Las negociaciones de liberalización comercial de la Ronda de Doha impulsadas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) se encaminan otra vez a un término decisivo a fines de julio con la perspectiva muy probable de que se repita la frustración de un año atrás.
Los programas de negociaciones de los dos aspectos decisivos de la Ronda, la apertura de los mercados agrícolas y los aranceles a los bienes industriales, convergen en una fecha aproximada, antes del receso estival de la OMC durante el mes de agosto, como plazo para concertar las modalidades de esos acuerdos.
En ese esquema ideal, una vez convenidas las modalidades, como se denominan las concesiones en cuantía y calidad que los países aceptan efectuar, la Ronda de Doha podría hipotéticamente concluir en diciembre, seis años después de su lanzamiento en la capital de Qatar.
Pero la realidad es más cruda. A fines de julio de 2006, las negociaciones quedaron congeladas a causa de las diferencias entre países del Sur y del Norte en torno sobre todo a la apertura de los mercados agrícolas.
Los esfuerzos de los últimos cinco meses por romper el bloqueo no han dado más resultados que declaraciones de buena voluntad. Por ese motivo, el director general de la OMC, Pascal Lamy, recordó esta semana a los representantes de los 150 países miembros de la organización que el desafío actual ya no es técnico, sino político.
Tampoco estimó Lamy que las negociaciones multilaterales en la OMC puedan seguir esperando las contribuciones de otros procesos que se desarrollan fuera de Ginebra.
Esos términos reflejaron cautelosamente el malestar creciente entre los demás Estados por las negociaciones reservadas que realizan Brasil, Estados Unidos, India y la Unión Europea, el llamado Grupo de los Cuatro (G-4), en reuniones hasta ahora infructuosas sostenidas en diferentes capitales durante los últimos meses.
Por su condición de depositaria de los tratados multilaterales de liberalización del comercio, la OMC, y los expertos de su secretaría, desconfían tradicionalmente de las negociaciones y los tratados bilaterales y plurilaterales.
El representante permanente de Estados Unidos ante la OMC, Peter Allgeier, admitió este viernes que le causaba frustración el hecho de que el G-4 no hubiera logrado más avances en el último año. A pesar de ello, confió en que el grupo contribuiría al proceso multilateral para concluir las negociaciones antes de fines de 2007.
Aparte de las reuniones estrictamente secretas del G-4, la OMC ha reanudado en las últimas semanas negociaciones más activas en agricultura y aranceles industriales, aunque todavía estériles.
El presidente del comité de negociaciones agrícolas, Crawford Falconer, distribuirá la semana venidera un segundo documento destinado a incitar a los Estados miembros a involucrarse plenamente en el proceso, con la intención de establecer negociaciones más dinámicas a partir del 21 de mayo.
Por lo pronto, el primer texto de Falconer con observaciones sobre los temas negociados en agricultura dejó disconformes por igual a países ricos y pobres. "Todo el mundo lo ha encontrado desequilibrado, para un lado o para otro", resumió a IPS Alberto Dumont, representante permanente de Argentina ante la OMC.
Es un texto que trata de compatibilizar lo que Falconer entiende son las realidades políticas con las posibilidades de negociación. En los hechos, muchas de esas realidades políticas hacen que los países desarrollados escapen a compromisos serios. "Y no sé si eso es tan aceptable", observó Dumont.
Lamy sacó otras conclusiones del efecto de la iniciativa de Falconer y se mostró alentado por el grado de compromiso que mostraron los países cuando se debatió el documento. "Eso muestra que en efecto tenemos un activo proceso multilateral y que los participantes negocian con seriedad", dijo.
En cambio, Jorge Ferrer, ministro consejero de la misión de Cuba ante la OMC, opinó que el documento "ha sido muy flexible con las necesidades y las sensibilidades de los países desarrollados y no aplica igual flexibilidad con los intereses de los países en desarrollo".
El bloqueo aparece aún más rígido en aranceles industriales, un tema que se conoce también como NAMA, por la sigla en inglés de su denominación oficial: acceso a los mercados para productos no agrícolas, rubro que abarca bienes industriales, manufacturas, textiles, productos combustibles y minería, calzado, joyas, productos forestales, pescado y químicos, entre otros.
En la OMC se da por sentado que el desenlace de la negociación de agricultura determinará la suerte de los demás rubros de la liberalización comercial de la Ronda de Doha, como los NAMA, los servicios, las normas, la facilitación del comercio y el trato especial y diferenciado que reclaman los países en desarrollo.
El clima de estancamiento en cuanto a aranceles industriales se evidenció en las consultas sostenidas esta semana a iniciativa del presidente del comité de negociación, Don Stephenson. "Escasas señales de convergencia y cierto nivel de frustración entre los Estados participantes por los nulos resultados", sintetizó una fuente comercial al concluir este viernes las sesiones.
De todos modos, Stephenson estimó que en un plazo de 12 semanas se deberá concertar un acuerdo sobre modalidades en aranceles industriales.
El aspecto crucial de la negociación de los NAMA radica en los coeficientes que se utilizarán para determinar las reducciones de los aranceles que gravan las importaciones de esos productos. Las fórmulas discutidas determinan que un coeficiente mayor corresponderá a una disminución arancelaria menor.
Los coeficientes que se barajan en las discusiones oscilan entre cinco y 10 para los países desarrollados y entre 15 y 30 para los países en desarrollo.
Por ejemplo, Estados Unidos reclamó este viernes un acceso a los mercados genuino en todas las áreas del comercio. "Si nosotros adoptamos un coeficiente de 10, efectuaremos un corte en cada una de las líneas de nuestro arancel de aduanas", dijo Allgeier a IPS.
"De esa manera, tendremos un rebaja promedio de 35 por ciento con lo cual nuestro arancel medio será de 2,1 por ciento. Así, ninguno de nuestros derechos de importación superará el 8,5 por ciento", insistió el representante estadounidense. "Con este mecanismo, ofreceremos un verdadero acceso a los mercados", aseguró.
Una versión diferente ofreció a IPS el jefe de política comercial internacional de la Confederación India de la Industria, T. S. Vishwanath, quien recordó que para el sector manufacturero de su país, las negociaciones de Doha se relacionan con el desarrollo.
"India es un país en desarrollo, y por tanto pretendemos que el conjunto de asuntos del desarrollo se refleje en las negociaciones finales de la ronda, incluidos los NAMA", insistió.
Vishwanath declaró que el sector industrial de su país está totalmente descontento con el actual estado de las negociaciones de los NAMA, donde "escuchamos hablar de coeficientes de 10 y 15, que para nosotros no son correctos".
Los industriales indios estiman que debe existir una diferencia de 25 puntos entre los coeficientes de países ricos y naciones en desarrollo. Eso significaría que si los desarrollados adoptan un coeficiente de 10, todos los países en desarrollo deberán tener un coeficiente de alrededor de 35.
"Por esa vía llegaremos a la aplicación del principio de no reciprocidad plena en los compromisos de reducción de aranceles industriales, de lo cual estamos hablando en la Ronda de Doha", manifestó Vishwanath.
Los países en desarrollo sostienen que el principio de no reciprocidad plena significa que las potencias industriales deben efectuar reducciones mayores. También reclaman que en el acceso a los mercados agrícolas exista un nivel de ambición comparable al acceso a los mercados de productos industriales.