A empujones, decenas de niñas y niños piden al unísono papas fritas, bebidas gaseosas, salchichas y caramelos en la tienda de una escuela privada de México. Escenas idénticas se ven en toda América Latina, donde prospera la venta de comida «chatarra».
Mientras, en Argentina, Brasil, Chile, Panamá y México surgen paulatinamente iniciativas legislativas o programas de gobiernos, municipios y asociaciones de padres para quitar espacio a esos productos.
En la misma escuela donde los niños compran alimentos ricos en grasas y azúcares y pobres en nutrientes, también se venden frutas y hortalizas. Pero no las pide casi nadie.
Este reportero siguió la programación de dos canales mexicanos de televisión entre las dos y las seis de la tarde y comprobó que, en más de 100 anuncios transmitidos en cada estación, al menos la mitad correspondieron a comida chatarra.
En Estados Unidos, los anuncios televisivos de dulces, hamburguesas, cereales azucarados y afines, también conocidos como comida rápida, representan 34 por ciento de todos los que ven niños y adolescentes, según un estudio patrocinado por la estadounidense Fundación de la Familia Kaiser.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que este tipo de alimentos promueven la obesidad que afecta a más de 20 por ciento de los mayores de cinco años en la región.
La organización también afirma que los principales factores de riesgo para contraer enfermedades no transmisibles —responsables de 60 por ciento de los 56 millones de defunciones anuales en el mundo—, son escasa ingesta de frutas y hortalizas, exceso de peso u obesidad, poca actividad física y tabaquismo.
La estadounidense American Heart Association sostiene que «América Latina se diferencia de otras regiones por poseer una mayor proporción de riesgo de ataques cardiacos como consecuencia de alta presión sanguínea, grasa abdominal y estrés permanente».
En noviembre, la estatal Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil, abrió a debate público normas que prohíben la publicidad en radio y televisión de gaseosas y alimentos con altos contenidos de azúcar, grasa saturada y sal. Se espera que el gobierno emita un decreto con tales medidas a fines de junio.
La regulación de la publicidad «es interesante», porque afecta a «consumidores inocentes» como los niños, y se trata de una medida «esencial» para contener la obesidad infantil, opina Mariana del Bosco Rodrigues, nutricionista de la Asociación Brasileña para el Estudio de la Obesidad.
Algunas alcaldías han prohibido la venta de golosinas cerca o dentro de las escuelas. Otras mejoraron la merienda escolar ofreciendo frutas, jugos naturales y verduras, dijo en una entrevista.
Murilo Diversi, experto en alimentos del Instituto Brasileño de Defensa del Consumidor, explica que, para fortuna de su país, se puede regular por decreto la publicidad de la comida chatarra.
Entre los bienios 1974-1975 y 2002-2003, la proporción de hombres de entre 10 y 19 años de edad con sobrepeso en Brasil pasó de 3,9 por ciento a 17,9 por ciento, mientras en las mujeres del mismo grupo etario aumentó de 7,5 a 15,4 por ciento.
En México, de 1999 a 2006 la obesidad entre niños de cinco a 11 años aumentó 40 por ciento. En el mismo periodo, la cintura de las mujeres en edad fértil creció en promedio 10 centímetros. Además, 10 por ciento de los adultos sufren diabetes y, 30 por ciento de los niños, hipertensión, según cifras oficiales.
En este país «la epidemia de obesidad está fuera de control. Una de las causas más importantes es el cambio en los hábitos alimentarios y la falta de regulación de la publicidad de la comida chatarra», apunta Alejandro Calvillo, director del no gubernamental El Poder del Consumidor, entrevistado para este artículo.
Según el estatal Instituto Nacional de Salud Pública, en los últimos 14 años el consumo de refrescos aumentó 60 por ciento en México, segundo mercado mundial de ese producto después de Estados Unidos.
Las familias indígenas mexicanas, que son las más pobres, gastan en promedio dos dólares por semana en refrescos y menos de uno en leche, precisó el estatal Desarrollo Integral de la Familia.
Pese a las presiones de ConMéxico, asociación que aglutina a los principales fabricantes de alimentos rápidos, los legisladores estudian desde 2006 un proyecto para restringir la publicidad. También hay una iniciativa para etiquetar los envases con advertencias sobre su escaso valor nutritivo.
Pero tales proyectos están trabados, y algunos legisladores denuncian intervención y hasta amenazas de empresarios.
Fiel al discurso de fabricantes de alimentos y refrescos de otros países, Ignacio Lastra, portavoz de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación de México, declaró que una ley no solucionaría el problema de la obesidad.
Lastra opina que las familias deberían instruir a sus hijos sobre una alimentación adecuada.
En su propuesta de «Estrategia Global sobre Dieta, Actividad Física y Salud», la OMS sugiere a los gobiernos crear nuevos impuestos para desalentar la fabricación de alimentos poco saludables y limitar la publicidad dirigida a niños.
La médica Mercedes Schnell, de la no gubernamental Fundación Bengoa de Alimentación y Nutrición de Venezuela, cree que prohibir las comidas rápidas no tiene garantía de éxito.
Lo mejor es educar a los consumidores, afirma en una entrevista.
Pero, como la mayoría de los expertos, reconoce que «la desnutrición infantil y el sobrepeso y la obesidad aumentan por la mayor disposición de comida fácil, fuera del hogar, cargada de grasas saturadas, rica en azúcares libres y pobre en fibra dietética».
Aunque por ahora no hay en Venezuela iniciativas para contener el expendio de comida chatarra ni su publicidad, autoridades educativas prohibieron su consumo en muchas escuelas.
Gobiernos locales, alcaldías y asociaciones de familiares de Argentina, Brasil y México decidieron no esperar regulaciones nacionales y diseñaron programas propios para limitar la venta de esos alimentos en las escuelas y sus alrededores.
En Chile, senadores del cogobernante Partido por la Democracia estudian un proyecto de ley para regular la fabricación de los alimentos de bajo valor nutritivo y limitar su venta en centros educativos y sus proximidades.
En Panamá, existen desde 1997 prohibiciones a la distribución de frituras y bebidas gaseosas en las escuelas. Pero las autoridades de ese país reconocen que hay dificultades para aplicarlas.
Una buena alimentación, junto con políticas públicas en educación, salud, deportes y controles a la publicidad, puede corregir la tendencia creciente de la obesidad, la diabetes y las enfermedades circulatorias, apunta Bosco Rodrigues.
* Con aportes de Mario Osava (Brasil) y Humberto Márquez (Venezuela). Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Publicado originalmente el 21 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.