TAILANDIA: Diálogo no, bombas sí

Los musulmanes malayos del sur de Tailandia conmemoraron el Año Nuevo Chino con una demostración de fuerza que sacudió a la dictadura militar: una ola de violencia que sumergió cuatro provincias fronterizas con Malasia.

El domingo se registraron 31 atentados con bomba, 14 incendios intencionales y dos tiroteos en las provincias de Yala, Narathiwat, Pattani y Songkhla.

La mayoría de los nueve muertos y medio centenar de heridos que resultaron de esos operativos, según aseguraron este lunes fuentes oficiales tailandesas, eran tailandeses de ascendencia china que recibían el Año del Cerdo en hoteles, bares de karaoke y centros comerciales.

Las detonaciones ocurrieron en un periodo de apenas una hora, lo que sugiere una coordinación entre las células insurgentes y un "nivel de eficiencia" mayor de las previstas, aseguraron analistas.

"Esto confirma que el gobierno y los militares no encontraron una política adecuada para responder a la guerrilla urbana", dijo a IPS el experto en seguridad nacional Panitan Wattanayagorn, de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok.

"Los ataques tenían como objetivo la comunidad chino-tailandesa en el Año Nuevo, para mantener el nivel de violencia, crear pánico y forzar la migración de los budistas y chinos locales", evaluó.

La serie de atentados ocurrió en un momento crítico para el gobierno que encabeza el general Surayud Chlanont.

La semana pasada, la dictadura militar manifestó, durante una visita del primer ministro malasio Abdullah Badawi, su intención de avanzar en sus planes de reconciliación con la población del sur, predominantemente malaya y musulmana.

El gobierno malasio aplaudió el anuncio, y anunció que colaboraría con el diálogo.

En ese marco, la mayoría de los analistas interpretan la ola de violencia del domingo como una señal de rechazo de los malayos musulmanes a cualquier tipo de negociación.

"El mensaje es muy consistente: esto es una guerra de liberación que debe ganarse por la fuerza", dijo el investigador de derechos humanos Sunai Phasuk, de la organización de derechos humanos Human Rights Watch.

"No quieren negociaciones, reconciliación ni coexistencia con las otras comunidades del área", agregó. "No están interesados ni siquiera en el diálogo político y tampoco quieren dejar de atacar civiles, ni siquiera los de su propia comunidad. Tienen una perspectiva de la situación en blanco y negro. No hay espacio para nada más."

Surayud tuvo un recordatorio sobre el carácter de su adversario cuando viajó al sur para disculparse con la comunidad malayo musulmana por los excesos que sufrieron a manos de anteriores gobiernos tailandeses.

En la primera semana de diciembre, se suspendieron las clases en casi mil escuelas de las cuatro provincias a causa de ataques en los que se incendiaron 12 centros de estudios y cinco educadores murieron.

Los ataques contra monjes y pobladores budistas se habían intensificado ya en noviembre. Muchos miembros de esa comunidad debieron abandonar sus hogares.

El año terminó con la insurgencia ganando terreno y letales ataques en los que murieron 2.000 personas.

"No distinguen entre combatientes y no combatientes. El gobierno tiene dificultades para proteger a la gente", dijo a IPS la analista del Grupo Internacional de Crisis Francesca Lawe-Davies, experta en Asia sudoriental.

Mientras, continúa la represión contra musulmanes de la zona a manos del ejército, como fue el caso de Muhamud Arming Usoh, obrero de 42 años en una plantación de caucho.

El Grupo de Trabajo sobre Justicia y Paz informó que Usoh fue arrestado sin acusación durante siete días, en los cuales sufrió tortura. El grupo aseguró que el trabajador sufrió quemaduras de cigarrillos en orejas, cuello, pecho y genitales.

Setenta y ocho niños y hombres musulmanes murieron por sofocación arrestados por militares en el periodo de gobierno anterior, encabezado por el depuesto primer ministro Thaksin Shinawatra.

Los sangrientos choques separatistas son constantes en el sur de Tailandia desde los años 60. Los combates se concentraban entonces en las selvas y en las colinas. Pero ahora se trasladaron a las ciudades.

"A veces parece que copian el estilo de combate de Iraq", dijo a IPS el médico Arefen Thaipratan, que trabaja en el principal hospital de la meridional ciudad de Yala.

La tensión étnica se remonta a 1902, año en que Siam, el nombre con el que entonces se conocía a la actual Tailandia, se anexó las provincias de Yala, Pattani y Narathiwat, hasta ese momento parte del reino musulmán de Pattani.

Los malayos musulmanes lamentan la política económica y cultural discriminatoria hasta ahora dominante en los gobiernos en Bangkok, que favorecían a la mayoría tai y budista. (FIN/IPS/traen-mj/mmm/rdr/ap ip hd pr cr/07)

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe