Desahuciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente, cantaba el músico argentino León Gieco al testimoniar el exilio de latinoamericanos de las dictaduras de los años 70.
Pero aquellos vientos trajeron otras tempestades que la primavera democrática no pudo amainar, y hoy ya son casi 26 millones los que dejaron su terruño.
La tierra arrasada dejada por los regímenes militares al retirarse en los años 80, en especial en el sur de América, provocó otra oleada emigratoria, que se catapultó en la segunda mitad de la década del 90 de la mano de sucesivas crisis económicas y sociales en la decadencia del reino del neoliberalismo.
Pero el también llamado exilio económico no sólo debe afrontar por estos días costumbres, lenguajes y modos de pensar diferentes, como graficaba el cantautor argentino, sino trabas legales, xenofobia y hasta muros de concreto o alambradas, como las que levantan en sus fronteras sur Estados Unidos y España, los dos principales destinos de los latinoamericanos.
A pesar de admitir que necesitan la inmigración del Sur para apuntalar sus economías, los gobiernos del Norte —por terror al terrorismo en un caso y por los compromisos asumidos en la Unión Europea en el otro— se han vuelto cancerberos ciegos frente a millones que buscan "una esperanza de dignidad", como dijo Enrique Iglesias al abrir un seminario sobre la materia en Montevideo.
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Iglesias, un hijo de inmigrantes nacido en España y criado en Uruguay que volvió a Madrid para dirigir desde allí la Secretaría General Iberoamericana, no tiene dudas en afirmar que la migración "es el tema más importante del siglo XXI cuando ya hay cerca de 200 millones de personas en esa condición".
"La ecuación demográfica de los países industrializados" indica que éstos necesitarán "contingentes cada vez mayores de inmigrantes, como es el caso de España, donde harán falta más de cuatro millones de extranjeros para 2020", precisó el también ex canciller uruguayo y ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.
Un estudio publicado en España indica que los inmigrantes aportaron 3,6 por ciento del producto interno bruto de ese país en los últimos seis años y son responsables de más de medio por ciento de su crecimiento económico anual. "Datos que muchas veces no están debidamente apreciados", puntualizó.
El Consejo de Cooperación Económica, que agrupa a las grandes empresas del sur de Europa, planteó en junio a los gobiernos la necesidad de abrir paso a los inmigrantes por la falta de mano de obra que se aprecia. Además, "la edad de jubilación actual no permitirá salvaguardar el equilibrio financiero de los regímenes de pensiones", advirtió.
A comienzos de 2005 se estimaba que había en España casi 1,4 millones inmigrantes indocumentados, la mitad de los cuales regularizaron su residencia en el proceso de 12 meses iniciado en mayo de ese año.
Pero el ingreso de extranjeros siguió a igual o mayor ritmo. En términos demográficos, los inmigrantes representan en España 8,5 por ciento de los 44 millones de habitantes. Los latinoamericanos radicados legalmente en ese país llegaban en enero de 2004 a 1,2 millones y las autoridades calculaban entonces otro tanto con residencia no declarada.
"Este es un tema integral que requiere un enfoque global", sostuvo Iglesias, y por eso es que la relación entre migración y desarrollo será el punto central que abordarán los 22 jefes de Estado y gobierno en la XVI Cumbre Iberoamericana, que se desarrollará entre el 3 y el 5 de noviembre en la capital uruguaya.
Para Iglesias, el flujo de personas hacia los países industrializados se acentúa a raíz de la brecha económica cada vez más profunda con el mundo en desarrollo.
Hay que analizar los costos negativos para los países emisores y valorar la contribución de los extranjeros en las comunidades de residencia "para hacer frente a las tendencias xenófobas que surgen", así como a la atmósfera de rechazo en el marco de las políticas de seguridad extrema derivadas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, alertó.
El respeto de los derechos humanos debe estar en el centro de las preocupaciones por las migraciones, arengó, en coincidencia con el director nacional de Asuntos Consulares de Uruguay, Álvaro Portillo, para quien la premisa para abordar el tema es "nunca perder de vista que no se trata de un problema de seguridad" sino de personas en situación de vulnerabilidad.
