Talibán, el movimiento islamista que dominó Afganistán entre 1996 y 2001 y hoy opera en la clandestinidad, muestra una nueva actitud política en el secuestro de un periodista italiano esta semana.
El marco conceptual con el que los talibanes acompañaron el secuestro y el hecho de que uno de sus más altos dirigentes conduzca la operación aumentan la incertidumbre sobre la suerte de Daniele Mastrogiacomo, de 52 años.
El último contacto de Mastrogiacomo con el diario para el que trabaja, La Repubblica, de Roma, fue el domingo, cuando informó que al día siguiente tendría "un encuentro bastante delicado".
El martes, el Talibán comunicó que había "arrestado" a Mastrogiacomo porque entró en "nuestro territorio sin autorización" (el distrito de Nad Ali, en la meridional provincia de Helmand), y que estaba "interrogándolo" por sospechar que se trataba de un espía al servicio del ejército británico.
Tal formulación es propia de un poder político que se atribuye poderes soberanos en el territorio por cuyo control libra una guerra contra quienes considera invasores: las fuerzas militares de Estados Unidos y de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Estas fuerzas iniciaron ese mismo martes su anunciada ofensiva de primavera, que bajo el nombre de Aquiles involucra a unos 4.500 soldados extranjeros y a 1.000 afganos.
También informaron que la acción del secuestro era conducida por el mulá Dadullah, considerado el comandante militar de los insurgentes y número dos de la organización detrás de su líder histórico, el carismático mulá Omar.
Sería la voz de Dadullah la que, en un mensaje grabado entregado el miércoles a un corresponsal de la agencia de noticias AFP en Pakistán, afirma que Mastrogiacomo "confesó" lo siguiente: "Los británicos nos dijeron que entrevistásemos a los talibanes y que les dijésemos dónde están para poder bombardearlos."
El director de La Repubblica, Ezio Mauro, afirmó que Mastrogiacomo era un corresponsal de guerra que cubría regularmente Iraq, Líbano y Medio Oriente, así como Afganistán, y que llevaba 27 años trabajando en el diario y no para militares ni servicios secretos de país alguno.
La acusación de los talibanes podría ser una fórmula para justificar una operación política mucho más elaborada, como sugieren las palabras del presunto Dadullah: "Los occidentales (…) dan libertad a sus medios de comunicación, no a los nuestros. Quieren la libertad de prensa unidireccional, pero nosotros la rechazamos: o es total o está prohibida."
Y agregó: "Nadie puede aceptar que periodistas talibanes estén en prisión mientras que los occidentales están libres."
La voz se refería a los portavoces talibanes Mohammad Hanif, arrestado en enero pasado, y Abdul Latif Hakimi, arrestado el 4 de octubre de 2005, que, dijo, deben ser liberados.
Ambos mantenían regularmente contactos telefónicos con medios de comunicación afganos e internacionales.
No obstante, Dadullah agregó: "Primero discutiremos sobre los medios de comunicación, si deben ser libres o prohibidos. Después decidiremos sobre el destino de los prisioneros."
El régimen talibán heredó el concepto soviético sobre los medios de comunicación, profundizándolo: clausuraron los diarios y canales de televisión, mientras que la radio, rebautizada "La voz de la sharia" (ley islámica), transmitía solo cuatro horas diarias.
La Unión Soviética invadió Afganistán en 1979, para apuntalar el gobierno comunista instalado allí el año anterior, y se retiró de ese país en 1989, derrotada por los afganos.
Una hipótesis aún no verificada es que el Talibán proponga un intercambio de "prisioneros", Mastrogiacomo por Hanif y Hakimi, lo cual daría sentido a la frase "después decidiremos sobre los prisioneros".
Pero la versión del "italiano espía inglés" también podría tener el objetivo de acomodar la expectativa frustrada de secuestrar directamente a un inglés, como hizo saber, erróneamente, la primera información de los talibanes sobre el arresto.
¿Lo habrían preferido? Muy probablemente, sí.
En la ofensiva Aquiles participan tropas británicas, canadienses, holandesas y afganas. Italia, en cambio, encuadra su presencia militar en la misión para el mantenimiento de la paz convocada por la Organización de las Naciones Unidas y se niega a involucrarse en la guerra.
Tradicionalmente, el gobierno italiano negocia. Estados Unidos y Gran Bretaña, no. El presidente afgano Hamid Karzai no se sabe, aunque tiende a coincidir con Washington.
Coherente con su política, Italia ha informado que mantiene abiertos todos sus canales de comunicación. Que se sepa, los talibanes aún no los han usado.
Ahmadí, un portavoz talibán, informó el jueves telefónicamente a la agencia afgana Pajhwok Afghan News que la investigación sobre Mastrogiacomo estaba concluyendo pero que aún no se había decidido qué hacer. "Nuestros líderes decidirán su destino", concluyó.
De los 21 extranjeros secuestrados desde noviembre de 2003 sobre los cuales se ha informado, nueve fueron asesinados. En ningún caso los responsables, a veces talibanes, utilizaron la terminología y conceptos expresados esta vez.
Hubo casos en los que los secuestradores pusieron exigencias de tipo político para liberar a sus secuestrados, pero poco después resultaba evidente que la reivindicación central o exclusiva era económica.
En otros casos, los talibanes mataron directamente a quienes, afganos o extranjeros, consideraban espías al servicio de "los invasores".
Resta por verse si en la negociación que debería iniciarse en las próximas horas el jefe talibán tendrá una ductilidad coherente con el poder y la autoridad que ha buscado subrayar.
De ello, y de la habilidad de Roma para negociar con sus aliados en el frente de batalla y con el presidente Karzai —si Dadullah exigiese cosas que no dependen sólo de Italia, como la liberación de Hanif y Hakimi— depende la vida de Mastrogiacomo.
*El autor ha trabajado en Afganistán en los tres últimos años.