Lejos de reducir la explotación del trabajo forzado de presos, la dictadura de Birmania la aumentó desde noviembre, a pesar de las advertencias de la comunidad internacional, advirtió una organización que defiende los derechos de la minoría karen.
Las fuerzas armadas, principales usufructuarias de tal explotación "tratan a los presos como animales, los castigan permanentemente y los asesinan en cuanto ya no les son útiles", dice un informe elaborado por el Grupo por Derechos Humanos de los Karen.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio a Birmania tiempo hasta noviembre para avanzar en la erradicación del trabajo forzado, pues de lo contrario permitirá a sus miembros imponer sanciones económicas a este país del sudeste asiático.
Pero las campañas internacionales se concentran en la explotación de aldeanos indefensos, y prestan poca atención a la situación de los presos, también explotados. Activistas temen que el abuso de los presidiarios sea considerada una alternativa válida.
El estudio del Grupo, según el cual la vida de los presos puestos a trabajar en dependencias militares corre peligro, fue divulgado cuando el régimen interrumpió momentáneamente la ofensiva militar en el oriental estado de Karen.
"El ejército de Birmania ha utilizado más presos en tareas de carga y como peones en su avanzada sobre el estado de Karen, desde noviembre de 2005, que en años anteriores", dijo a IPS Stephen Hull, principal redactor del informe.
"La ofensiva militar no se detuvo. Sólo se enlenteció por las lluvias provocadas por el monzón", explicó.
El Grupo estimó que cada batallón del ejército arma equipos de entre 300 y 500 presos para que realicen tareas agotadoras, como cargar municiones, alimentos y bienes personales de los militares, entre ellos muchos que son producto del saqueo de aldeas.
En años anteriores, las presos obligados a trabajar eran "alrededor de 50 por batallón", indicó Hull.
"Las mayores columnas militares cuentan con unos 300 efectivos y 400 presos. La cifra total de porteadores en los tres distritos septentrionales de Karen es difícil de estimar ahora, pero podría situarse entre 3.000 y 5.000", señala el informe "Menos que humanos: Presos porteadores tras la ofensiva en Karen 2005-2006".
En ocasiones, los presos esclavizados, encadenados cuando no están en movimiento, deben caminar delante de la patrulla militar para actuar como "escudos humanos" ante eventuales ataques "o dragaminas", revela el estudio.
"Los soldados matan a presos que realizan tareas de carga como rutina, dejando a veces un reguero de cuerpos a lo largo del camino. Si tratan de escapar, los ejecutan después de torturarlos, como castigo ejemplarizante", añade.
"No se les permite descansar, beber agua o hablar mientras caminan. Como consecuencia, los presos caen a menudo bajo sus fardos y reciben entonces más amenazas y golpes", añade.
La ofensiva militar por el control de los bastiones de una de las guerrillas más antiguas de Birmania, la Unión Nacional Karen (UNK), provocó una crisis humanitaria.
Más de 20.000 karen huyeron de sus hogares a causa de la operación, iniciada hace nueve meses. Casi la mitad de ellos buscaron refugio en territorio tailandés, según organizaciones humanitarias. El resto, entre los que hay heridos, mujeres y niños desnutridos, aguardan para cruzar la frontera.
En junio, cuando comenzó el monzón, la junta militar que gobierna Birmania recibió otra advertencia de la OIT para que ponga fin al trabajo forzado.
Birmania podría sufrir sanciones económicas e incluso comparecer ante la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, si sigue ignorando las demandas de la OIT y otros organismos.
Pero los presos esclavizados no figuran en la campaña internacional para terminar con el trabajo forzado. El ejército obliga a miles de aldeanos a trabajar en la construcción de caminos, puentes y campamentos militares y en el cultivo de tierras ocupadas ilegalmente por militares.
"El trabajo forzado sigue siendo un problema, está vigente y es un asunto serio que hay que resolver", dijo a IPS el representante de la OIT en Rangún, Richard Horsey. "Ese es el camino para dañar el sentimiento de impunidad del que gozan los responsables del trabajo esclavo".
Al mismo tiempo, la OIT "no puede aprobar una alternativa a la explotación de aldeanos como porteadores que sea igual de mala en términos del trato que reciben", sostuvo en relación con la utilización de presos esclavizados. "Es una violación de los derechos humanos básicos."
El maltrato a los presos no se reduce a su esclavización.
En este país de Asia sudoriental existen más de 50 campamentos de trabajo forzado y 43 cárceles, donde se reiteran penosas condiciones de vida, dijo a IPS Bo Kyi, de la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos y él mismo ex prisionero.
"En algunos campamentos de trabajo forzado se golpea a los presos hasta morir cuando caen exhaustos. Los presos no tienen derecho a atención médica si trabajan en las cantera. Contraen malaria y se mueren", aseguró.
Los presos sometidos a condiciones de esclavitud por el ejército también merecen la compasión internacional, señala el informe del Grupo por Derechos Humanos de los Karen.
La organización teme que "la comunidad internacional considere la utilización de presos como una alternativa legítima al trabajo forzado de los aldeanos".
Birmania ratificó las dos convenciones internacionales aprobadas por la OIT para poner fin al trabajo forzado. Pero sólo comenzó a tomar medidas al respecto en 1998, cuando salió a la luz pública las condiciones rayanas en la esclavitud sufridas por millones de aldeanos en áreas fronterizas.
"Cientos de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos se ven obligados todos los días a trabajar contra su voluntad por los gobernantes militares birmanos. Negarse puede acarrear la prisión, la tortura, la violación o el asesinato", según la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres con sede en Bruselas.
"Oficiales del ejército emiten todos los días órdenes escritas de trabajo forzado", aseguró la Confederación. Las tareas incluyen la construcción de cuarteles, el traslado de municiones, la construcción de puentes y caminos, y el cultivo de tierras adquiridas por los militares.
La situación empeoró desde junio, informó Maung Maung, secretario general de la Federación de Sindicalistas de Birmania. "Incluso en Rangún secuestran a personas para obligarlas a trabajar. Las envían a campamentos militares. Antes, eso solo sucedía en las provincias", afirmó.