SEGURIDAD-AMÉRICA DEL SUR: Mujeres indefensas en la ciudad

Es tan paulatino que resulta imperceptible, pero las mujeres limitan cada vez más sus movimientos en la ciudad a medida que crece la inseguridad, sobre todo de noche. Temen ser robadas y, sobre todo, golpeadas, violadas o que les secuestren a alguno de sus hijos.

La prensa refleja cotidianamente una realidad que hace que esos temores no sean infundados, lo cual se manifiesta en un repliegue mayor hacia el espacio doméstico.

Investigaciones realizadas por organizaciones no gubernamentales en la oriental ciudad argentina de Rosario y en dos distritos populosos de Lima revelaron que la violencia urbana, si bien suele presentarse como un problema de todos, afecta de manera específica a las mujeres y las fuerza a restringir sus salidas.

La seguridad pública es uno de los asuntos que ocupa al Foro Urbano Mundial, que en la ciudad canadiense de Vancouver analiza esta semana cómo cumplir la promesa formulada en la ONU hace seis años: mejorar la vida de al menos 100 millones de pobres de las ciudades para 2020.

La tercera reunión del Foro desde su lanzamiento en 1998 por el Programa de Asentamientos Humanos de las Naciones Unidas (ONU-Hábitat) sesiona desde el lunes y hasta este viernes bajo la consigna "Ciudades sostenibles: convirtiendo las ideas en acción" y con la asistencia de unos 15.000 delegados de organizaciones sociales, del mundo académico y de gobiernos.

En Argentina, el estudio fue hecho por el Centro de Intercambio y Servicios Cono Sur Argentina (Cicsa), mientras en Perú estuvo a cargo de la organización feminista Flora Tristán. Los dos proyectos contaron con un fondo de apoyo financiero a Acciones para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).

Las organizaciones trabajaron con distinta metodología pero llegaron a similares resultados. "El estudio concluye que las mujeres no pueden salir libremente a la calle por las noches a menos que estén acompañadas", dijo a IPS Ivonne Macassi, de Flora Tristán.

El trabajo en Perú fue con mujeres de los distritos de San Juan de Miraflores y Villa El Salvador, los más populosos de Lima y con una población de poco más de un millón de personas.

Entre las mujeres encuestadas por Flora Tristán, 61 por ciento consideró inseguro caminar por las calles de noche y 50 por ciento expresó temor a viajar en vehículos del transporte público en horas de la noche cuando ya la afluencia de pasajeros decae.

"No sólo temen a los robos sino que éstos deriven en violaciones sexuales. No se sienten seguras ni siquiera en un taxi o en moto-taxi, porque se han registrado abusos aún en esos casos", relató Macassi.

La activista señaló que esa forma de violencia "se tolera" porque no está visibilizada, y ni siquiera hay estadísticas al respecto.

Para recuperar el espacio público, las mujeres necesitarían una sociedad más consciente de estos problemas y algunas cosas más, según ellas mismas proponen, como eliminar los terrenos baldíos y con altas malezas, así como más parques que incluyan a todos y que no sean apropiados exclusivamente para jugar fútbol.

También sugieren menos quiebres físicos en el mapa. Las vías del tren, los viaductos y autopistas, los puentes, parecen ser sitios seguros, pero sus entornos pueden constituirse en una trampa mortal para mujeres de a pie que viven lejos del centro, según reconocieron a lo largo del proyecto.

"Nuestra idea era reconocer la violencia de género que está en la raíz de la violencia urbana contra las mujeres, pero costó mucho hacer visible el problema. La inseguridad aparecía siempre asociada a robos y asaltos que afectan a todos por igual", contó a IPS Maite Errodigou, directora de investigación de Cicsa.

"Hace años, el gran desafío de las mujeres era develar el flagelo de la violencia doméstica. Fue tanto lo que insistimos que ahora, cuando hablamos de violencia contra la mujer, la única que aparece es ésa", dijo. Pero "aunque cueste verbalizarlo" hay otras amenazas que provienen del espacio público, agregó.

