La crisis de Afganistán cabe en un puñado de datos concatenados y puede llegar a ser irreversible. En ese caso, al decir de un diplomático europeo en Kabul, «todos nosotros corremos el riesgo de terminar como los ingleses», cuyas tropas fueron derrotadas no una sino tres veces: en 1842, 1880 y 1919.
La esperanza depositada en las fuerzas extranjeras ha ido frustrándose aceleradamente y la insurgencia crece al mismo ritmo que la debilidad del gobierno.
Las tropas estadounidenses y británicas, que comienzan a ser vistas como invasoras, desencadenaron hace dos meses la ofensiva militar más vasta desde la lanzada en septiembre de 2001, cuando en menos de dos meses derrocaron al gobierno del movimiento islamista Talibán.
Ahora el objetivo declarado es "limpiar" el territorio controlado por el Talibán al sur y al este del país antes de que Estados Unidos de un paso atrás y el comando de las operaciones pase a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La coalición militar liderada por Estados Unidos desplazó al movimiento Talibán, que controló buena parte del territorio afgano y su capital de 1996 hasta fines de 2001, y se perpetuó en el país en las denominadas Fuerzas Internacionales para la Asistencia en Seguridad (ISAF).
El incremento de los enfrentamientos y de muertos de uno y otro lado no favorece el cumplimiento de ese propósito de limpieza. Algunos observadores minimizan los hechos diciendo que se trata de la clásica ofensiva de verano y que con los primeros fríos de invierno la "calma" retornará.
El ministro de Defensa de Afganistán, general Rahim Wardak, dijo a mediados de este mes al diario británico Financial Times que la resistencia del Talibán en el sur del país será quebrada a fin de año.
Empero, el portavoz talibán, Mohammad Hanif, aseguró al día siguiente de aparecida la publicación que aumentarán los ataques. "Intensificaremos las acciones suicidas e involucraremos a las tropas infieles' en una guerra de guerrillas", apuntó.
Para otros analistas más cautos, "hay por delante seis meses cuyo desenlace es incierto".
El teniente general británico David Richards asumió en mayo pasado el comando de las ISAF con optimismo y la voluntad de entender la situación apoyada en su inteligencia política. Su estrategia se ha enfocado en remplazar el término terroristas por el de insurgentes y en dialogar respetuosamente con la población.
Así lo explicó en su primer encuentro con los medios de comunicación afganos e internacionales. "He aprendido que este contacto es imprescindible", comentó Richards a IPS.
Coincidentemente, se conoció que quienes más fondos han aportado para el desarrollo de medios de comunicación afganos independientes la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea, y la estadounidense Agencia para el Desarrollo Internacional— ya no tienen presupuestos para seguir apoyándolos.
Más aún, casi cinco años después de la caída del régimen Talibán, el presidente Hamid Karzai no tiene la posibilidad de dirigirse simultáneamente a todo el país por radio y televisión.
El embajador de un país europeo vislumbró los primeros síntomas de lo que en el ambiente de la cooperación internacional se llama "cansancio del donante". "Es un espejo del éxito o del fracaso, y suele ser más fácil atribuir el segundo al gobierno que pensar en qué podemos habernos equivocado nosotros", comentó.
"Se han acumulado cuatro años de errores", dijo el mismo diplomático que teme la irreversibilidad de la situación y que prefiere no ser identificado.
"¿Reconstruiremos de verdad o seguiremos con el desarme y la lucha contra las drogas como las actividades más visibles?, se preguntó. Hay que construir escuelas, centros de salud, fábricas y dar a la gente la esperanza de que al menos sus hijos vivirán mejor", afirmó.
Ante la falta de un plan sólido para reconvertir la producción de amapolas (adormideras), los agricultores apelan a miembros del Talibán y a "señores de la droga" para proteger su única fuente de ingreso.
Muchos coinciden ahora en opinar que el error inicial fue el modo de aplicar el Acuerdo de Bonn, firmado el 5 de diciembre de 2001 y que articuló una rápida sucesión de pasos institucionales que concluyeron con las "elecciones libres y justas" de octubre de 2004, cuando resultó elegido Karzai, el candidato favorito de Washington, y conformado el parlamento que se instaló en septiembre de 2005.
La prisa no permitió la formación de partidos políticos, con lo cual abundan los "señores de la guerra" al frente de ministerios y ocupando bancas parlamentarias.
"En Bonn inventaron una caja sin calcular qué iba a ocurrir dentro de ella", dijo hace una semana a IPS en Kabul un miembro del parlamento afgano que también quiso permanecer anónimo. "Karzai fue la primera opción equivocada; la segunda fue debilitar al rey cuando podía cumplir un papel pacificador".
Opinar sin ser identificado es otro dato de la incertidumbre actual. Todos siguen deliberando con todos en la búsqueda de soluciones para las cuales ninguna puerta debe ser cerrada por alguna opinión controvertida.
No tiene ese problema Shahir Zahine, ex combatiente contra la ocupación de la hoy disuelta la Unión Soviética (1979-1989) y en la actualidad presidente de una organización no gubernamental afgana en la que trabajan 1.500 personas y de un grupo que posee los dos únicos semanarios distribuidos en todo el país y de dos radios.
"El Acuerdo de Bonn es cartesiano. Este país no es Bosnia, Palestina ni Pakistán. No hay modelos que puedan aplicarse mecánicamente", dijo Zahine. "Imponer en nuestra sociedad el sistema llamado democracia occidental, produjo la máscara de una democracia", agregó.
A Aziz Ahmad, portavoz del ex rey de Afganistán Zajer Shah, hoy "padre de la patria", le sorprende la falta de memoria occidental. "Han estado estudiándonos durante 300 años y ello no les ha impedido aplicar una fórmula equivocada", dijo a IPS.
Para el vocero, las raíces sociales jerárquicas de una realidad tribal resultan tan esenciales que sólo el rey podía legitimar la unidad, "de la cual ha sido un símbolo impecable". Cree que el error puede corregirse mediante una enmienda de la Constitución que otorgue a Zajer Shah poder para ejercer ese papel.
Aunque pueda ser tarde, la propuesta no es muy distinta a la que defendían personas como Zahine, cuando propusieron olvidarse de las elecciones presidenciales, renovarle el mandato por cinco años a Karzai, tener un "padre de la patria" con una función real y construir, sin apuro, fuerzas políticas representativas que desplazaran a los "señores de la guerra" y permitiesen negociar con dignidad con el poder extranjero.
La guerra a ultranza contra el movimiento Talibán puede ser una simplificación condenada al fracaso si no se da paso a la política. "Mucho del apoyo que recibe no es por sus creencias sino un modo oportunista de manifestar oposición al gobierno", sostuvo un cooperante europeo que trabaja en Afganistán desde hace 15 años.
En ello coincide Zahine. "Hay que construir, reconstruir y hacer política para resolver los verdaderos problemas, como son la injusticia, la falta de educación y de buena distribución" de la riqueza, puntualizó, haciendo foco en la realidad de un país que, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, está entre los seis más pobres del mundo.
"Karzai es pashtún (patán), pero es considerado un traidor por dos de las tribus que representan 70 por ciento de esa etnia", agregó. "Hay que sentarse alrededor de una mesa, negociar y distribuir poder. Y aceptar que, si hay una paz afgana, las tropas extranjeras no tendrán nada que hacer aquí" en este país, concluyó.