La delegación bipartidista de Estados Unidos que visitó Cuba por tres días parece haber abierto el camino para un futuro acercamiento entre los dos países, que permita finalmente dejar atrás más de cuatro décadas de duros enfrentamientos.
Por ahora, la senda luce estrecha y cubierta de obstáculos, tras un año en que la enfermedad del presidente de Cuba, Fidel Castro, con 47 de sus 80 años en el poder, lanzó al vuelo las más variadas conjeturas sobre el destino de este país caribeño y su modelo socialista.
Para observadores, lo más importante de la visita iniciada el viernes por 10 congresistas favorables al cambio en la política de Washington hacia La Habana fue el momento en que se realizó.
El mandatario aún convalece de una compleja operación abdominal y su lugar al frente del Consejo de Estado y del gobernante y único Partido Comunista de Cuba (PCC) es ocupado de manera temporal por su hermano menor, Raúl Castro, designado constitucionalmente para suceder al mandatario en caso de enfermedad o muerte.
Sin embargo, nadie en Cuba se refiere oficialmente a Raúl Castro, de 75 años, como "presidente interino", sino que sigue siendo el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), primer vicepresidente del Consejo de Estado y segundo secretario del PCC.
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Según allegados del líder isleño, una de sus primeras reflexiones después de la operación fue preguntar por la reacción de los "yanquis", que tenían un plan para una Cuba "con Fidel" y otro para una Cuba "sin Fidel", pero no para una situación en que el gobernante "está y no está" al mismo tiempo.
La especie de acertijo contado por el político derechista chileno Joaquín Lavín, en un reportaje que escribió tras visitar Cuba en noviembre, tiene su lógica y podría explicar de cierta manera por qué Raúl Castro no se entrevistó con los congresistas, aún a riesgo de provocar malestar entre los visitantes.
"Si Raúl los recibe, se hubieran ido con un mensaje equivocado", comentó a IPS un estudioso del tema que prefirió no ser identificado. En su opinión, el jefe de los cuerpos armados cubanos tampoco iba a "ir más allá" de lo dicho el 2 de diciembre.
En esa oportunidad, el mandatario interino reiteró que el gobierno cubano está dispuesto a resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo con Estados Unidos, pero bajo principios de igualdad, no injerencia y respeto mutuo.
"Es el momento para que Estados Unidos dialogue con Cuba", concluyeron los congresistas al término de sus maratónicas jornadas en este país caribeño, situado a sólo 140 kilómetros de las costas del sudoriental estado estadounidense de Florida.
Sin dejar de recordar que Washington tiene fuertes desacuerdos con La Habana, el grupo cree que se debería comenzar a trabajar en asuntos migratorios, de lucha contra el tráfico de drogas, de exploración petrolera y de colaboración judicial.
Los temas mencionados son también de especial interés para Cuba, que ha hecho propuestas concretas sobre colaboración en el combate al narcotráfico y en 1994 y 1995 firmó con Washington acuerdos migratorios, cuya revisión semestral fue suspendida por el actual gobierno de George W. Bush.
A la vez, La Habana no excluye a empresas estadounidenses de participar en la búsqueda de petróleo en sus aguas del golfo de México, empresa a la que estaría por unirse la estatal Petróleos de Venezuela SA (Pdvsa), según anunció el viernes el propio presidente venezolano Hugo Chávez.
Deberíamos estar conversando sobre la exploración de petróleo en aguas profundas de Cuba, "dado su potencial impacto en nuestro propio medio ambiente marino", afirmó el texto leído por un de los visitantes, Jeff Flake, del gobernante Partido Republicano y coautor de una iniciativa de ley para permitir a compañías de su país explorar en esa zona.
Cuba abrió a licitación en 1999 un total de 59 bloques marítimos en esa área y en la actualidad suman seis los países con empresas que tienen concesiones, entre ellas la canadiense Sherrit Internacional y la hispano-argentina Repsol YPF, que desde mediados de este año comparte acciones con las compañías Ongc Videsh, de India, y Norks Hydro, de Noruega.
La delegación encabezada por Flake y William Delahunt, del opositor Partido Demócrata, se entrevistó con los ministros cubanos Felipe Pérez Roque, de Relaciones Exteriores, Yadira García Vera, de la Industria Básica, y el ministro-presidente del Banco Central, Francisco Soberón.
Los legisladores también conversaron con el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento), Ricardo Alarcón, el jefe de Relaciones Internacionales del gobernante Partido Comunista de Cuba, Fernando Remírez y el director de Alimport (empresa importadora de alimentos), Pedro Alvarez.
Entre los contactos no oficiales se contaron los realizados con el cardenal católico Jaime Ortega, el jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, Michael Parmly, y diplomáticos acreditados en la isla de España, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Suiza y el Vaticano.
La agenda no incluyó a sectores de oposición, señal que no pudo pasar inadvertida por las autoridades de Cuba. Un día antes de la llegada de los congresistas, un editorial del diario estatal Granma reiteró que no se permitirá a opositores recibir dinero de Estados Unidos como parte de los planes subversivos contra el país.
La delegación bipartidista estuvo integrada, además de Flake y Delahunt, por los congresistas demócratas James P. McGovern, Jane Harman, Gregoy Meeks, Lincoln Davis e Hilda Solis y los republicanos Jo Ann Emerson, Jerry Moran y Mike Conaway.
Todos forman parte del llamado Grupo de Trabajo sobre Cuba, creado hace dos años por Delahunt y Flake, con el objetivo de cambiar o reconfigurar las relaciones bilaterales.