Tras el triunfo en referéndum en la región de Transnistria de la opción a favor de la separación de Moldova, la diplomacia rusa da señales a favor de reconocer al eventual nuevo estado en su añeja área de influencia, pese a que su legitimidad es rechazada por la comunidad internacional.
Un año después de su independencia, en 1991 y tras la disolución de la Unión Soviética que integraba, una breve guerra civil estalló en Moldova, con 4,5 millones de habitantes, luego que una parte del territorio al oriente del río Dniéster (Transnistria) se proclamó autónoma.
Las fuerzas de pacificación de Rusia, alineándose con los pobladores de Transnistria, implementaron un cese del fuego. aparentemente para proteger a la población originaria de ese país y ucraniana, y desde entonces permanecen en el área, aunque en cantidades menores.
Casi 80 por ciento de los 400.000 votantes registrados en Transnistria participaron en el referéndum del 17 de septiembre, cuando la opción por la independencia respecto de Moldova y una eventual unión con Rusia obtuvo 97 por ciento de los sufragios.
Este tipo de resultado electoral en esa región siempre fue ignorado en la arena política internacional, pero facciones del parlamento ruso ahora insinúan un reconocimiento diplomático. Una declaración señaló al respecto que la comunidad mundial debería "considerar" los resultados del referéndum.
La misión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en Moldova se negó a reconocer la votación, alegando que no había sido libre ni limpia. Funcionarios de Transnistria acusaron a la OSCE de hacer declaraciones sin fundamento, dado que la organización no aceptó la invitación de la región a controlar las elecciones.
Aunque no hubo reportes de violaciones serias, observadores occidentales destacan la falta de mecanismos democráticos que garanticen un justo debate de opinión pública.
Generalmente se cree que Transnistria tiene un régimen autoritario y controlado por Rusia, aunque el grado de ese control está abierto a debate.
Esta región confirmada por las provincias moldavas de Camenca (Kamenka), Dub sari (Dubossary), Grigoriopol (Grigoriopol'), Rîbni a (Rybnitsa), Slobozia (Slobodzeya), Tighina (Bendery) y Tiraspol (Tiraspol'), cuya capital lleva este mismo último nombre, cuenta con todas las instituciones y símbolos de un estado, incluyendo un parlamento, un discurso público controlado y un sistema educativo.
Empero, a menudo la región, de 642.000 habitantes, es percibida como centro de actividades ilícitas vinculadas al tráfico de armas, drogas y de personas.
Una misión de la Unión Europea para el control de fronteras concluyó que el grado de las actividades criminales, más allá de la existencia de ellas, había sido inflado por funcionarios de Moldova.
Tras la victoria en el referéndum, el líder de la región separatista, Igor Smirnov, anunció planes para generar políticas sociales, aduaneras, financieras y educativas en línea con Moscú, como para facilitar una futura unión.
Luego de la visita de Smirnov a Rusia, el viceministro ruso de Relaciones Exteriores, Grigoriy Karasin, mantuvo conversaciones con autoridades de Moldova y de Transnistria, llamando a una reanudación de las negociaciones entre las dos partes.
Aunque es probable que las conversaciones continúen, el estancamiento se basa en desacuerdos en torno al estatus de la región. El liderazgo de Transnistria demanda un estado co-federal, mientras que Moldova solamente ofreció autonomía.
La votación tuvo lugar en el contexto de un acuerdo entre Moldova y Ucrania, que estipula que todas las mercaderías de Transnistria deben recibir autorización aduanera en Moldova.
La medida, que las autoridades de Transnistria llamaron "bloqueo económico" y a las que Rusia se opuso, fue justificada por Moldova como la respuesta a una necesidad de combatir el contrabando.
Además, ejercicios militares conjuntos últimos entre fuerzas nominalmente neutrales de Moldova y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fueron descritos por funcionarios de Transnistria como un acto de intimidación.
Mientras crecen los sentimientos pro europeos en Moldova, "Rusia es percibida como mejor apoyo y amigo del pueblo de Transnistria", dijo a IPS Razvan Dumitru, de la University College de Londres.
"A través de los factores combinados de las actividades económicas ilegales, el apoyo de Moscú y el desafío a las regulaciones internacionales de fronteras, la región se las arregló para mantener un estándar de vida más elevado para sus ciudadanos", señaló Dumitru.
El régimen goza del apoyo popular, según varios informes locales. Muchos ciudadanos tienen un concepto más "soviético" de la democracia, centrándose en la justicia social, y no están dispuestos a desmantelar su sistema a favor de modelos demócrata-liberales, sugieren estos reportes.
El pluralismo está permitido solamente en la medida en que no amenace al régimen, dado que incluso a la oposición le entusiasma mantener los beneficios resultantes de la autonomía política.
Los principales partidos políticos de Transnistria apoyaron el referéndum, pero algunas organizaciones no gubernamentales locales criticaron a las autoridades por presionar a sus ciudadanos a participar en el referéndum. Ellos lo ven como una medida política de Smirnov para potenciar su popularidad con vistas a los comicios presidenciales del 10 de diciembre.
Documentos de la oposición consideran que las elecciones son una maniobra publicitaria y critican al presidente por no celebrar el referéndum en línea con la legislación de Moldova, que habría facilitado el reconocimiento.
Una delegación de la OSCE planea visitar Transnistria para reevaluar su capacidad de realizar elecciones democráticas, y es probable que sugiera mejoras cuya materialización podría insumir años.
Sólo después que estos estándares hayan sido cumplidos, es probable que la autoproclamada república vea señales de aceptación internacional.
Mientras, funcionarios de Transnistria mantienen todas las opciones abiertas y acusan a Occidente de tener doble discurso, señalando ejemplos en Montenegro y en la provincia autónoma serbia de Kosovo, ambos en la antigua Yugoslavia.
Moscú aguarda los resultados de las negociaciones sobre el estatus de Kosovo para asumir una posición más definida, pero es consciente de la carga económica que conllevaría la absorción del enclave de Transnistria, mientras teme alentar a muchas de las regiones con afanes independentistas dentro de Rusia.
El gobierno de Moldova acusó a Rusia de intentar forzar su integridad territorial y dijo que el referéndum era "una farsa".