"Debemos abordar las migraciones desde la perspectiva de los derechos humanos", afirmó Portillo a IPS.
Esta Cumbre Iberoamericana "es una instancia de capital importancia", porque estarán representados en Montevideo gobernantes de América Latina y de Europa que, "si bien tenemos mucho en común, en cuestión de migraciones tenemos diferencia de importancia".
EL MURO DE LOS RECHAZOS
La delgada línea roja de los derechos humanos de los latinoamericanos se corta fácilmente muchas veces apenas intentan cruzan alguna barrera migratoria del Norte. Muchos funcionarios, en especial europeos, parecen ignorar las andanzas de sus antepasados en tierras prometidas de América.
En general, los migrantes del Norte fueron acogidos en América sin demasiadas trabas ante la necesidad de poblar vastos territorios vírgenes y contar con mano de obra industrial, aunque no faltaron las deportaciones, como las de mujeres solas y con hijos menores, calificadas de "mendigas", y de mayores de 60 años, según una ley argentina de 1876.
Entre 1850 y 1950 se radicaron en América Latina cerca de cuatro millones de naturales de España, lo cual dio lugar a tratados de amistad entre países como el que suscribieron ese país y Uruguay en julio de 1870. Montevideo reclama ahora su vigencia a favor de sus emigrados en esas tierras.
Precisamente, el fallo del Tribunal Supremo de España desconociendo ese añejo tratado, aparece como una de las piedras en el camino de la próxima Cumbre en Montevideo.
Pero rechazos más dramáticos aún sufren a diario migrantes en las fronteras europeas y estadounidenses.
España ha deportado a sus países de origen en los últimos meses a centenares de extranjeros apresados incluso fuera de sus aguas territoriales.
Según estimaciones extraoficiales, más de 50 ecuatorianos fallecen cada mes en distintas circunstancias en el intento por llegar en barco a América Central o por tierra a Estados Unidos, muchas veces tras ser abandonados a su suerte por los llamados "coyotes", traficantes de seres humanos que cobran entre 5.000 y 10.000 dólares por el traslado de cada persona.
También se calcula que otros 1.000 emigrantes al mes, en promedio, son obligados a retornar luego de ser detenidos en Estados Unidos o por autoridades migratorias centroamericanas. Esas tragedias elevaron de modo exponencial el flujo de ecuatorianos a España, donde también han sido víctimas de estafas.
Las deportaciones son moneda corriente, en especial en la frontera de Estados Unidos o en algún otro país de paso, de donde fueron devueltos casi 4.000 dominicanos en los últimos dos años y medio y 45.000 salvadoreños entre enero y diciembre de 2005.
LA SANGRÍA CONTINÚA
Aunque la salida de nacionales mermó en el sur de América después de la última oleada provocada por la crisis económica de fines de los 90 y comienzos de esta década, el flujo, en general, no detiene su andar.
Los países centroamericanos, México, Ecuador y Uruguay figuran entre los que tienen más emigrados en relación a su población.
Los ecuatorianos fuera de su país, que tiene 12,5 millones de habitantes, ya suman más de 2,5 millones, la mayoría de ellos en Estados Unidos y España, mientras que los dominicanos dispersos en el extranjero rondan 1,5 millones.
Cifras oficiales de El Salvador indican que unos 2,5 millones viven fuera de fronteras, los chilenos emigrantes son casi 900.000, los argentinos se acercan al millón, en tanto que sólo en el sudoriental estado estadounidense de Florida hay unos 200.000 venezolanos y un número no calculado en España, Canadá y hasta en Australia.
Por su parte, los uruguayos que residen fuera de ese país rondan los 500.000, lo cual hace de este país, con apenas 3,2 millones de habitantes en su territorio, uno de los mayores expulsores de nacionales en América Latina.
* Con aportes de Marcela Valente (Argentina), Daniela Estrada (Chile), Kintto Lucas (Ecuador), Tito Drago (España), Raúl Gutiérrez (El Salvador), Diógenes Pina (República Dominicana) y Humberto Márquez (Venezuela)