Los trabajadores de la salud que se aventuran a atender a las comunidades de la olvidada frontera oriental de Birmania, hogar de los karen y los karenni, corren el riesgo de ir a prisión, ser maltratados y hasta asesinados.
Las parteras tampoco se salvan. Una de ellas fue arrestada y torturada, según médicos que trabajan en la zona.
Los abusos del régimen militar de Birmania contra los trabajadores de la salud son sólo una parte de la nefasta situación provocada por la política de la junta que agobia el sistema de distribución de alimentos y de salud, en la frontera habitada por las minorías.
Los atropellos permanentes generaron una crisis humanitaria que deja a la comunidad karen y karenni en las mismas condiciones, o peores, que las víctimas de países africanos arrasados por la guerra, como Ruanda, Somalia y Sierra Leona, señalaron los médicos que colaboran en la zona.
"Las tasas de mortalidad materna son mayores que las de Ruanda", precisó el doctor Mahn Mahn, la semana pasada en conferencia de prensa. "Los desplazados de sus hogares en el este de Birmania afrontan una crisis humanitaria crónica".
"Las embarazadas no pueden recibir tratamiento obstétrico de emergencia. Ni siquiera pueden recibir transfusiones de sangre", indicó la médica Cynthia Hamhung, quien agregó que los trabajadores de la salud no pueden transportar medicamentos para ayudar a las comunidades, incluso tampoco pueden identificarse como tal, pues es muy peligroso".
IPS entrevistó a los médicos que forman parte del novedoso servicio de salud, Equipo de Trabajadores de la Salud con Mochila, en una conferencia con motivo del lanzamiento del primer informe sobre la situación de los desplazados en la región oriental de Birmania, donde efectivos de Rangún hace 10 años se enfrentan con grupos rebeldes.
La tasa de mortalidad materna entre los desplazados se sitúa entre 1.000 y 2.000 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, indica el informe de 81 páginas "Emergencia Crónica: Salud y Derechos Humanos en Birmania oriental".
Esas cifras pueden compararse con las registradas en Somalia, que llegan a 1.100 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, República Democrática del Congo (RDC), con 990 fallecidos, y Ruanda, con 1.400.
Asimismo se puede establecer un paralelismo en las estadísticas de mortalidad de menores de cinco años. En las "zonas negras de Birmania oriental" se registran 221 niños muertos por cada 1.000 nacidos vivos, en Sierra Leona 283, en Angola, 260 y en RDC, 205, señala el informe.
"Un cuarto de las familias encuestadas señalaron que parte o todos sus elementos de subsistencia (incluyendo campos, arroz y ganado) les fueron robados o destruidos en los últimos años", revela el documento.
"La destrucción sistemática de cultivos y provisiones perpetrada por soldados obligará a los aldeanos a dejar las montañas y dirigirse a las aldeas controladas por el ejército", se agrega.
"Las tasas de mortalidad materna y de menores de cinco años son indicadores claves para analizar el sistema de salud pública de cualquier un país", dijo el doctor Voravit Suwanvanichkij, investigador del Centro de Salud Pública y Derechos Humanos de la Universidad Johns Hopkins, de Estados Unidos.
Esos indicadores sirven para analizar la situación de "la porción más vulnerables de una comunidad".
"El informe se centró en las áreas consideradas 'zonas negras', sin asistencia de organizaciones internacionales", explicó Suwanvanichkij. "El gobierno birmano se volvió más combativo, puso obstáculos en el camino para evitar que llegue la ayuda y obligó a la organización humanitaria Médicos sin Fronteras a retirarse".
El Equipo de Trabajadores de la Salud con Mochila desde 1998 trata de llenar el vacío generado por un sistema de atención pública diezmado. En este momento cuenta con 300 miembros que, en grupos de dos o tres especialistas, hacen visitas de dos semanas, permaneciendo tres días en cada aldea.
Además de suministrar atención en salud reproductiva, provén asistencia médica a personas que recibieron disparos y víctimas de minas terrestres, incluso practican amputaciones en chozas de bambú. Las zonas en las que trabajan son escabrosas y muy forestadas.
"Dos de nuestros médicos fueron víctimas de disparos y siete resultaron heridos por minas terrestres", indicó a IPS la doctora Cynthia, fundadora de la organización que trabaja en el frente de batalla de un conflicto brutal.
"En los últimos seis meses, tres de nuestros trabajadores fueron detenidos y encarcelados. Una partera fue capturada con implementos médicos y torturada por el ejército", añadió.
El informe de la semana pasada se suma a las revelaciones hechas en marzo respecto del deterioro del sistema de salud birmano, debido a la falta de financiación del Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo (CEPD), como se conoce oficialmente a la junta militar que gobierna el país desde 1962.
Por ejemplo, en 2004 el CEPD asignó sólo 22.000 dólares a la lucha contra el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), según un informe del Departamento Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins.
Se estima que en Birmania entre 310.000 y 600.000 personas padecen síndrome de inmunodeficiencia adquirida, causado por el VIH y el país cuenta con los mayores índices de prevalencia de esta enfermedad de los países de Asia sudoriental.
El presupuesto para luchar contra la filaria de ese mismo año fue de 6.000 dólares, a pesar de que en el país se registran dos millones de casos de esta enfermedad por año, indica el mismo informe.
La política estatal de invertir en salud y educación, en conjunto, menos de un dólar por persona por año colocó a este país bien abajo en la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), respecto de la situación de los sistemas de salud por país. Birmania ocupa el lugar 190 de 191, correspondiente a Sierra Leona.
Las organizaciones humanitarias que se desempeñan en la frontera de este país con Tailandia no esperan que la situación de los desplazados en las zonas karen vaya a cambiar, dada la ofensiva militar que el CEPD lanzó en noviembre de 2005 contra los rebeldes de esa comunidad.
Los miles de personas obligadas a huir de sus aldeas se sumaron al número creciente de desplazados que viven en condiciones riesgosas en la frontera oriental del país.
En Birmania hay unos 540.00 desplazados, más que en otros países de Asia que sufrieron guerras, incluso Afganistán, según la organización noruega de refugiados. De esos, 92.000 se "esconden en la selva".
"No es de extrañar que esas áreas queden fuera de los límites ni que la situación en estas zonas se oculte", señaló el doctor Voravit. "Esta es la expresión de las sistemáticas violaciones a los derechos humanos".