A diferencia de Flora Tristán, el estudio de Cicsa no se hizo exclusivamente con mujeres sino con diversos grupos sociales en Rosario, una de las tres ciudades más importantes de Argentina por su actividad económica, con un millón de habitantes y ubicada 350 kilómetros al norte de Buenos Aires en la de la provincia de Santa Fe.

"Elegimos Rosario porque es una ciudad administrada por el Partido Socialista, que ha consolidado un área gubernamental para la mujer y está dispuesto a ampliar su base de acción. Y lo que queremos es justamente lograr que las conclusiones tengan alguna incidencia en las políticas públicas", subrayó la experta.

En una primera etapa se realizaron 18 encuentros de debate con mujeres (y en menor medida hombres), de distintas edades y sectores socio-económicos. También hubo grupos de funcionarios, de académicos, de agentes de seguridad de distinto rango, de adolescentes en situación de calle y de prostitutas.

Todos hicieron su diagnóstico de la violencia urbana de acuerdo a su percepción. "Al principio se asimilaba la inseguridad a un problema de todos, después, cuando se usaba el término 'violencia', se asociaba con la ejercida por el Estado, con la económica, las desigualdades, y así se llegaba al tema de la mujer", relató.

Entre ellas, lo que más preocupa es la violencia sexual. El temor al manoseo en el transporte público, el propio o el que sufren las niñas y adolescentes, el abuso o la violación. "Estos temores, que tiene una base real, coartan sus movimientos y entorpecen su autonomía en el espacio público", definió Errodigou.

"Hay mujeres, sobre todo de sectores pobres, que dejaron de estudiar o de hacer ciertos trabajos para no tener que movilizarse de noche", ejemplificó.

Las restricciones también llegan desde el espacio privado. Las mujeres que están en pareja son instadas a permanecer en casa para no correr riesgos, dijo.

La indagación también reveló que, a la hora de hacer frente a un asalto, la mujer aparece físicamente como más vulnerable. "Los funcionarios que asistían a los grupos admitían que hay más posibilidades de que se golpee a la mujer porque es más débil, pero sin analizar el por qué de esa conducta del agresor", puntualizó.

En los grupos, algunas mujeres también expresaron "culpa" de salir solas a la calle, de noche o con determinada ropa. Y apareció también el temor por el robo de niños y niñas, sobre todo entre las más pobres. "Si tienen que salir con más de uno, temen el arrebato de alguno de ellos, y eso las desanima a salir", remarcó.

Una vez recogidas las percepciones, Cicsa realizó jornadas de capacitación para analizar posibles intervenciones en el espacio público que contemplen los temores de las mujeres. Para ello convocaron a los grupos y a los distintos sectores de gobierno que pudieran estar involucrados en el tema. Algo similar hizo Flora Tristán en Perú.

En Rosario, la labor derivó en la elaboración de tres grandes estrategias: Sensibilizar a la sociedad, sobre todo a niños y jóvenes, en el respeto al derecho de todos los sectores, intervenir en el diseño y planificación del espacio urbano, e involucrar a las instituciones del Estado en políticas públicas específicas.

En poco tiempo, los consejeros que trabajan en la elaboración del presupuesto de gobierno de Rosario volcaron estos asuntos en el debate del reparto de recursos, la guardia urbana pidió una capacitación específica y la Secretaría de la Mujer incorporó algunos de los objetivos en su nuevo plan de igualdad de oportunidades.

Del mismo modo, Diana Miloslavich, de Flora Tristán, explicó a IPS que a partir de los resultados de la investigación se establecieron acuerdos con los municipios de San Juan de Miraflores y Villa El Salvador para incluir en sus estrategias de seguridad urbana acciones específicas para proteger a las mujeres.

Ahora el proyecto de ciudades seguras para la mujer consiguió continuidad. El capítulo de Unifem en Brasil propuso involucrar además a Santiago y a Bogotá. La idea es trabajar para la visibilidad de estos temas, elaborar estrategias junto con la sociedad y transformarlas en políticas públicas.

(*) Con aportes de Angel Páez (PERU)

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