POBLACIÓN-AMÉRICA LATINA: El mercado de la infamia

¿Le ofrecieron trabajo?, ¿ganar mucho dinero?, ¿matrimonio o vida nueva en el exterior? Infórmese antes de aceptar. A Claudia, colombiana de 28 años, dos hijos, bachiller y técnica en sistemas, la engañaron.

Mónica Peruffo, de la OIM, junto a carteles que alertan a emigrantes. Crédito: Gloria Helena Rey/IPS
Mónica Peruffo, de la OIM, junto a carteles que alertan a emigrantes. Crédito: Gloria Helena Rey/IPS

Le ofrecieron trabajo en una petrolera en Venezuela y terminó golpeada, violada y en la prostitución, según la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, el organismo que combate la trata de personas desde hace más de medio siglo y trabaja en más de 120 países, también en América Latina.

A Juan, ingeniero, 30 años, le ofrecieron ganar 200 euros diarios en España, pero al llegar allí, le quitaron los papeles, lo pusieron a cuidar ovejas y a trabajar gratis. A Paula, 40 años, separada, dos hijos, profesional con estudios de posgrado, la explotaron sexual y laboralmente, la golpearon y la amenazaron con violar a su hija, después de haber conocido por Internet a Jorge, viajar a América Central y casarse.

Por no informarse bien, no averiguar sobre individuos, empresas, leyes, obligaciones y derechos, por entregar sus documentos a particulares o por no buscar ayuda a tiempo, otras mujeres han perdido hasta los hijos.

Le sucedió a una secretaria colombiana, que conoció por Internet a un austríaco, se casó con él y se fue a vivir a Austria. «Tuve mi primer hijo y me lo quitó. Me encerró, no me dejaba salir. Tuve otros dos hijos, pero también desaparecieron. Yo logré escapar y regresar pero, aunque he hecho gestiones, no los he encontrado aún», contó a la Fundación Esperanza, una organización no gubernamental (ONG) colombiana que combate el tráfico de personas.
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En Colombia y en el resto de América Latina abundan historias como esas. Miles de hombres, mujeres, niñas y niños son víctimas hoy de ese mercado de la infamia, que afecta a por lo menos 20 millones de personas en el mundo y deja a las mafias más dinero, después del tráfico de drogas y de armas, de acuerdo con Anti-Slavery (Antiesclavismo), la ONG británica fundada en 1839.

Muchos latinoamericanos viven en situación de explotación, bajo violencia, amenazas o reclusión o trabajan sin remuneración. «Otros son vendidos o explotados con fines de prostitución, trabajo o matrimonio servil, turismo sexual o tráfico de órganos», dice Adriana Ruiz-Restrepo, coordinadora nacional Anti-Trata de personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito en Bogotá.

Por lo menos 10.000 personas de unos 39 países, principalmente de América Latina, son esclavizadas hoy en más de 90 ciudades de Estados Unidos, denunció Jolene Smith, de la ONG Free the Slaves (Liberar a los esclavos), en una conferencia internacional sobre trata este año en Bogotá.

«Cuarenta y seis por ciento son explotadas en prostitución forzada, 27 por ciento en servicio doméstico, 10 por ciento en agricultura, cinco por ciento en manufacturas y el restante en otras actividades», precisó.

LA ESCLAVITUD MODERNA

La abolición de la esclavitud en el siglo XIX sólo se produjo en el papel, pues no solamente no acabó con la servidumbre de negros y de indígenas, sino que la amplió y produjo otros engendros, como el tráfico de órganos.

En el siglo XX, la humanidad conquistó todos sus derechos y creó todas las reglas de convivencia, pero también consolidó delitos tan infames como el de la trata de personas, calificada hoy de esclavitud moderna.

Cada año, entre 600.000 y 800.000 personas son víctimas de trata, y 80 por ciento de ellas son niñas y mujeres, la mitad menores de edad y la mayoría son presas de la explotación sexual, según el VI informe sobre trata de personas divulgado en julio por el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos.

Pero la situación puede ser peor porque «las víctimas no denuncian al no asumirse como víctimas, tienen miedo a las represalias contra ellas o sus familias, temen ser juzgadas por los suyos o a que las autoridades las consideren criminales y no víctimas», dice Mónica Peruffo, oficial del Programa de Trata de Personas de la OIM en Colombia.

La mayoría de los países de América Latina «acusan fenómenos de trata interna, regional o hacia otros países, pero muchos no disponen de una legislación para enfrentarla, pese a que el problema crece», afirma Ruiz-Restrepo.

«No existen, por tanto, estadísticas precisas. Es difícil cuantificar los casos y complejo hacer su seguimiento. No hay un estudio regional detallado, pero sabemos que el problema es grave y que ningún país está libre de esa lacra», agrega.

