El panel iniciado este miércoles en la Organización Mundial de Comercio (OMC), ante el cual la Unión Europea (UE) acusa a Brasil de prohibir indebidamente la importación de neumáticos usados y reformados, pone en juego también otros productos y la relación entre comercio y ambiente.
Es una acción inédita, que puede establecer jurisprudencia en el comercio de bienes usados y en las restricciones ambientales para su intercambio internacional, observó a IPS Claudio Langone, secretario ejecutivo del Ministerio de Ambiente brasileño. Por ello, acompañan atentamente el proceso varios gobiernos y organizaciones no gubernamentales.
La importancia atribuida por Brasilia al proceso se refleja en la presencia de la ministra de Ambiente, Marina Silva, encabezando una delegación compuesta de representantes de otras cinco carteras, en la reunión del Mecanismo de Solución de Controversias de la OMC, que continuará en Ginebra hasta este viernes.
La UE cuestiona la prohibición brasileña como una medida comercial que, además de afectar a empresas europeas, es discriminatoria, ya que Brasil importa neumáticos usados desde Uruguay, su socio en el Mercado Común del Sur (Mercosur).
El gobierno brasileño argumenta que sus razones son ambientales y de salud. Los neumáticos no se degradan, obstruyen flujos de agua y contaminan el ambiente con metales pesados tóxicos y cancerígenos, especialmente si son incinerados sin los cuidados adecuados.
Además, constituyen un riesgo para la salud pública. En centenares de municipios brasileños los neumáticos botados, que almacenan agua de lluvia, son los principales focos de proliferación de mosquitos que transmiten el dengue, según el Ministerio de Ambiente. La enfermedad se convirtió en una preocupación constante casi 20 años atrás, con frecuentes brotes epidémicos en varias partes de este país.
Brasil es por principio contrario a la importación de productos usados, y resiste presiones de países industrializados que buscan mercados en desarrollo para bienes que, además de causar daños económicos, como la pérdida de empleos, afectan el ambiente, por ejemplo los refrigeradores que aún usan gases que destruyen la capa de ozono, dijo Langone.
Pero en el caso de los neumáticos, los problemas ambientales se agravan porque el país ya tiene millones de ellos arrojados a la naturaleza, y los usados, que solo pueden ser reformados una vez, representarían una presión adicional por su menor vida útil.
Una medida adoptada en 1999 por el Consejo Nacional de Medio Ambiente determina que la industria debe recoger y dar un destino ambientalmente apropiado a la misma cantidad de neumáticos que se venden en al mercado. Pero el año pasado las empresas incumplieron la norma y sufrieron una multa que sumó 23 millones de reales (10,5 millones de dólares).
Pero Brasil tiene "un punto débil" en la controversia con la UE, que es la importación de neumáticos desde Uruguay, cumpliendo un fallo del Tribunal Arbitral del Mercosur de 2002, admitió Langone. La defensa brasileña contra la queja uruguaya se limitó al aspecto comercial, y no consideró la cuestión ambiental y sanitaria, explicó.
Ahora en el panel de la OMC, los argumentos ambientales y sanitarios componen la defensa, que recuerda los principios de la Convención de Basilea sobre el movimiento transfronterizo de residuos peligrosos y la Convención de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, señaló.
La queja comercial europea tiene también su "punto débil", la contradicción con la misma política ambiental de la UE y la "coincidencia" de esta controversia con una legislación comunitaria que prohibirá, a partir del 16 de julio, que los neumáticos sean desechados en los rellenos sanitarios, observó Langone.
Cerca de 80 millones de neumáticos triturados son colocados anualmente en los rellenos sanitarios europeos, y darles otro destino a partir de ahora es un gran problema económico y ambiental.
La industria vende en el mercado brasileño cerca de 45 millones de neumáticos, de los cuales 32 millones son para automóviles y 10 millones para motocicletas. Había una estimación de 100 millones botados en la naturaleza, pero se reconoce que la cifra es incierta.
La guerra de los neumáticos usados es también interna. Mientras la Asociación Nacional de la Industria de Neumáticos apoya la prohibición de las importaciones y restricciones al reaprovechamiento de los usados, la Asociación Brasileña de Neumáticos Remodelados se opone, argumentando que su producto es seguro y reduce el consumo de materias primas al prolongar su uso.
La batalla se introdujo en la Cámara de Diputados, donde una comisión aprobó una propuesta de política nacional de residuos que abre la posibilidad de importar productos usados, incluso neumáticos. Es poco probable que el proyecto sea aprobado en otras comisiones y en votación plenaria, pero refleja una división.
Los defensores de la importación arguyen que los residuos hoy son materias primas importantes, los neumáticos desechables, por ejemplo, generan asfalto para pavimentación más segura de las carreteras, combustibles y rellenos.
Una tecnología para hacer estacas para cercas, sustituyendo la madera o el hormigón, y durmientes de ferrocarriles fue desarrollada por un grupo de investigadores de la sureña Universidad de Campinas, a 100 kilómetros de la ciudad de Sao Paulo.
Los costos son similares, pero el producto alternativo dura mucho más y podría dar pie a un mercado que absorbería todos los neumáticos descartados, según Antonio Batocchio, coordinador del proyecto.
Varias alternativas de uso de neumáticos descartados como materia prima no han probado aún ser competitivas, ya que la industria no logró cumplir la norma que la obliga a dar un destino ambientalmente adecuado a sus desechos, contrarresta Langone.