Aunque son vecinos de un gigante sistema de distribución de agua, indígenas mazahuas del estado de México, aledaño a la capital, no disponen de ese recurso y sufren de aguda pobreza.
Desde el 11 de este mes, cuando cerraron las válvulas de una planta del sistema en señal de protesta, mujeres de esas comunidades se mantienen en protesta y amenazan con radicalizarse.
"Preferimos la cárcel a seguir sin agua", dijo a Tierramérica Beatriz Flores, una de las integrantes de la llamada Comandancia General del Ejército de Mujeres Mazahuas por la Defensa del Agua.
La protesta del grupo, que a pesar de su nombre se declara pacífico, consiste en mantener un campamento de entre 50 y 70 personas en las afueras de la planta potabilizadora "Los Berros", en el municipio mazahua de Villa Victoria. Esas instalaciones, donde cerraron sus válvulas, son parte del sistema hidráulico Cutzamala, del que se abastece la capital y parte del estado de México.
Flores, indígena de 27 años, con tres hijas pequeñas, combina sus labores domésticas con el activismo en demanda del vital líquido. Su familia sobrevive gracias a una huerta de hortalizas que mantiene en su predio y al agotador trabajo de campo de su esposo.
"Pedimos que se nos proporcione agua en nuestras casas, pero también un plan integral de desarrollo para salir de la pobreza. Por eso no levantaremos el plantón hasta que nos atiendan", señaló Flores en entrevista con Tierramérica.
Bajo la presión, el gobierno del presidente Felipe Calderón inició negociaciones con las mujeres, pero algunos funcionarios aclararon que parte de las demandas ya habían sido atendidas en 2004 cuando los mazahuas realizaron sus primeras protestas.
En el estado de México habitan poco más de 100.000 mazahuas, que se distribuyen en 13 municipios mayoritariamente rurales, nueve de ellos considerados de alta marginación. El sistema hídrico Cutzamala, construido en los años 80, pasa cerca de sus comunidades, pero la mayoría de ellas no cuenta con agua.
Con el Cutzamala se produjo un detrimento de las condiciones ambientales, sociales, culturales y económicas de los pueblos originarios mazahuas de México y surgieron numerosos problemas y resistencias campesinas cada vez más organizadas, señala el no gubernamental Tribunal Latinoamericano del Agua con sede en Costa Rica.
Beatriz Flores, quien debe caminar dos kilómetros para conseguir un poco agua de uso diario, una faena que comparte con su hija de ocho años, dialogó vía telefónica con Tierramérica desde el municipio Villa Victoria.
TIERRAMÉRICA: — Las autoridades dicen que ya se atendió muchas de sus demandas en 2004, que arregló caminos en sus comunidades, entre otras ayudas. ¿Es eso cierto?
FLORES: — En estos dos años que estamos en lucha no nos han apoyado en nada realmente. Se dieron algunas ayudas, pero los líderes que teníamos se quedaron con parte de los beneficios y los recursos. Todo quedó inconcluso, caminos a la mitad y hasta algunos baños secos (letrinas que funcionan sin agua) que nos dieron están tirados por ahí.
— ¿Qué planean hacer de ahora en adelante? ¿Confían en el gobierno?
— Desde hace tiempo anunciamos que algún día tomaríamos la planta (Los Berros) y llegó el momento. Seguimos en la planta. Hasta que no veamos que el gobierno voltee hacia nosotros y que cambie nuestra región, ahí nos vamos a quedar. Además, si no cumplen cerraremos otra vez las válvulas, pero será por completo. Nos dicen que hasta enero nos solucionarán los problemas, esperemos que no nos engañen.
— ¿Están conscientes de que cerrar las válvulas de la planta es un delito grave del fuero federal?
— Nuestra protesta seguirá pese a todo. Si el gobierno no cumple tomaremos otra vez el sistema. Ya lo dijimos, preferimos cárcel que no tener agua. Pero que quede claro que no pedimos sólo agua, sino todo un plan integral para salir de la pobreza.
— ¿Por qué son las mujeres las que lideran las protestas? ¿Dónde están los hombres?
— Aquí estamos las mujeres luchando porque somos las que más sufrimos el problema del agua en nuestras casas, somos las que mantenemos el hogar. Los hombres salen como jornaleros, pero nosotras acarreamos el agua. Pero ellos sí nos apoyan.
— ¿Cómo enfrentan la carencia de agua?
— El sistema Cutzamala se lleva todo y es injusto que no tengamos agua. Es muy difícil para nosotros vivir así, pues con el agua podríamos hacer muchas cosas, pero nos sentimos atadas sin ella. Tenemos que acarrear agua unos dos kilómetros, traerla con burros y garrafones de 20 litros para hacer la comida y lo que necesitamos. Voy yo en la mañana y en la tarde va mi hija de ocho años.
— ¿Por qué cree que las autoridades no los han apoyado?
— No entendemos bien por qué nos abandonan. A los indígenas no nos apoyan. No quieren ver nuestros problemas. Pero estamos fuertes y decididas y la lucha seguirá hasta que no consigamos cambiar la región y tengamos agua para todos.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 23 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.