Colombia ocupa el tercer lugar, después de Brasil y República Dominicana, en número de casos registrados de trata internacional, pese a desarrollar numerosas campañas informativas, disponer de varias líneas de consulta gratuita al emigrante y de contar con una de las legislaciones más avanzadas de América Latina.

Aquí se castiga la trata con penas de 13 a 23 años de cárcel y multas de 800 a 1.000 salarios mínimos legales, equivalentes a entre 140.000 y 175.000 dólares, en promedio, mientras que en Bolivia, Brasil, Paraguay y otros países no existe una legislación precisa para combatirla y castigarla.

Colombia, más que cualquier otra nación latinoamericana, permite una visión más amplia de la trata. «Es el caso más complejo en la región porque reúne todas las características que la propician: conflicto armado, crisis económica, desplazamiento y reclutamiento forzado, narcotráfico y otras», dice Ruiz-Restrepo.

Además, como único país en guerra, es más vulnerable porque «los tratantes se alimentan, sobre todo, de las crisis humanitarias», dice la investigadora Judith Kumin, ex jefa de información pública del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, con sede en Ginebra.

EN LA REGIÓN

América Latina es hoy una de las regiones del mundo desde donde más se comercia con personas y en donde este tráfico encuentra un caldo de cultivo favorable. La mentalidad de emigrante del latinoamericano y la convicción generalizada de que el mundo puede ser mejor en otra parte también influyen.

En el caso de Colombia, casi cuatro millones de ciudadanos residen en el exterior, y se estima que entre dos y 10 salen diariamente del país como potenciales víctimas de trata, según el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el servicio secreto colombiano, y la Interpol (Policía Internacional).

«Una novedad reciente es que hay denuncias de trata de colombianos en países vecinos como Ecuador y Panamá», comenta Peruffo, de la OIM.

En Brasil, donde no existe aún una legislación específica, no sólo se obliga a hombres a trabajar como esclavos en haciendas. En Feira de Santana, un municipio del nordestino estado de Bahía, se subastan niñas. «Las colocan sobre un camión y las venden. Las vírgenes cuestan más», dijo en una entrevista en Bogotá la investigadora Jacqueline Leite, en el marco de un taller regional sobre trata y derechos humanos.

México, el quinto en la lista de la trata y en donde proliferan como aquí los cárteles de la droga, es un país de origen, tránsito y destino final de personas con fines de explotación sexual y laboral, según el informe del Departamento de Estado.

Allí «el fenómeno está estrechamente vinculado con redes y pandillas delictivas organizadas a nivel transnacional. Muchos inmigrantes ilegales se convierten en víctimas de los traficantes y son explotados durante su trayecto desde la frontera sur con Guatemala hasta la frontera norte colindante con Estados Unidos», afirma.

Argentina, por su parte, pasó a integrar el circuito mundial de traficantes de personas, sobre todo para la explotación sexual y laboral, especialmente de niños y adolescentes, según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo, OIT.

En Venezuela, el Ministerio Público anunció la detención de dos efectivos de la Guardia Nacional por su supuesta implicación en una banda internacional de tráfico de ciudadanos chinos, a principios de junio. Washington incluyó a Venezuela en la lista de países que podrían sufrir sanciones por no enfrentar la trata.

Para complicar más la situación, los latinoamericanos también son víctimas del tráfico de órganos. Hoy no es una novedad encontrar cuerpos o cadáveres «saqueados».

En Colombia hay varios ejemplos. En Bogotá, un joven de 18 años salió una mañana de su casa hacia la universidad y, en el camino, entabló conversación con dos desconocidos en el autobús. Sólo recuerda que le rociaron algo en la cara.

Cinco días después, cuando despertó en el Parque El Tunal, al sur de la ciudad, tenía una enorme cicatriz y le faltaba un riñón, según relató a la Fundación Esperanza.

En Bucaramanga, en el departamento de Santander, nororiente, fue encontrado el cadáver de la joven Johana Maritza Pinto, de 17 años. Su cuerpo estaba bañado, vestido, sin manchas de sangre, pero con una sutura desde su cuello hasta el ombligo. «Le sacaron desde los pulmones hasta la vejiga», resumió la policía.

«Nos hemos enterado de mujeres embarazadas a las que han robado sus bebés o de cadáveres de jóvenes sin córneas, pero es muy difícil hacer el seguimiento a esos casos», dice Diana Cano, coordinadora nacional de la Fundación Esperanza.

¿Qué hacer para combatir estos delitos? Expertos recomiendan informarse bien sobre los derechos y deberes antes de viajar, no creer en propuestas milagrosas, afectivas o económicas, ni tampoco en cuentos de hadas, porque la emigración es hoy una opción que exige información, y el tráfico de órganos, una realidad que enluta a la región.

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