DROGAS-AMÉRICA LATINA: Miedo y realidad del consumo juvenil

La drogadicción entre los jóvenes de América Latina, ¿es un problema real o es un fantasma? ¿Hay acaso una brecha entre la percepción social del fenómeno y su verdadera magnitud? ¿No será que existe un desplazamiento del malestar social hacia las drogas y la juventud?

Estas preguntas, provocadoras, fueron planteadas por el filósofo chileno Martín Hopenhayn, investigador de la división de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en la IV Conferencia Nacional sobre Políticas de Drogas que culminó este viernes en Buenos Aires.

La prevalencia del consumo "problemático" de drogas en la región es muy baja en contraste con la representación simbólica del problema, y esa sobredimensión se transforma en un prejuicio que se debe desmantelar para que aparezcan los problemas que encubre, sostuvo el estudioso.

La reunión fue convocada por la organización no gubernamental Intercambios (Asociación Civil para el Estudio y Atención de Problemas Relacionados con las Drogas) y convocó durante dos días, en una sede del Congreso legislativo, a funcionarios, legisladores, investigadores y trabajadores sociales de Argentina, Brasil, Canadá, Chile y Uruguay.

La ponencia de Hopenhayn resumió ideas presentes en paneles de expertos sobre el aumento del consumo abusivo de alcohol entre los más jóvenes de la región, la irrupción de la pasta base de cocaína en Argentina y Uruguay, o el uso naturalizado de drogas sintéticas en fiestas de sectores medios de Argentina o Brasil.
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Los expositores coincidieron en que el objetivo de las políticas públicas de drogas no debe ser la persecución de los consumidores, sino la información que ayude a reducir daños sin perder de vista que estas sustancias son el emergente de problemas sociales profundos.

"La pasta base es portavoz de un malestar social. Es apenas la mecha en un polvorín. Pero el problema principal en nuestros países sigue siendo la pobreza, la marginalidad y la carencia vincular", aseguró el psicólogo Milton Romani Gerner, secretario general de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay.

Romani Gerner presentó avances de un estudio realizado en su país acerca del uso de pasta base, producto intermedio del proceso de elaboración de la cocaína a partir de las hojas de coca. El funcionario explicó que esta droga irrumpió en Argentina y Uruguay hace poco más de cinco años.

"Su consumo se da en distintos sectores sociales, pero los pobres son los más vulnerables y muestran los mayores daños", alertó. También advirtió que ante la falta de oportunidades más dignas, su distribución en redes familiares o vecinales se constituye en una "oportunidad de empleo" en sectores marginales. La argentina Victoria Rangugni, licenciada en trabajo social de Intercambios, coincidió en cuanto a la novedad de este consumo en Argentina. Pero la experta, que coordinó un trabajo similar al de Uruguay sobre fumadores de pasta base, hizo hincapié en que "los más pobres no son los usuarios exclusivos".

Rangugni aseguró que personas de capas medias fuman pasta base con mayor privacidad y autorregulación para minimizar daños. "Esta modalidad invita a pensar que se requiere de una intervención estatal que otorgue herramientas de autocuidado a los consumidores", subrayó.

Si bien no consideraron censurable su consumo, participantes de Argentina, Brasil y Uruguay se manifestaron preocupados por la mayor frecuencia de intoxicaciones por alcohol entre los jóvenes y su relación con la tasa ascendente de morbilidad por accidentes o violencia en estado de ebriedad.

"En Brasil cambiaron dramáticamente los patrones de consumo de alcohol de los jóvenes", explicó a IPS Pedro Godinho Delgado, coordinador nacional del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud de Brasil. "El inicio es más temprano, y las intoxicaciones más frecuentes", remarcó.

En su país el consumo de marihuana está estabilizado, pero aumenta el de éxtasis y el de crack (derivado de la cocaína) en ciudades. "Los más vulnerables, los más pobres, fuman crack, porque es lo más barato", resumió.

Hugo Míguez, doctor en psicología de la subsecretaría de atención a las adicciones de la provincia argentina de Buenos Aires, subrayó que el consumo de cerveza es creciente en esa zona y consideró que la mayor disponibilidad unida a la tolerancia social frente al producto fomenta el consumo abusivo.

"Si un maestro gana 300 pesos mensuales (100 dólares) y un publicista 15.000 al mes (5.000 dólares) no esperemos que los adolescentes tengan buena capacidad de juicio crítico", advirtió. Míguez señaló que según encuestas de 2005 entre adolescentes de 15 a 17 años de escuelas secundarias, 60 por ciento de ellos consumían alcohol.

De ese total, 20 por ciento "se emborracharon" al menos una vez en los 15 días anteriores a las consultas. Míguez exhibió además promociones de venta a domicilio de bebidas alcohólicas y energizantes, dos tipos que no es recomendable mezclar. Veintiséis por ciento de los estudiantes aseguraron que las combinaban, ignorando que así se aceleraba el estado de intoxicación.

"La prohibición no es el camino, lo que preocupa es el abuso y la tolerancia social sin que se advierta que este consumo está asociado con la muerte de 30 de cada mil jóvenes por incidentes violentos o accidentes graves", reveló el especialista.

Romani Gerner dijo que en Uruguay uno de cada cuatro estudiantes secundarios admite una intoxicación con alcohol en los últimos 15 días. "Es el consumo que más nos preocupa", reconoció.

Finalmente, la argentina Ana Camarotti, socióloga e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, presentó un estudio realizado entre asistentes a fiestas "rave" (de baile con cierto tipo de música electrónica) en el que 61 por ciento del público encuestado dijo haber consumido éxtasis (metilenodioximetanfetamina) u otras drogas de síntesis (varios tipos de metanfetaminas, LSD, lanzaperfume).

En esas fiestas prolongadas en las que se baila cierto tipo de música electrónica en lugares por lo general abiertos, apenas 30 por ciento son menores de 20 años, dijo. Del total de asistentes, 70 por ciento trabaja, y 64 por ciento tiene estudios terciarios o universitarios, completos e incompletos.

"Un mensaje de 'no a las drogas' no tendría efecto en este sector donde, a diferencia del consumidor de pasta base, se tiene una valoración positiva de los efectos. En cambio las políticas de reducción de daños que se desarrollan en Holanda, están dando buenos resultados", sostuvo la experta.

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