COMUNIDAD ANDINA: Venezuela se fue, ¿Chile regresa?

Para la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, la cumbre del Mercosur, de esta semana en Argentina, debe significar un rescate de los objetivos políticos de la integración, desvirtuados últimamente por litigios económicos bilaterales inducidos por el predominio de intereses domésticos.

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Chile está desde 1996 asociado al Mercosur (Mercado Común del Sur), conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, condición que según la oposición derechista al gobierno de centroizquierda de Bachelet no ha traído beneficios sino, al contrario, subordinaciones que han impedido actuar con presteza ante el prolongado y permanentemente renovado conflicto energético con Buenos Aires.

La decisión que el gobierno argentino de Néstor Kirchner anunció el 10 de este mes, de aumentar el precio de la gasolina en la frontera para los vehículos extranjeros, acrecentó en Chile una imagen caótica del Mercosur, sumido también en el diferendo entre Montevideo y Buenos Aires por la construcción de dos plantas de celulosa en Uruguay sobre el río limítrofe de igual nombre.

Estos episodios, sumados al conflicto por los recortes en los suministros de gas natural argentino iniciados en 2004, no sólo cuestionan la permanencia de Chile como socio externo del Mercosur sino que también abren otras opciones sobre las apuestas integracionistas de Bachelet.

El secretario general de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), Allan Wagner, aseguró a IPS a fines de junio que hay condiciones para el retorno de Chile a ese bloque, del cual se alejó en 1975, cuando aún se llamaba Pacto Andino y el país estaba bajo la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).
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Wagner hizo esos comentarios luego de la entrevista que el jueves 24 de junio mantuvo Bachelet en Santiago con el presidente electo de Perú, Alan García, quien asumirá el cargo por segunda vez el 28 de este mes.

Wagner, quien fue canciller peruano en el primer gobierno de García (1985-1990) y también del saliente presidente Alejandro Toledo, señaló que el eventual ingreso de Chile fortalecerá a la CAN, luego del "lamentable" retiro de Venezuela en junio, por su desacuerdo con la firma de los tratados de libre comercio de Perú y de Colombia con Estados Unidos.

La CAN fue creada en 1969 como Pacto Andino en virtud del Acuerdo de Cartagena, por Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, grupo al cual se sumó dos años después Venezuela.

Tras los retiros de Chile en 1975 y de Venezuela este año, este bloque reúne en la actualidad a Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

En declaraciones a IPS el 3 de este mes en Madrid, Wagner dijo que la presidenta Bachelet anunciaría la adhesión de Chile a la CAN el 28 de este mes con motivo de la investidura presidencial de García, pero al tenor de los propios dichos del ex canciller no se trataría de un regreso pleno a esa instancia.

Lo más probable es que Chile adquiera por ahora un estatus de miembro asociado de la CAN, similar al que mantiene desde 1996 con el Mercosur, y al cual no renunciará pese a las presiones de la oposición derechista.

Como preámbulo a este esperado anuncio, la cumbre del Mercosur, de este jueves y el viernes en la central ciudad argentina de Córdoba, creará posiblemente un ambiente propicio para los movimientos chilenos, ya que en los hechos no sólo será una mini-cumbre sudamericana sino que tendrá además una fuerte impronta política por sobre los contenciosos económicos que hoy agobian a este acuerdo.

Kirchner será el anfitrión de los presidentes de los miembros pleno del bloque, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, Nicanor Duarte, de Paraguay, y Tabaré Vázquez, de Uruguay, a los cuales se suma ahora Hugo Chávez, de Venezuela.

Pero están igualmente invitados los mandatarios Evo Morales, de Bolivia, y Bachelet, de Chile, como asociados externos, además del reelecto presidente de Colombia, Álvaro Uribe, el ecuatoriano Alfredo Palacio y el saliente de Perú, Alejandro Toledo. Del mismo modo, es posible que asista el presidente de Cuba, Fidel Castro.

Este marco aparece propicio para una convergencia entre la CAN y el Mercosur tras el desplazamiento de Venezuela de uno a otro bloque, pero también ofrece un escenario favorable para renovar declaraciones de fe en la Comunidad Sudamericana de Naciones, que convoca a ambos acuerdos regionales.

Bachelet, su ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, y el embajador en Buenos Aires, Luis Maira, apuestan a la Comunidad Sudamericana como el gran foro que posibilitaría a la vez un rescate político del discurso de unidad latinoamericana y acciones concretas de integración física por sobre los conflictos económicos coyunturales.

Creada en diciembre de 2004 en la ciudad peruana de Cuzco, la Comunidad Sudamericana de Naciones reúne a 12 países, los cinco miembros plenos del Mercosur, los cuatro de la CAN y a los tres que no pertenecen en propiedad a ninguno de esos dos bloques: Chile, Guyana y Suriname.

Según Maira, miembro del Partido Socialista al igual que Bachelet, es en ese marco ampliado que América del Sur se debe trazar objetivos específicos de integración física, a través de unos 10 a 12 proyectos que apunten a dos requerimientos básicos, los anillos energéticos y la habilitación de corredores bioceánicos.

Bajo este diseño, una "doble militancia" de Chile en la CAN y en el Mercosur será funcional a las necesidades de un país que requiere en su demanda energética tanto el gas natural argentino como el boliviano y que, a través de los corredores bioceánicos, desea fortalecerse como puerta de ingreso y salida de los intercambios comerciales sudamericanos con la cuenca de Asia-Pacífico.

Una aproximación a la CAN daría materialidad a la vez al discurso de la presidenta chilena de dar prioridad a las relaciones con los vecinos y, en ese marco, buscar cauces de reencuentro con Bolivia y Perú para dejar atrás los seculares conflictos territoriales con esos dos países.

La Comunidad Andina es a la vez un interlocutor económico interesante para Chile, como receptor de sus exportaciones de productos industrializados, que consisten sobre todo en salmón, refinados de petróleo, celulosa, vinos y maderas aserradas.

En el período enero-mayo de este año, las economías andinas recibieron 12,5 por ciento de las exportaciones chilenas de productos industrializados, por sobre el 9,1 por ciento del Mercosur, con cuyos países, y especialmente con Argentina, Chile mantiene una balanza comercial desfavorable.

Pero en la ecuación general de la cancillería chilena, los cálculos económicos parecen ocupar por ahora un lugar secundario, detrás de la apuesta a confrontar a los interlocutores del Mercosur con un compromiso político hacia la integración.

El jueves último, Foxley llamó al canciller argentino Jorge Taiana para advertirle que Chile sacará el diferendo por el sobreprecio a las gasolinas del ámbito estrictamente comercial y que le interesa un pronunciamiento político de Buenos Aires respecto de la validez que el gobierno de Kirchner otorga al discurso integracionista.

Un emplazamiento que difícilmente será asumido por el mandatario argentino, quien, si bien enfrenta reclamos externos por sus decisiones económicas, ve crecer el apoyo interno, como lo indican encuestas últimas según las cuales más de 60 por ciento de los consultados apoyan su reelección en 2007.

Bachelet sufre la situación inversa, con una rápida descapitalización del apoyo popular hacia su gobierno, a través de encuestas que recogen, entre otros factores de descontento, el impacto económico de los problemas energéticos y una crítica a su supuesta debilidad ante el incumplimiento argentino de los acuerdos de integración en ese ámbito.

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