«Estos agentes extranjeros están contra el Islam. ¿Cómo podemos permitirles trabajar si Estados Unidos les marca la agenda y apoyan a Israel?», se preguntó el clérigo pakistaní Maulana Fazalullah. Se refería a las ONG.
"Todos los pakistaníes que trabajan para ellas son enemigos del país", sentenció, conversando por teléfono con IPS desde su casa en la Provincia de la Frontera Noroccidental, limítrofe con Afganistán.
Algunas áreas de esa provincia son bastión de las milicias islamistas Talibán, que gobernaron con mano dura el país vecino entre 1996 y 2001.
En los últimos meses, las ONG (organizaciones no gubernamentales) y agencias internacionales de asistencia han sufrido crecientes dificultades para operar en las áreas más pobres de Pakistán, como el distrito de Swat, en la Frontera Noroccidental.
La voz del clérigo de 33 años sonaba baja y difusa por la larga distancia, y aun más débil a medida que su primo y portavoz, Muslim Abdur Rashid, traducía sus palabras al urdu. Pero la amenaza era escalofriantemente clara.
Badar Zaman, presidente del Frente Juvenil de Swat, ONG especializada en educación no formal de niñas y con financiación gubernamental, siente la hostilidad. "Sólo nuestras compañeras mujeres pueden hacer el trabajo directo", explicó.
"Nos hemos vuelto extranjeros en nuestro propio pueblo, convertido en caldo de cultivo de la militancia armada islamista. Nos tienen de rehenes con su versión del Islam", sostuvo Zaman.
Las 45 escuelas informales establecidas en la comunidad y una exclusivamente para niñas suman unas 3.000 alumnas. Todas esas instituciones están en peligro.
En los últimos dos meses, Zaman recibió una docena de amenazas de muerte. "Las cartas dicen que si no disolvemos nuestra 'agencia' estadounidense, no nos dejamos la barba, no nos 'reconvertimos' al Islam y no buscamos otro empleo, sufriremos las consecuencias", dijo.
"Esas mismas cartas han sido remitidas a escuelas de niñas, disquerías y tiendas de alquiler de vídeos, peluquerías donde ofrecen servicios de rasurado y organizaciones no gubernamentales, entre ellas algunas dedicadas a la planificación familiar", agregó.
Caravan, ONG dedicada a la educación electoral de los ciudadanos y a la defensa de los recursos naturales de Swat, también está bajo amenaza, dijo a IPS uno de sus miembros, Saeed Jafar Shah.
Pero Shah, al igual que Zaman, se resiste a cerrar sus oficinas, aun si eso significa depender de la protección policial ante las mafias de la tala ilegal de bosques, cuyos cabecillas apelan a la religión para apuntalar sus actividades.
"Ya mataron a un guardia comunitario en uno de nuestros puestos de control. Tratan de amedrentarnos y usan las mezquitas para dañar nuestra imagen. La gente del pueblo nos ve con suspicacia", sostuvo.
El proyecto "Alimentación para los pobres", por el cual Caravan brinda ayuda a 50 viudas y 110 huérfanos, perdió impacto cuando los clérigos convencieron a los propios beneficiarios de que no debían aceptar dádivas de "agentes de Israel".
"Les dijeron que cualquier cosa buena que hiciéramos no solo era sospechosa sino también inadmisible para el Islam", dijo Zaman.
"Hace poco, le negaron el ingreso en los hogares a nuestras compañeras que pretendían alentar a las mujeres a registrarse en los padrones electorales. Los ancianos de la comunidad dijeron que ellas no respetaban el purdah y que trabajaban con hombres", recordó.
El purdah es el conjunto de normas de comportamiento y vestimenta que rige para las mujeres en la versión del Islam predominante en el área, las cuales incluyen el uso de velo y burqa y de cortinas gruesas en las ventanas.
"Nuestras compañeras se sintieron muy humilladas cuando se les dijo que las mujeres no hablarían con ellas", agregó.
El mes pasado, unas 70 trabajadoras de la salud contratadas por el gobierno para brindar atención preventiva domiciliaria en áreas remotas alrededor de Swat renunciaron a sus empleos. Varios clérigos las habían calificado de "pecadoras" en sus mezquitas.
El 19 de este mes, ocho funcionarios del gobierno que realizaban tareas de planificación familiar, entre ellos tres mujeres, fueron tomados como rehenes por un centenar de fanáticos en Waziristán Septentrional, en la Área Tribal Federal cerca de la Frontera Noroccidental.
La municipalidad de Bajaur, también en el Área Tribal Federal, reemplazó con hombres, por razones de seguridad, a las vacunadoras que realizaban sus tareas casa por casa.
En otra localidad fronteriza, Darra Adamkel, los clérigos locales ordenaron a la población a abandonar las ONG internacionales.
Uno de ellos, el muftí Khalid Shah, emitió el mes pasado un decreto según el cual esas organizaciones eran agencias sionistas y que era deber de todo musulmán destruir sus oficinas, atacar sus vehículos y matar a sus miembros.
Hace dos semanas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció la suspensión de su trabajo en los distritos de la Cachemira pakistaní afectados por un terremoto a causa de "amenazas de muerte" contra sus funcionarios.
Todo sirvió para amedrentar a los trabajadores, desde incendios de viviendas hasta artillería de avanzada. Los teléfonos celulares y las 12 emisoras de FM del distrito de Bagh, en tanto, transmitían el mensaje de odio.
"Usamos esos canales para predicar las enseñanzas del Islam", dijo Rashid, el portavoz de Maulana. "Ahora, casi todos están convertidos. Todas las mujeres, por su propia voluntad, respetan el purdah, y acabaron los bailes y la música."
Hace un par de años, a instancias de Maulana, muchos pobladores destruyeron sus propios aparatos de televisión.