El desacreditado presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, puede insistir en que una conspiración atribuible a rol en la guerra de Iraq forzó su renuncia el jueves. Pero, según diversas evidencias, cayó, fundamentalmente, por sus propios actos.
En una conferencia de prensa al inicio de la controversia por los aumentos de salario y compensaciones que el Banco asignó a su novia, Shaha Riza, Wolfowitz sugirió que era víctima de una confabulación cocinada dentro y fuera de la institución multilateral con sede en Washington.
"A aquellos que discrepan con las cosas que asocian conmigo por mi trabajo anterior, (les digo que) no estoy en mi trabajo anterior", señaló Wolfowitz, en alusión a su pasaje por el gobierno de Estados Unidos como subsecretario (viceministro) de Defensa.
"No estoy trabajando para el gobierno de Estados Unidos, sino para esta institución y sus 185 accionistas", agregó.
Este punto de vista fue compartido por quienes lo apoyan en círculos conservadores y en algunos sectores del gobierno de Bush.
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Wolfowitz "fue muy impopular a causa de su posición sobre la guerra de Iraq", dijo Ian Vásquez, experto del Instituto Cato, organización académica de ideología liberal con sede en Washington.
"Eso, en sí mismo, no fue suficiente para echarlo. Pero que le diera un aumento de sueldo a su novia sirvió como buena excusa para castigarlo de un modo que probablemente no sea proporcional al supuesto delito", añadió.
Sin embargo, una fuente del Banco Mundial dijo a IPS que la guerra de Iraq sí fue un pretexto. Pero no para quienes se oponían a Wolfowitz, sino para él mismo.
El renunciante presidente pretendió, según este informante, usar sus antecedentes para desviar la atención sobre su estilo de conducción y sus errores como administrador, que causaron resentimientos dentro del Banco en los dos años en los que estuvo a su frente.
"Cuando personal y administradores del Banco hablan" sobre Wolfowitz, "no se refieren a la guerra en Iraq, sino a su mala administración, su arrogancia, sus políticas fallidas y sus pobres criterios", aseguró la fuente.
Dennis de Tray, vicepresidente del no gubernamental Centro para el Desarrollo Global, con sede en Washington, coincidió en que "lo que él piensa y lo que él dice son dos cosas diferentes", dijo.
"Al señor Wolfowitz no le preocupa la noción de que fue obligado a renunciar al Banco porque lo administró mal. Él prefiere otra explicación para eso y señala a su trabajo anterior sobre la guerra de Iraq", agregó De Tray.
"El hecho es que en el Banco hubo serias preocupaciones sobre su estilo de administración y sobre las políticas que estaba implementando, y esas preocupaciones eran totalmente independientes" de su rol como arquitecto de la guerra de Iraq, sostuvo.
Los críticos señalan que Wolfowitz nunca reconoció —al menos en la práctica— que trabajaba para una institución multilateral donde necesitaba consultar con otros accionistas. Su estilo de administración lo dejó abierto a las críticas en varias ocasiones en que persiguió políticas unilaterales.
"Eso preocupó a la alta gerencia del Banco, que a menudo no era consultada ni escuchada. Y también preocupó a la Junta de Directores", afirmó De Tray.
Estados Unidos controla alrededor de 17 por ciento de las acciones del Banco.
Otros simpatizantes de Wolfowitz atribuyen su partida al resentimiento de burócratas del Banco ante sus iniciativas de reforma interna y su campaña anticorrupción.
"Hubo puñales en cada queja imaginable contra él. Pero todo parece depender del caso de Riza, que, creo, es infundado", dijo a IPS Pat Adams, de la organización canadiense anticorrupción Probe International, antes del anuncio de la dimisión de Wolfowitz.
"A la gente puede no gustarle su historia, su administración, etcétera. Pero no creo que puedan atacar su integridad o su compromiso para matar la contribución del Banco en la lucha contra la mala gobernanza y la corrupción usando el caso Riza", agregó.
Pero otro funcionario del Banco Mundial que habló nuevamente a condición de no revelar su identidad dijo a IPS que el personal estaba indignado por el "doble discurso" de Wolfowitz.
"Comenzó atacando y acusando a todos los demás de corrupción, cuando estaba construyendo una casa de cristal alrededor de sí mismo", dijo la fuente.
De Tray, él mismo ex empleado del Banco, coincidió en que el personal de la institución no se sentía amenazado por la cruzada anticorrupción de Wolfowitz.
"Lo que realmente les molestó fue que el señor Wolfowitz presionó mucho para asegurarse de que las operaciones del Banco fueran más que limpias, y que luego se supiera que había violado una de las reglas más fundamentales del Banco. La hipocresía fue demasiado para el personal. Eso fue lo que los indignó", dijo.
"El Banco es una institución del orden de las 10.000 personas, y apenas unas 18 personas fueron descubiertas en acciones que podrían configurar corrupción. Eso no es lo que nadie podría llamar un problema serio", agregó.
Las inclinaciones conservadoras de Wolfowitz en torno de ciertas políticas, como las relativas al cambio climático y la salud reproductiva, también estimularon la tensión dentro del Banco. Altos funcionarios designados por él intentaron imponer concepciones de derecha sobre los programas de desarrollo del Banco.
Uno de sus designados, el director administrativo Juan José Daboub, conocido por su conservadurismo, ordenó a un equipo de expertos del Banco suprimir toda referencia a la planificación familiar en documentos de la institución relativas a una nación africana. También intentó eliminar las referencias al cambio climático en informes oficiales.
Todo eso parece haber redundado en tensiones dentro de la institución con sede en Washington.
El caso de Shaha Riza "fue un acontecimiento que desató un incendio más grande del que se venía gestando en los últimos años", dijo De Tray.