AMBIENTE-BOLIVIA: El Niño más feroz por cambio climático

Bolivia ingresa al cuarto mes de la embestida de El Niño, fenómeno climático que creció y amenaza volver con una fuerza similar o mayor.

De acuerdo con pronósticos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología y de la Comunidad Científica de Agencias Internacionales, el Viceministerio (subsecretaría) de Defensa Civil anunció a principios de mes la despedida de El Niño, fase cálida de la llamada Oscilación del Sur.

Pero lluvias, riadas, desbordes de ríos y vientos huracanados no cesan en el nororiente, mientras persisten sequías, granizadas y heladas en el occidente de este país que aglutina todos los climas, desde el tropical en los llanos al polar en la cordillera andina.

Expertos entrevistados por Tierramérica coinciden en que la región andina debe prepararse para visitas más frecuentes e intensas de El Niño, a consecuencia del cambio climático.

El riesgo mayor es para el septentrional departamento de Pando, que soporta fuertes riadas a causa de las lluvias en el vecino Perú, informó el Viceministerio.

Aunque esta es la temporada de lluvias en todo el territorio boliviano, el episodio iniciado en diciembre es el más severo desde 1998.

El Niño es un fenómeno climático periódico que resulta de la interacción entre la temperatura de la superficie del océano y la atmósfera en el océano Pacífico cercano al Ecuador, que afecta a buena parte del planeta, en especial a la zona andina sudamericana.

La fuerza del de este año se veía venir, señaló a Tierramérica Óscar Paz, coordinador general del Programa Nacional de Cambios Climáticos (PNCC) del Viceministerio de Planificación Territorial y Medio Ambiente.

Puede ser una manifestación de la nueva etapa de desastres naturales, según los últimos estudios del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas, publicados en febrero.

"A consecuencia del calentamiento global, en los últimos años las lluvias se hicieron más constantes y fuertes", dijo a Tierramérica Carlos Céspedes, jefe de Planificación del Servicio Nacional de Hidrología Naval.

El fenómeno alcanzó su máxima intensidad, dijo a Tierramérica Luis Phillips, hidrólogo y gerente técnico del Servicio de Mejoramiento de la Navegación Amazónica. Según él, en el nororiente boliviano el impacto es más desastroso ahora que hace una década, pues está ocho veces más poblado y con una economía dinamizada por la ganadería, ahora diezmada por las lluvias.

La Federación de Ganaderos del nororiental Beni calcula al menos 22.000 reses muertas. Otras pérdidas, aún sin cuantificar, están vinculadas al sector agroindustrial de ese departamento y de los de Santa Cruz y Pando, donde los cultivos de arroz y soja fueron anegados.

Más de 50 personas han muerto y 79.386 familias fueron afectadas en todo el país.

Richard Quispe, de la Asociación Ecológica del Oriente, advirtió a Tierramérica que también habrá que considerar la desaparición de cobertura vegetal y las probables pérdidas de especies amenazadas de animales silvestres, como la pava copete de piedra (Pauxi unicornis), que habita en el trópico oriental.

En las lluvias de 1998 los daños superaron los 527 millones de dólares.

El tema fue tratado en la II Conferencia Alexander von Humboldt sobre el papel de la Geofísica en la Prevención de Catástrofes Naturales, del 5 al 10 de marzo en Lima, donde el oceanógrafo estadounidense Michael McPhaden avizoró más desastres si la humanidad no asume su responsabilidad en el cambio climático.

"Se sigue construyendo en zonas donde El Niño causa lluvias intensas, y se continúa con la deforestación en puntos donde provoca fuertes sequías", dijo.

Según Paz, aunque los índices de calentamiento del Pacífico Sur y el historial de los acontecimientos climáticos en la región sirven para anticipar su impacto, nunca se sabe cómo o dónde terminará..

Las medidas a tomar tendrán que ver, primero, con la tecnificación, apuntó Phillips. "En Bolivia, nuestras estaciones de control son completamente arcaicas, cuando en todo el mundo tienen instrumentos satelitales", explicó a Tierramérica.

Perú, muy vulnerable a los cambios de temperatura del Pacífico, resultó esta vez menos afectado que Bolivia, en parte por su sistema de seguimiento de El Niño y por estar mejor preparado ante sus impactos. Además, a diferencia de 1998, cuando el fenómeno arrasó territorio peruano, este año las intensas lluvias se concentraron en Bolivia, parte de Argentina y Brasil.

Según Paz, el desafío es crear un ente de alto nivel científico que trabaje en un sistema de control de este y otros fenómenos climáticos, articulado con una red de prefecturas (gobernaciones) y municipios capaces de dar alertas tempranas, establecer zonas vulnerables y planificar en consecuencia.

Mientras, el PNCC trabaja con comunidades en las diferentes regiones para entender los problemas derivados del cambio climático e integrar estas experiencias a una política nacional.

Su director aseveró que concluirá un proyecto para acceder a fondos dispuestos a partir de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (1994), a fin de vigilar los devastadores juegos de El Niño. * La autora es colaboradora de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 17 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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