El Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC) cerró sus puertas hace dos años y sus principales figuras quedaron fuera del gobierno, pero las ideas de esta institución académica pionera del neoconservadurismo para Medio Oriente siguen en pie.
La estrategia "wilsoniana" (inspirada en el ideario del presidente Woodrow Wilson, 1913-1921) del PNAC promueve la transformación de Iraq en un modelo de democracia pluralista que tendría un efecto dominó en una región de autócratas, monarquías y teócratas.
La opresión y las políticas retrógradas de estos regímenes constituyen, desde la perspectiva neoconservadora, la principal causa del islamismo extremista antiestadounidense.
Pero esa visión "idealista" parece haber desaparecido del discurso del gobierno de George W. Bush, en particular en el último año, en cuyo transcurso Iraq cayó sin pausa en una guerra civil de carácter religioso-
Además, por entonces quedó claro que la justificación principal para la invasión de 2003 —la supuesta posesión de armas de destrucción masiva por parte del régimen del ejecutado Saddam Hussein— resultó infundada.
Pero el "idealismo" era el centro de la carta publicada en la prensa apenas nueve días después de los atentados terroristas que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y en Washington el 11 de septiembre de 2003 y remitida por el PNAC a Bush.
Esa misiva exhortaba al gobierno a concentrarse en la "guerra contra el terror", contra lo que consideraba la principal amenaza regional a la seguridad de Israel, "el mejor aliado de Estados Unidos contra el terrorismo internacional".
De hecho, la carta del 20 de septiembre de 2001, firmada por una cuarentena de figuras neoconservadoras y belicistas, sugería que el régimen de Talibán en Afganistán y la red terrorista Al Qaeda deberían ser considerados una mera entrada en una cena de seis platos, el principal de los cuales sería el Iraq de Saddam Hussein.
La Autoridad Nacional Palestina (ANP), el chiita Partido de Dios de Líbano (Hezbolá), Irán y Siria también serían disfrutados en el festín. Todos los platillos parecen estar de vuelta en el menú.
La carta mencionaba, pero sólo al pasar, su apoyo a la acción militar en Afganistán para "capturar o asesinar" a Osama bin Laden, y para "destruir su red de asociados".
Saddam Hussein "constituirá una temprana y tal vez decisiva victoria en la guerra contra el terrorismo internacional" que también "deberá apuntar contra Hezbolá".
En palabras que aún resuenan familiares, la carta advierte: "Creemos que el gobierno debería exigir el cese inmediato, por parte de Irán y Siria, de todo apoyo militar, vinanciero y político a Hezbolá y sus operaciones. De negarse a cumplir, el gobierno debería tomar represalias adecuadas contra esos conocidos países promotores del terrorismo."
Finalmente, la carta reclamaba a Bush cortar la asistencia a la ANP a menos que esa entidad, entonces presidida por el líder histórico palestino Yasser Arafat, pusiera fin a toda operación terrorista contra Israel. Seis meses después, El propio PNAC propuso al gobierno romper todo vínculo con Arafat.
El PNAC carecía desde 2005 hasta de un empleado que conteste su número telefónico en Washington. En junio pasado, el diario The Washington Post publicó un informe que se parecía mucho a un obituario de esta autodenominada "institución educativa sin fines de lucro".
Según una fuente no identificada consultada por el periódico, la organización se "dirige hacia un cierre" con el sentimiento de "objetivo cumplido". El Proyecto estaba inactivo desde enero de 2005.
Entre las 27 personalidades que fundaron hace nueve años el PNAC figuraban el hoy vicepresidente Dick Cheney y el hasta diciembre secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, además de al menos media docena de los halcones más poderosos del primer gobierno de Bush (2001-2005).
En los años siguientes a la guerra en Afganistán, buena parte de la agenda del PNAC se cumplió. Pero los resultados difieren mucho de lo previsto.
Luego de desalojar a Talibán y Al Qaeda de Afganistán, Washington rompió sus vínculos con la ANP en junio de 2002, y comenzó a restaurarlos luego de la muerte de Arafat para luego volver a cortarlos con el triunfo del partido islámico Hamas en Palestina en enero de 2006.
Estados Unidos y una coalición internacional invadieron Iraq en marzo de 2003 y, casi cuatro años después, se encuentra enfrentando una extremadamente costosa campaña contrainsurgente que ni el gobierno ni los neoconservadores anticiparon.
La mayoría de los expertos militares y en asuntos árabes creen que Washington libra una guerra perdida. Observadores políticos son unánimes en asegurar que el malestar de la ciudadanía con la guerra fue la principal causa del triunfo del opositor Partido Demócrata en las elecciones legislativas de noviembre.
Mientras, importantes figuras del gobernante Partido Republicano se vuelven contra la presencia estadounidense en Iraq.
Finalmente, Hezbolá e Israel libraron una guerra de un mes en julio y agosto considerada una gran victoria política, y tal vez militar, para el movimiento libanés y para sus principales, Irán y Siria, acusados por Estados Unidos de desestabilizar Iraq.
El conflicto Hezbolá-Israel, combinado con el programa nuclear iraní y el hecho de que el régimen islámico en Teherán emergió como el principal ganador de las guerras de Washington en Afganistán e Iraq, es la principal causa por la cual la Casa Blanca volvió a apuntar contra los blancos originales del PNAC.
Para el PNAC, acabar con Talibán y con Al Qaeda era, hace cinco años, un mero preludio de la guerra contra los enemigos de Israel. Pero el gobierno relegó a esos dos adversarios, y Talibán parece haber resurgido inesperadamente al año pasado.
Mientras, hasta el director nacional de Inteligencia de Estados Unidos, John Negroponte, advertía que Al Qaeda aún es la principal amenaza a la seguridad del país. (FIN/IPS/traen-mj/jl/ks/mm na ip ik sp/07)