La escena quedó montada para un prolongado enfrentamiento por el futuro de la guerra en Iraq entre el Congreso legislativo de Estados Unidos, de mayoría opositora, y el presidente George W. Bush.
La bandera de largada fue la votación de este jueves en el Senado, que marca para octubre el comienzo de la retirada de las tropas en Iraq. Los legisladores del opositor Partido Demócrata parecen dispuestos a volver a proponer la cuestión una y otra vez en los próximos meses.
Tendrán que hacerlo, porque Bush conserva, por ahora, la fidelidad de suficientes miembros del gobernante Partido Republicano en el Congreso como para asegurarse de mantener el veto presidencial a cualquier ley que lo obligue a retirar tropas de Iraq en un cronograma específico. Al ritmo en que han aumentado las bajas estadounidenses en los últimos meses, Bush tendrá cada vez más dificultades para mantener sofrenados a los nerviosos republicanos, en especial cuando esté más cerca el ciclo electoral de 2008.
Sus dificultades aumentan a medida que cae la popularidad del presidente, cuyos índices de apoyo de gestión, según las encuestas, cayeron al peor nivel de cualquiera de sus antecesores en más de medios siglo.
"Creo que en algún momento deberán romperse", dijo el senador demócrata neoyorquino Charles Schumer, reconocido como estratega, en referencia a la minoría republicana en el Congreso. La moción de retirada "no ganará tras una votación o dos, pero sí después de cinco, seis o siete."
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De hecho, los líderes demócratas anunciaron que si, como se prevé, Bush veta la ley, aprobarán otra por la que el financiamiento para la guerra se agotaría en apenas dos meses. Eso obligaría al gobierno a volver al Congreso, a más tardar en julio, para dar otra batalla política.
La votación de este jueves fue por 51 votos positivos contra 46. La Cámara de Representantes había aprobado la cláusula por 218 a 208.
Se prevé que el proyecto sea enviado a la Casa Blanca el lunes, no por casualidad en vísperas del cuarto aniversario de la declaración de "misión cumplida" pronunciada por Bush para declarar concluida la guerra de Iraq a bordo del portaaviones USS Abraham Lincoln..
Se trata de una ley presupuestaria de emergencia de 124.000 millones de dólares, de los cuales 100.000 millones se destinarían a las guerras en Iraq y en Afganistán hasta el fin del año fiscal 2007, el 30 de septiembre.
Pero en su versión aprobada por el Congreso, la norma obliga al gobierno a comenzar a replegar las tropas de Iraq el 1 de julio, con el objetivo de completar la retirada de las fuerzas de combate para fin de año.
Si Bush determina que el gobierno iraquí cumplió ciertas metas en el camino hacia la reconciliación nacional —como enmiendas constitucionales que fortalezcan el rol de la minoría sunita y leyes que garanticen un reparto justo de las ganancias petroleras—, la norma le permitiría a la Casa Blanca retrasar el comienzo de la retirada para el 1 de octubre, y completarla el 1 de abril de 2008.
De acuerdo con la ley, algunos de los 175.000 soldados de este país que estarán desplegados en Iraq el 1 de julio permanecerán allí para entrenar y equipar a las fuerzas armadas iraquíes, participar en operaciones antiterroristas específicas contra grupos como Al Qaeda y proteger a funcionarios e instalaciones estadounidenses.
La aprobación del proyecto fue aplaudido por activistas antibélicos como un hito de su campaña.
"El Congreso acaba de aprobar la primera ley que ordena la retirada. Es un enorme paso adelante en el proceso de sacar a Estados Unidos de Iraq", dijo Jim Cason, del Comité de Amigos sobre Legislación Nacional (FCNL).
Tanto el cronograma como las metas establecidas se basan, fundamentalmente, en las recomendaciones del Grupo de Estudios sobre Iraq, un equipo de trabajo creado por el Congreso e integrado por miembros de los dos partidos, copresidido por el ex secretario de Estado (canciller) James Baker, del Republicano, y el ex representante Lee Hamilton, del Demócrata.
El Grupo de Trabajo también exhortó al gobierno a comprometer a los vecinos de Iraq, incluidos Irán y Siria, en los esfuerzos diplomáticos para fortalecer la reconciliación nacional iraquí y asegurar que la violencia no desestabilice Medio Oriente.
El gobierno avanzó, con reticencia, hacia una posición diplomática más conciliadora, y también adoptó la herramienta de establecer metas hacia la reconciliación nacional iraquí. Pero se ha opuesto con fuerza a la fijación de cualquier cronograma para la retirada, una propuesta a la que calificó de "derrotista" y "entreguista".
De hecho, Bush anunció en enero que pretendía sumar unos 30.000 soldados a los 140.000 entonces apostados en Iraq para estabilizar Bagdad y recuperar el control sobre la provincia de Al-Anbar.
Ese anuncio galvanizó a la oposición demócrata, que, fortalecida con el avance de las elecciones de diciembre en las que recuperó la mayoría de ambas cámaras, decidió desafiar la escalada de la intervención en Iraq.
Sus propuestas en ese sentido se basaron, en parte, sobre encuestas que mostraban una creciente desilusión del público estadounidense con la guerra en Iraq y con el liderazgo de Bush.
Una encuesta publicada esta semana por la cadena televisiva NBC y el diario The Wall Street Journal indicó que casi la mitad de los entrevistados en Estados Unidos creían que la situación en Iraq había empeorado en los últimos tres meses. Solo 12 por ciento creían que había mejorado.
La misma encuesta, al igual que otras divulgadas este mismo mes, también detectó un apoyo mayoritario (55 por ciento) al plan demócrata de retirada, mientras 37 por ciento coincidían con la negativa de Bush a cualquier cronograma.