Somalia se volvió la nueva frontera de la «guerra contra el terrorismo», uniéndose a las impopulares ocupaciones de Afganistán e Iraq y preocupando al resto de África.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, lanzó su guerra contra el terrorismo para deshacerse del movimiento Talibán en Kabul y de Saddam Hussein en Bagdad, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
En el caso de Somalia, Etiopía se encarga del trabajo sucio de Bush. Militares de ese país, respaldando al endeble Gobierno de Transición Federal somalí, echaron a un grupo de militantes islámicos radicales de la capital, Mogadiscio, el 28 de diciembre.
Los Islamistas, que se hicieron populares después de tomar el control de Mogadiscio tras derrotar a los señores de la guerra a favor de Estados Unidos en junio, dieron visos de estabilidad tras 15 años de disturbios.
Desde la caída del dictador Mohamed Siad Barre en 1991, ese país no cuenta con una autoridad central efectiva. Pero, tras su derrocamiento, los rebeldes comenzaron a enfrentarse entre sí.
En 10 días los efectivos etíopes sacaron a los Islamistas del poder. Ahora van tras lo que el primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, llama "combatientes internacionales de la jihad" (guerra santa) de sus escondites en la frontera entre Somalia y Kenia.
Como parte de su "guerra contra el terrorismo", Estados Unidos envió aviones para bombardear presuntos refugios de combatientes en una aldea de esa región limítrofe a principios de este mes.
Como resultado de esa participación en el conflicto, Washington dificultó una iniciativa de África, que había propuesto enviar 8.000 soldados de las fuerzas de paz a Somalia, según varios analistas.
"La última intervención estadounidenses para bombardear emplazamientos islamistas complicó el papel de África y enturbió las aguas. Por lo tanto, quien despliegue tropas en Somalia será considerado un agente de Estados Unidos", dijo el especialista en relaciones internacionales de la Universidad Witwatersrand, de Sudáfrica, David Monyae en entrevista con IPS.
Es común escuchar noticias de ataques somalíes contra las tropas invasoras etíopes, aunque en Somalia son esporádicas.
El primer ministro de Etiopía declaró que sus efectivos sólo permanecerán en Somalia "unas pocas semanas", sembrando el temor de que se genere un vacío de poder tras su retiro.
"Cuanto antes salgan los etíopes de Somalia, mejor. Su presencia seguirá generando resentimientos dada su larga historia común", indicó por teléfono desde Pretoria Korwa Adar, del Instituto Africano de Sudáfrica y autor del ensayo "Política exterior de Kenia hacia Somalia 1963-1983".
Somalia y su gigante vecino Etiopía se enfrascaron en dos guerras sangrientas en 45 años. El primero es de mayoría musulmana mientras el segundo tiene una vasta población cristiana, dominante en su capital, Adís Abeba.
"Estados Unidos y la Unión Europea deben suministrar fondos para que las fuerzas para el mantenimiento de la paz reemplacen a los etíopes lo antes posible", añadió Adar.
Por su parte, Washington prometió 40 millones de dólares para Somalia.
El canciller keniata Raphael Tuju, enviado por las naciones de África oriental, se reunió el lunes con el presidente de Sudárica, Thabo Mbeki, para solicitar tropas para su país, petición que será analizada por Pretoria en los próximos días.
Pero Sudáfrica, centro neurálgico diplomático y económico de este continente, llegó al límite de su capacidad. Tiene 3.000 soldados de las fuerzas de paz en Burundi, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Sudán y a lo largo de la frontera entre Etiopía y Eritrea.
"No creo que Sudáfrica pueda comprometerse a enviar un ejército por un largo tiempo a Somalia. Es mi opinión y las cosas pueden cambiar. Pero antes de eso, puede realizar esfuerzos diplomáticos ante la Unión Africana y Naciones Unidas", señaló Monyae.
El primer ministro somalí Ali Mohamed Gedi dijo a su parlamento de transición el martes que esperaba recibir tropas de al menos Malawi, Nigeria, Senegal, Sudáfrica y Uganda, para fines de este mes.
Aparte de Uganda, que ya prometió 1.500 efectivos, las otras naciones aguardan la cumbre de la Unión Africana del 29 al 30 de este mes en Etiopía para tomar decisiones y discutir pautas claras para el envío de tropas a Somalia.
"No van a desplegar tropas que serán masacradas", apuntó ese especialista.
Somalia tiene una imagen de desorden, anarquía y baño de sangre. En la década del 90, los llamados señores de la guerra se enfrentaron con las fuerzas de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En 1993, combatientes somalíes derribaron dos helicópteros militares Black Hawk de Estados Unidos matando a 18 soldados.
El incidente motivó el retiro de las tropas estadounidenses de Somalia en 1994 y, al año siguiente, el de los cascos azules de la ONU.
"Estados Unidos no debería participar en las fuerzas de paz ni en las conversaciones vinculadas a Somalia. Éstas deberían estar a cargo de la IGAD y la Unión Africana", sostuvo Adar.
IGAD es la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo integrada por Djibouti, Etiopía, Eritrea, Kenia, Somalia, Sudán y Uganda.
"Creo que será una buena idea desplegar fuerzas de paz porque son neutrales. Eso le dará legitimidad y esa es la palabra clave. Deben excluir a los países que se perciben como aliados de Estados Unidos, como Etiopía y Djibouti (donde hay una base estadounidense)", indicó Monyae.
"Y las fuerzas de paz en Somalia deben reunirse y aquellos que estén contra la paz deben quedar aislados", sostuvo. Adar fue más lejos. "El Gobierno de Transición Federal debe tratar de reunir a todos los actores en el gobierno y en las negociaciones de paz. No queremos que se pierda una oportunidad", apuntó.
No queda claro si el gobierno hablará con el líder fugitivo islamista jeque Hassan Dahir Aweys, quien está en la lista de presuntos terroristas de Estados Unidos.
Aweys estuvo al frente de Al-Itihaad al-Islamiya, una organización vinculada Al Qaeda. Él alegó que ya no existe pero sigue despotricando contra Estados Unidos en sus apariciones públicas.
Washington cree que muchos agentes de la red terrorista Al Qaeda, sospechosos del bombardeo a la embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998 en el que perecieron 214 personas, incluidos 12 ciudadanos de ese país, se esconden en la caótica Somalia.
Uno de ellos es el comorense Fazul Abdullah Mohammed por el que Washington ofrece una recompensa de cinco millones de dólares para quien ofrezca información que permita darle captura.
Mohammed también está vinculado a una célula terrorista que bombardeó en 1998 la embajada de Estados Unidos en Dar es Salaam, Tanzania, y el ataque con misil de 2002 a un hotel israelí en el puerto de Mombassa, en Kenia, sobre el océano Índico.
Por su parte, Etiopía no está contenta de compartir frontera con dos estados islámicos, Somalia y Sudán. También le preocupa el resurgimiento de la idea de una Gran Somalia, reflotada por los Islamistas.
La Gran Somalia se refleja en los cinco puntos de la estrella que tiene la bandera celeste de ese país. La estrella representa a Somalia septentrional, la República de Somalilandia, fusionadas en la independencia a principios de los 60, la región de Ogaden de Etiopía, parte de Djibouti y el norte de Kenia.