció en un documento de agosto de 2006 que sólo un cuarto de las familias nicaragüenses tienen acceso a agua segura.

Nicaragua debería asegurar agua limpia y saneamiento a por lo menos 2,5 millones de personas antes de 2015 para cumplir con uno de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio, adoptados por la comunidad internacional en el año 2000.

En América Latina hay unos 100 millones de personas sin ningún saneamiento y unos 50 millones sin agua potable. En el mundo son más de 1.000 millones lo que no tienen agua segura para beber, según las Naciones Unidas.

* El autor es colaborador de IPS. Publicado originalmente el 23 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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