Son casi 300 obreras y obreros de un asentamiento irregular de la capital argentina dispuestos a vivir con dignidad. Codo con codo y con el emblemático pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo estampados en sus overoles azules, comparten la construcción de viviendas.
Contribuir a soluciones habitacionales en barrios empobrecidos es una inquietud más puesta en práctica por la Asociación Madres de Plaza de Mayo, tres décadas después de que se congregaran para buscar sin desmayo y contra viento y marea a sus hijos desaparecidos por la represión de la dictadura militar que imperó de 1976 a 1983.
Reconocidas internacionalmente por su labor en defensa de los derechos humanos, incorporaron en su quehacer otras aristas en el trabajo social. En ese marco, emprendieron el año pasado la misión de construir viviendas dignas en asentamientos, descalificados en Argentina como "villas miserias".
El primer proyecto se lanzó el 16 de octubre en Villa 15, más conocida como Ciudad Oculta y ubicada en el sureño barrio capitalino de Villa Lugano, con la participación de 280 trabajadores de la construcción, la mitad mujeres.
El diseño es para dos complejos de 36 viviendas cada uno y las unidades son de 62 metros cuadrados, con tres dormitorios, un baño, una cocina, agua caliente y calefacción central.
La obra se destaca en un contexto de calles de tierra y precarios hogares, donde un elemento tan indispensable para la higiene y la salud como la red de cloacas y sanitarios es una excepción a la regla de vivir con lo que hay y no como se debería.
Todas y todos quienes laboran en este proyecto visten trajes azules, con el lema "Vivienda digna" y el dibujo de un pañuelo blanco, la prenda con la cual las madres cubrían su cabeza para presentarse cuando a mediados de los años 70 iniciaron su ronda de los jueves para pedir por sus hijos en plaza de Mayo, frente a la sede del gobierno. Hoy es su símbolo universal.
El método de construcción es de origen italiano, impuesto por la firma Emme Due, y se basa en levantar estructuras de polietileno, envueltas en acero y revestidos en cemento. El sistema es económico y térmico, ya que permite ahorrar energía y mantener ambientes frescos en verano y cálidos en invierno.
El costo de cada complejo ronda los dos millones de pesos argentinos (650.000 dólares), es financiado por el Ministerio de Derechos Humanos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y los destinatarios fueron elegidos entre los habitantes del lugar que fueron victimas de un incendio y hoy sobreviven en precarias condiciones, sólo refugiados debajo de chapas y cartones.
Félix Narváez tiene 38 años y tres hijos —Yamil, de 10, Félix, de ocho, y Kevin, de dos— fue uno de los damnificados por el fuego que arrasó con su casita hace más de un año. Ahora no sólo es jefe de electricistas de la obra sino también uno de los futuros propietarios.
"La construyo con cariño", subraya. "Estoy muy orgulloso, porque acá me siento valorado, no explotado y me gusta que me escuchen. El día del incendio, mi hijo Félix me preguntó "¿ahora dónde vamos a dormir?". Esa fue la pregunta más dolorosa de mi vida. En cambio, hoy estoy construyendo esta respuesta para darle un techo", le cuenta a IPS.
La diferencia entre la metodología de trabajo de una organización de derechos humanos y una empresa salta a la vista.
"Nosotros construimos, pero no nos importa ganar dinero con la lógica capitalista de pagar menos sueldos por más horas de trabajo. Esta es una forma de hacer pequeñas revoluciones en los barrios a través de levantar viviendas dignas y de generar trabajo genuino", explicó a IPS el ingeniero Juan Enrique Reale, director de proyectos de la Fundación Madres de Plaza de Mayo.
Casi 100 por ciento de los trabajadores de la obra son pobladores del barrio a quienes, generalmente, les cuesta conseguir empleo por cargar con el estigma social de vivir en un asentamiento irregular.
Otro dato que llama la atención es que la mitad de los puestos de trabajos está cubiertos por mujeres, capacitadas para un oficio del que muchas veces son excluidas por prejuicios sexistas.
Jessica Reta, con 26 años y madre de tres hijos, es un ejemplo de cómo el trabajo puede abrir otras expectativas a una joven que hasta ese momento sólo se aferraba a la maternidad.
"Pensé que sólo estaba para atender a mi marido, mi hijo y la casa", comentó a IPS Reta, mientras, en vez de atender su hogar, lo construye.
"Yo terminé el colegio secundario, pero al ver que no podía avanzar y que nadie me daba trabajo por vivir en una villa perdí las metas y las esperanzas". Ahora, en cambio, esta joven vuelve a su casa después de una jornada "cansadora", pero con la satisfacción de seguir aprendiendo.
"Tenemos cursos de electricidad, colocación de cerámica y plomería (fontanería). Los hombres que eran nuestros vecinos y estaban desocupados ahora son nuestros maestros", revaloriza la joven obrera.
"Es increíble la fuerza, la voluntad y la exactitud con la que trabajan las mujeres", destacó Reale.
Este ingeniero también explica que la cantidad de madres que comenzaron a ponerse el casco y el overol obligó a sumar un nuevo plan en el barrio e inaugurar un jardín maternal para que los hijos e hijas de las trabajadoras fueran asistidos mientras sus madres levantaban paredes.
Hebe de Bonafini, la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, expresó que "los emprendimientos de vivienda significan saldar una deuda que las Madres siempre tuvimos con los barrios, con las personas en situación de calle, con los más marginados".
Pero los sueños de las Madres siguen. El 22 de este mes comenzaron a construir una nueva serie de viviendas en Los Piletones, en Villa Soldati, otro de los barrios vulnerables de Buenos Aires.
En ese caso, lo llamativo es que ganaron una licitación abierta por el gobierno autónomo de la Ciudad de Buenos Aires, en competencia con empresas privadas, para levantar con este mismo sistema de construcción, sin ladrillos, un plan de 432 viviendas.
El proyecto de la Fundación Madres de Plaza de Mayo resultó triunfante por su valor social agregado, pues se comprometió a construir un jardín maternal, dos escuelas, un centro comunitario, un hospital y dar capacitación y condiciones dignas de trabajo para los pobladores del barrio.
De este modo las Madres de Plaza de Mayo son un símbolo que pasó del dolor a la construcción. Son la memoria del país, pero también quieren ser su futuro.