AMBIENTE: Cuando un océano no basta

Gracias al rastreo satelital, científicos argentinos descubrieron que los elefantes marinos del sur necesitan más espacio para sobrevivir: pueden bucear a 1.200 metros de profundidad buscando alimento en el Atlántico sudoccidental y desplazarse hasta el Pacífico sin ser advertidos.

El mapeo de los desplazamientos de este mamífero (Mirounga leonina), que exceden el vasto mar Patagónico, se realiza en el marco del proyecto Modelo del Mar, una iniciativa conjunta de la Wildlife Conservation Society y el Centro Nacional Patagónico de Argentina..

Los resultados permiten "advertir que para conservar la biodiversidad oceánica no alcanza con pequeñas áreas protegidas, sino que se necesitan grandes dimensiones, acordes con el espacio de las especies que se quiere preservar", dijo a Tierramérica el director ejecutivo del proyecto, Claudio Campagna.

"Un modelo integrado nos permitiría entender el ecosistema en su conjunto, incorporando a la ecuación de manejo el costo de los impactos para asegurarnos de que el capital natural no se comprometa", afirmó.

El mar Patagónico, que se extiende sobre dos millones de kilómetros cuadrados al sudoeste del Atlántico, representa uno de los ecosistemas marinos templados más ricos y productivos del planeta, según los expertos de Modelo del Mar, que promueven una gestión del sistema basada en el principio de precaución.

Las aguas que bañan la ribera oriental de la Patagonia, al sur de Argentina, albergan grandes concentraciones de fito y zooplancton, alimento de una amplia variedad de calamares, crustáceos y moluscos. A su vez, de estos dependen aves y diversos mamíferos marinos que se reproducen en las costas.

Este conjunto está amenazado por la sobrepesca. "La idea es encontrar un equilibrio entre las necesidades de la biodiversidad y las del ser humano. Buscamos determinar dónde se puede utilizar el mar con tranquilidad y dónde el uso tiene un impacto ambiental que sugiere detenerse", explicó Campagna.

Para eso, el elefante marino del sur resulta un buen indicador de un ambiente viable.

La bióloga Valeria Falabella recibe la información satelital para definir localizaciones de estos animales desde que salen de península de Valdés, en la meridional provincia de Chubut, sede del Centro Nacional Patagónico. En esas costas se concentra la colonia reproductiva de la especie.

Esa información se ingresa en un programa informático que dibuja el trayecto seguido por el animal elegido para ser rastreado. Define las áreas donde permanece por más tiempo para alimentarse y permite elaborar mapas con los movimientos de la especie.

"La definición de áreas de relevancia para la supervivencia de las especies es fundamental para avanzar en acciones de conservación, y estas herramientas nos ayudan a entender los requerimientos biológicos de las especies y cómo interfieren las actividades humanas", explicó Falabella a Tierramérica.

Desde que comenzó el proyecto, en 2003, fueron seguidos 23 animales. Actualmente son rastreados 11.

Los elefantes marinos nacen con unos 40 kilogramos y son destetados en apenas tres semanas, cuando pesan 130 kilos ganados solamente a base de leche. Las hembras adultas pesan en promedio 600 kilos y los machos 3.000. "Los adultos llegan apenas a los 14 o 15 años", precisó Campagna.

El seguimiento de la especie permite conocer que los adultos machos se alimentan principalmente en la plataforma y el talud continental, en una banda de 300 kilómetros de costa donde se localizan importantes caladeros. En cambio, las hembras se desplazan por la cuenca oceánica hasta 1.000 kilómetros de la ribera.

Dos de las hembras rastreadas que salieron de península de Valdés llegaron al Pacífico, y una de ellas regresó, 228 días después, a través del estrecho de Magallanes. En la travesía, de más de 8.000 kilómetros, aumentó de 179 a 196 kilos, lo que indica una campaña extenuante pero exitosa.

Otra de las hembras seguidas alcanzó las islas Georgias, límite sudoriental del mar Patagónico, y hay registros de individuos que llegan a la Península Antártica. En sus recorridos bucean sin perderse a una profundidad de hasta 1.200 metros, saliendo a la superficie cada media hora para respirar.

Cada vez que emergen, los instrumentos satelitales que portan sobre su cabeza emiten una señal que permite localizarlos.

Mirtha Lewis, doctora en ciencias veterinarias y codirectora del proyecto de elefantes marinos en el Centro Nacional Patagónico, dijo a Tierramérica que cada octubre nacen 14.000 crías en la colonia de península de Valdés, cuya población está calculada en 42.000 ejemplares.

"Pero ese total no está simultáneamente en la costa", precisó.

"Los elefantes alternan fases de alimentación en el mar con fases terrestres de varias semanas durante las cuales no se alimentan", explicó. Lo máximo que se puede observar a lo largo de 200 kilómetros de costas es 25.000 individuos, añadió.

"En cambio, cuando los elefantes se alimentan en el mar el área de distribución es mucho más amplia, cubre cerca de 4,7 millones de kilómetros cuadrados en el Atlántico sudoccidental, pero algunos cruzan el Pacífico y otros llegaron hasta las islas Georgias", abundó.

* La autora es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 17 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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