Más de 20.000 obreros textiles egipcios lograron una inusual victoria contra los planes de privatizar una empresa estatal, gracias a una huelga masiva que obligó a retroceder a la gerencia de la firma y al gobierno.
Los líderes sindicales señalan que el triunfo infundió vida al problemático movimiento sindical del país, debilitado por reiterados ataques del gobierno del presidente Hosni Mubarak, favorable al libre mercado.
La última huelga en la ciudad de Mahala el-Kobra, ubicada unos 130 kilómetros al noroeste de El Cairo, había sido en 1988.
Los trabajadores de la Compañía Textil Al-Mahala (Ghazl Al-Mahala), realizaron manifestaciones durante cinco días desde el fin de semana pasado y ocuparon varias fábricas para protestar contra una decisión del presidente de la empresa, Mahmoud El-Gebaly, de retener bonificaciones prometidas antes por el gobierno. Casi la cuarta parte de los huelguistas eran mujeres.
La gerencia había dicho que con esa decisión buscaba reducir los gastos, aunque la promesa original era dar a los trabajadores una magra bonificación anual de unos 35 dólares.
En respuesta, los obreros lanzaron una protesta masiva y espontánea en esta ciudad, denunciando al gobierno de corrupción y de querer hacer a la compañía más atractiva para compradores potenciales bajo el programa de privatización de Egipto patrocinado por el Banco Mundial. También dejaron de trabajar durante dos días y medio.
Durante las manifestaciones, miles de trabajadores portaron falsos ataúdes donde aparecía escrito el nombre del presidente de la firma. Exigieron su renuncia, así como una investigación sobre su desempeño y el de su personal. También demandaron el pleno pago de los beneficios extra prometidos.
Los policías egipcios, habitualmente brutales, se vieron abrumados por la cantidad de manifestantes, lo que también sorprendió al gobierno. La policía entonces no intervino durante cinco días, prefiriendo enviar miles de soldados para rodear a los trabajadores y a las fábricas ocupadas.
Las protestas, de las mayores de este país en los últimos años, motivaron titulares de portadas incluso en los periódicos estatales, y acapararon la atención pública por varios días.
"La revolución laboral", rezaba un título en el diario de oposición Al-Wafd. El independiente Al-Masri al-Youm publicó fotografías de obreros entonando cánticos contra el gobierno y cargando los falsos ataúdes. Otros realizaron una cobertura de dos páginas sobre los acontecimientos casi a diario en las últimas dos semanas.
La manifestación fue una ocasión para que activistas por los derechos laborales en Egipto expresaran muchas de sus quejas.
A propósito de las elecciones sindicales, los obreros portaban carteles llamando a algunos de los miembros "arregladores de elecciones", luego que muchos de ellos se unieron a la gerencia.
Los comicios se realizaron el mes pasado en medio de acusaciones de fraude y manipulación por parte del gobierno y la policía, que buscaban apartar a empujones a los candidatos de la Hermandad Musulmana, la mayor organización política del país.
Los trabajadores también manifestaron otros varios problemas.
"El vapor y la polvillo que desprende la lana obstruyen nuestros pulmones. Me estoy enfermando de asma. Y después de todo esto ellos querían privarnos de nuestros derechos. La paciencia tiene un límite. ¿Qué más nos pueden sacar?", dijo a IPS Saeed Abdallah, de 31 años y padre de tres hijos.
"Solamente Dios nos salvó a nosotros y a esta compañía de la completa destrucción, a causa del nivel de indignación al que nos empujaron", agregó Ayman Taha, de 28 años, que trabaja en el departamento de ventas de Ghazl Al-Mahala.
"Cuando se trata de los alimentos que ponemos sobre la mesa de nuestros hijos, no podemos controlarnos", declaró Taha.
"Nos acusan de hacer la huelga porque fuimos infiltrados por la Hermandad Musulmana. Ellos siempre dicen eso y no miran sus propias acciones. No queda ningún miembro de la Hermandad Musulmana entre nosotros. Ellos los arrestaron a todos antes de las elecciones (de los sindicatos). Esto no fue organizado, pero fue mejor que estallar en violencia", añadió.
Otros trabajadores expresaron su indignación por los despidos de colegas que se habían enfermado en el trabajo, tales como Abdelaziz Abdelmawla, un obrero textil que fue despedido tras ser hospitalizado por problemas renales. Los trabajadores dijeron que la empresa debería haberlo apoyado o pagarle una pensión.
Muchos consideran que los abusos laborales, los bajos salarios y la enorme disparidad entre sus ingresos y los de la alta gerencia estuvieron entre las razones por las que la "revuelta laboral" se gestó durante mucho tiempo.
Mohamed Al-Kahlawi, conocido como "el gran jeque de los profesionales" por su activismo en materia de derechos laborales, dijo que a veces los obreros eran forzados a trabajar los viernes, que en Egipto son feriados.
Ya no se les sirve comidas, o se les cobra altos precios por los alimentos. La compensación alimentaria también fue reducida dos tercios, a apenas unos seis dólares mensuales.
En declaraciones a la prensa, Al-Kahlawi se quejó de que estas medidas pueden ser un preludio a la privatización total bajo el acuerdo de Egipto con el Banco Mundial y los donantes internacionales.
La compañía fue la primera en ser construida en Egipto, y desde entonces fue el centro de la industria textil, que capitaliza el famoso algodón del país. Tiene enormes instalaciones que ocupan varias hectáreas de tierra de primera calidad.
"Realizamos la huelga porque no podíamos aguantar más. Producimos mucho pero a cambio recibimos muy poco. Nuestros salarios se volvieron tan bajos que ni siquiera podemos comprar las ropas que manufacturamos", explicó a IPS el obrero textil Sameh Hassan.
Una visita a las barracas de la fábrica revela marcadas diferencias en los estándares de vida de la gerencia y de los trabajadores.
Mientras la tierra asignada a los gerentes está llena de chalés, elegantes mansiones y áreas verdes, los trabajadores viven en blocs de apartamentos de estilo soviético con paredes cubiertas de hollín. Los balcones están en mal estado, hay pérdidas en las cañerías del saneamiento y la basura se amontona en pequeñas colinas hediondas.
La queja más común citada por los obreros es la corrupción. Ellos dicen que los gerentes vendieron propiedades y tierras de la compañía por millones de dólares pero que las ganancias nunca llegaron a los trabajadores.
También alegan que algunos gerentes designaron a parientes y amigos para ocupar altos puestos sin pasar por procedimientos formales de contratación.
Mientras que los cinco días de huelga y manifestaciones no hicieron ganar ninguna concesión sobre este asunto, los trabajadores sí cosecharon otras recompensas. El gobierno se echó atrás y acordó pagar a los obreros sus bonificaciones, además de prometer abordar el resto de sus quejas en orden.
"Luego que terminó todo el caos, el trato que recibieron los trabajadores fue realmente diferente", dijo un importante empleado de la compañía que pidió no ser identificado.
"Hoy, los cajeros estaban sentados para saludar a los obreros cuando entraban a trabajar. Yo no participé en la huelga, pero obtuve mis derechos gracias a ella. Ojalá hubiera sido parte de ella desde el comienzo", agregó.