La renuncia del musulmán Mari Alkatiri al cargo de jefe del gobierno de Timor Oriental marcó su reconocimiento de que no es fácil resistir a adversarios de la magnitud de la poderosa Iglesia Católica y de la inmensa y vecina Australia.
El presidente de Timor Oriental, José Alexandre Xanana Gusmão, anunció tras una reunión del Consejo de Estado, este jueves, que comenzará de inmediato diligencias para la formación de un nuevo gobierno dentro del marco del parlamento en funciones, para reemplazar a Alkatiri, quien renunció el lunes.
El Frente Revolucionario para la Independencia de Timor Oriental (Fretilin), liderado por Alkatiri, cuenta con 55 de los 88 diputados, por lo que, en términos constitucionales, Xanana Gusmão deberá solicitar a ese partido la nominación del futuro primer ministro.
El deterioro de la situación en esta ex colonia portuguesa del archipiélago de Java se comenzó agravar los últimos dos meses. Sin embargo, su génesis ya se puede encontrar hace más de un año.
A fines de abril de 2005, los obispos Alberto da Silva, de la capital Dili, y Basilio do Nascimento, de Baucau, abrieron las hostilidades contra el musulmán Alkatiri, cuando éste decidió convertir la religión en una disciplina facultativa en las escuelas públicas.
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El clero católico se rebeló abiertamente contra esta decisión, basada en la Constitución que garantiza un Estado laico, organizando manifestaciones en las calles en la capital y en Baucau, la segunda ciudad del país. Alkatiri no cedió y su carácter duro y poco carismático facilitó la aparición de nuevos enemigos. Internos y externos.
El ahora presidente y mítico líder guerrillero contra la ocupación de Indonesia (1975-1999), Xanana Gusmão, y su canciller, el premio Nóbel de la Paz José Ramos-Horta, figuras que gozan de gran popularidad, fueron también adversarios de peso apoyados por Australia, a los que Alkatiri no logró neutralizar.
La violencia, que aún no ha cesado y que este jueves llevó a las calles a unos 5.000 partidarios del primer ministro renunciante, alcanzó su auge el 27 de mayo, cuando se produjo la orden de evacuación de la representación local de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La decisión de la ONU se concretó luego de que los hechos tomaron forma de protestas callejeras violentas, de policías y soldados contra el primer ministro, y de bandas de jóvenes que incendiaban y destruían todo lo que encontraban a su paso.
"Durante algunos días, el decantado éxito internacional del primer Estado del siglo XXI, pareció a punto de sucumbir en el escenario apocalíptico de una guerra civil inminente", señaló a IPS Pedro Bacelar de Vasconcelos, abogado constitucionalista y asesor jurídico del naciente país asiático durante la administración internacional entre 2000 y 2002.
Este abogado, ex gobernador del distrito septentrional portugués de Braga, critica el legado de la administración transitoria que "hizo y deshizo estructuras casi parlamentarias, casi ejecutivas y casi jurídicas, lanzando un atribulado proceso de 'timorización'".
Según Bacelar de Vasconcelos, esta acción, "además de ser un ineficiente y bizarro sistema de gobernación de laboratorio, consumió muchos recursos y dio parcos resultados". Se impuso sólo por ser "el camino más rápido y cómodo para fabricar un 'caso de éxito'", sin un proceso serio de educación cívica ni de discusión plural sobre el destino común, agregó.
Después de la independencia, el 22 de mayo de 2002, "se instaló una práctica de servilismo ante las exigencias y requisitos disparatados de innumerables agencias y de asesores internacionales que monopolizaron la atención de los gobernantes", apuntó.
Los políticos del poder "por inexperiencia u oportunismo, se tornaron cada vez más insensibles a las variadas señales de alarma lanzadas por una multitud de jóvenes sin perspectivas, por ciudadanos desamparados, por la clamorosa inoperancia de los servicios e instituciones públicas", indicó Barcelar de Vasconcelos.
Las imágenes de televisión que invaden los noticieros de todo el mundo muestran a Xanana Gusmão y a Ramos-Horta con escoltas constituidas exclusivamente por australianos, mientras Alkatiri goza de la protección de los policías militares de la Guardia Nacional Republicana portuguesa.
Sin embargo, no parece posible sacar conclusiones basando el análisis en estas imágenes.
Interpretar lo que hoy ocurre y lo que depara el futuro de este pequeño país martirizado, en el que 24 años de ocupación de Indonesia se saldaron con 210.000 muertos en una población de 660.000 habitantes en 1975, no es tarea fácil. Cada nueva noticia es una nueva fuente de perplejidad.
En Portugal, antiguo colonizador y principal donante en esta república insular asiática de 15.000 kilómetros cuadrados y hoy con 880.000 habitantes, las reacciones del gobierno luso son prudentes y contenidas, ante noticias contradictorias y muchas veces indescifrables que cotidianamente llegan de Dili.
Los escasos periodistas presentes en el terreno, adoptan actitudes de extremo cuidado, intentando filtrar y confirmar las múltiples informaciones y rumores, alimento cotidiano de "la lucha política marcada por manifestaciones violentas", como señaló en su último despacho Francisco Piedade, corresponsal de la Radio Televisión Portuguesa.
El analista Mario Bettencourt Resendes sostuvo en una columna publicada este jueves en el Diario de Noticias, de Lisboa, que lo que ocurre en la isla "es una historia de misterios variados, donde la especulación se cruza con decisiones políticas", adivinándose una "muy fuerte presión de bastidores con orígenes externos a las autoridades timorenses".
Bettencourt Resendes se pregunta si será Alkatiri el "malo de la película" y cuál es el verdadero papel y las intenciones del "ángel del bien" Xanana Gusmão, quien goza de "un capital incomparable de popularidad y de prestigio interno e internacional".
"En los platos de una balanza repleta de dudas y señales contradictorias, Portugal podrá tener que evaluar hasta qué punto se justificará mantener en Timor una presencia militar poco más que simbólica y de tributo a la historia común", subraya el analista.
Aunque sin mencionar los vastos intereses de Canberra en el petróleo y el gas natural de Timor, Bettencourt Resendes opina que "Xanana Gusmão tiene el derecho de escoger a sus aliados preferenciales y nadie le negará inteligencia política en una eventual opción por una Australia que puede 'ofrecer' lo que no está al alcance de otras partes interesadas, próximas o distantes".
Alkatiri parece disipar estas dudas en una entrevista publicada en su edición de este jueves del semanario lisboeta Visão, al sostener que "donde hay petróleo hay problemas".
Sobre su dimisión, exigida por Xanana Gusmão en base a acusaciones en su contra lanzadas por un documental de una televisión australiana, Alkatiri reconoce que fue "el peor día de mi vida", porque el acto político, asumido para evitar una crisis de proporciones incalculables, "es un mal precedente para el país".
Al contrario de los sectores que defienden la presencia de más tropas australianas, el líder del Fretilin se muestra partidario de "una fuerza de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) con un componente policial más sustancial que el militar". "No tengo dudas que Portugal debe tener un papel importante en ambos", afirmó.
Toda esta crisis "fue provocada para impedir la victoria (en las elecciones de 2007) de mi partido", con consecuencias graves para Timor Oriental, porque "en tres meses perdimos el trabajo de tres años".
La exigencia actual de los manifestantes en su contra, a los que no les bastó su dimisión, es la disolución del parlamento dominado por el Fretilin, un pedido que no causa sorpresas a Alkatiri. "Ellos van a exigir siempre más. Sólo espero que no exijan la disolución del propio Estado", alertó.