Una torre metálica de unos 300 metros de altura ubicada en Siberia, donde en un año se producen fluctuaciones de temperatura de 80 grados, puede dar claves sobre el cambio climático global.
Desde fines de septiembre, Zotto, como se conoce a la torre por sus siglas en inglés (Zotino Tall Tower Observation Facility), toma muestras del aire sobre el pequeño poblado siberiano de Zotino, unos tres mil kilómetros al este de Moscú, y transmite datos sobre su composición química a varios de los centros de estudio climático más avanzados de Europa.
La torre fue instalada durante el reciente verano boreal en esa boscosa región, prácticamente despoblada y casi virgen de toda intervención humana, y desde entonces mide ininterrumpidamente las fluctuaciones de la concentración de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, responsables del recalentamiento planetario.
La estación, que funcionará durante los próximos 30 años, está conectada con el Instituto de Biogeología Química de la Universidad de Jena y con el Instituto Max Planck de Maguncia, en Alemania, entre otros centros de Europa occidental.
"Los bosques de Siberia constituyen el lugar ideal de medición de las fluctuaciones de gases de efecto invernadero", explicó a Tierramérica Martin Heimann, profesor de la universidad alemana de Jena y director del proyecto Zotto.
Las razones son varias. Una de ellas es que, por fotosíntesis, la abundante vegetación de la taiga rusa —bioma boreal donde predominan los bosques de coníferas, como abetos, alerces y pinos— absorbe hasta 10 por ciento del total de esos gases producidos globalmente.
Durante la fotosíntesis, las plantas consumen dióxido de carbono y liberan oxígeno, contribuyendo a hacer de la Tierra un planeta habitable para el ser humano. Este proceso también ha transformado la energía solar en combustibles fósiles, como carbón, petróleo y gas. En Siberia, las plantas de la taiga producen entre cinco y 10 por ciento de la fotosíntesis total de la Tierra.
También, la atmósfera alrededor de Zotto, por su aislamiento geográfico, está virgen de todo contacto con las emisiones de gases industriales.
Y, finalmente, la torre supera en decenas de metros las cimas de los árboles, y está equipada para tomar muestras del aire en una capa atmosférica ideal para medir los flujos de los gases invernadero.
"Con sus 300 metros, la torre (de Zotto) alcanza la llamada capa planetaria fronteriza de la atmósfera, poco estudiada hasta ahora", dijo a Tierramérica Claudia Hillinger, coordinadora de investigación en el Instituto de Biogeología química en Jena.
Se refería a la capa de la troposfera influida directamente por la superficie terrestre, y que genera cambios de temperatura, masa y turbulencias en un lapso menor a una hora.
El aislamiento de la torre en una zona boscosa de millones de kilómetros cuadrados y los cambios de temperatura que tienen lugar allí son otras de las variables fundamentales en las mediciones, añadió Heimann.
Según él, en Siberia "se producen fluctuaciones de temperatura de 80 grados en el curso de un año. La región se calienta más rápidamente que otras partes del planeta. En el suelo siberiano, congelado la mayor parte del año, está atrapado hasta 10 por ciento del carbón producido por fotosíntesis en el mundo. Si el calentamiento de ese suelo continúa, su deshielo podría liberar enormes cantidades de dióxido de carbono en la atmósfera, con consecuencias climáticas imprevisibles".
Sin embargo, el deshielo del suelo de Siberia y el calentamiento de la atmósfera podrían producir el resultado contrario: que un mayor número de plantas crezca y, por fotosíntesis, absorba más dióxido de carbono de lo previsto. Medir estas fluctuaciones es precisamente la tarea de Zotto.
La instalación de la torre supuso unos 2,1 millones de dólares, y forma parte de CarboEurope, un programa de estudio del cambio climático financiado por la Unión Europea.
Con los datos de Zotto, Heimann y su equipo de biogeólogos realizarán nuevas estimaciones del cambio climático bajo la influencia de los gases de efecto invernadero. La información de la torre se trasmite por satélite primero a la capital regional Krasnoyarsk, unos 150 kilómetros al sudeste de la estación, y luego a las ciudades alemanas de Jena y Maguncia, unos cinco mil kilómetros al sudoeste de Zotino.
Allí son incorporados a los bancos de datos y comparados con mediciones de la presencia de gases invernadero en 30 estaciones similares distribuidas en toda Europa.
Científicos estiman que la concentración actual de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre es la mayor jamás registrada, y continúa creciendo, debido primordialmente a la combustión de fósiles y a la deforestación. El dióxido de carbono es el más nocivo de los gases invernadero.
El calentamiento atmosférico provocado por estos gases podría liberar importantes cantidades de dióxido de carbono producido por fotosíntesis y atrapado en la biosfera. Esto contribuiría a desequilibrar aún más el clima terrestre y a contrarrestar los esfuerzos de reducción de las emisiones industriales estipuladas en convenciones internacionales como el Protocolo de Kyoto (1997).
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 18 de noviembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.