PAKISTÁN: Musharraf no apaga llamas en Karachi

El presidente pakistaní «Pervez Musharraf debería disculparse ante la nación por lo que ocurrió en Karachi», dijo el anciano Yusufali, de 81 años, furioso por la violencia étnica que dejó 45 muertos y más de 150 heridos el fin de semana.

"Nadie se cree el discurso (de Musharraf) de que llora sangre. Si estuviera tan cargado de pena, habría suspendido la manifestación oficialista realizada en su honor en Islamabad, y en cambio habría volado a Karachi para ver lo que pasó de primera mano", añadió.

Sus sentimientos reflejan la opinión de muchos pakistaníes.

"La insensible inacción de las autoridades frente la extendida violencia puede explicarse como incompetencia o complicidad. En cualquier caso, este es un día negro para las libertades civiles y políticas en Pakistán", dijo Alí Dayan Hassan, investigador de Human Rights Watch para Asia meridional.

"Parecía que no había gobierno ni administración ni existencia social. Karachi parecía ser apenas un pedazo de tierra donde se aplicaba la ley de la selva", resumió Syed Talat Hussain, jefe de noticias del canal privado Aaj TV.

"Esto es sólo un adelanto de lo que va a venir. Apenas comenzó", dijo a IPS.

Hussain responsabilizó de lo ocurrido al Movimiento Muttahida Qaumi (MQM), el partido político que gobierna la provincia de Sindh, cuya capital es Karachi.

"Parece que los incidentes de Karachi crearon una situación que enfrenta al MQM contra todos los demás partidos políticos. Un partido fascista como ese puede ser letal contra sí mismo, pero cuando está respaldado por Islamabad, es doblemente peligroso", indicó.

El MQM cuenta con el respaldo de los "mohajirs", colonos de habla urdú que huyeron a Karachi desde el norte de India luego de la independencia de Gran Bretaña en 1947. Ha habido una larga historia de violentos conflictos entre los colonos y los "pashtún" (patanes), leales al Partido Nacional Awami.

El MQM se opone al Partido Popular de Pakistán, liderado Benazir Bhutto, actualmente en el exilio. Como Bhutto, el líder del MQM, Altaf Hussein, está radicado en Gran Bretaña.

Muchos vieron en la violencia del fin de semana un recordatorio de los sangrientos feudos étnicos que surgieron en Karachi en 1986 e hicieron arder la ciudad por casi una década.

El último estallido de violencia fue algo en gran medida inesperado. Karachi entró en llamas cuando el suspendido jefe de justicia de Pakistán, Iftikhar Mohammad Chaudhry, arribó a la ciudad para participar de una conferencia de abogados en la Alta Corte de Sindh.

Observadores ya habían alertado problemas cuando el MQM, aliado de Musharraf desde 2002, decidió realizar una marcha el mismo día. Ninguna parte cedió, y estalló la violencia.

La suspensión de Chaudhry como jefe de justicia, por parte de Musharraf, el 9 de marzo, fue seguida por protestas pacíficas de organizaciones de la sociedad civil y de juristas. Pero, en medio de la turbulencia política del año electoral, el caso de Chaudhry se convirtió en bandera de un movimiento contra el régimen militar de Musharraf.

El 5 de mayo, Chaudhry dio un discurso ante una multitud en Lahore, capital de la provincia de Punjab.

Pero en Karachi, Chaudhry no pudo salir del aeropuerto pues todas las carreteras que conducían a la Alta Corte de Sindh habían sido bloqueadas la noche anterior.

Negándose a la oferta del gobierno de ser trasladado al tribunal en helicóptero, tomó un avión de regreso a Islamabad, dejando a Karachi en medio de una sangrienta lucha en las calles entre sus partidarios y los de Musharraf.

El presidente públicamente culpó a Chaudhry y a la oposición por haber organizado reuniones en Karachi mientras el MQM realizaba su marcha.

El canal Aaj TV quedó en fuego cruzado cuando estalló la violencia.

"Estábamos mostrando imágenes en vivo de la batalla y de la multitud furiosa, y comenzaron a atacarnos", contó Hussain. Las autoridades del canal llamaron a la policía cuando el edificio recibió disparos y varios coches de su estacionamiento fueron incendiados.

"Pero, a pesar de que repetidamente nos aseguraron que vendrían, el primer contingente policial llegó seis horas después", añadió.

Toda la nación fue testigo impotente de lo que ocurría en las calles de Karachi, mientras canales de televisión privado mostraban imágenes de los ciudadanos escondiéndose bajo los automóviles y heridos pidiendo ayuda. Un canal incluso mostró un hombre agonizando mientras a las ambulancias se les hacía imposible llegar a él.

Hordas de jóvenes, portando armas sofisticadas, inundaron las calles a pesar de las advertencias del gobierno reproducidas por los canales de televisión: "No dejaremos que nadie tome la justicia por mano propia".

Muchos vieron en estos hechos una repetición de la violencia de los años 80, cuando el entonces dictador Zia-ul-Haq usó al MQM para permanecer en el poder. Ahora, Musharraf es acusado de usar métodos similares.

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