Estados Unidos presenta el conflicto por el programa nuclear de Irán como un asunto de seguridad nacional. Por eso, pinta una amenaza nuclear iraní en abierto desafío de la comunidad internacional.
Pero el conflicto, según expertos independientes de ambos países, responde, en realidad, a dos intereses contrapuestos: el propósito del gobierno de George W. Bush de ampliar su dominio en Medio Oriente, y el de Irán de ser reconocido como potencia regional.
Ahora se sabe que Teherán propuso a Washington en abril de 2003 un diálogo sobre los asuntos que los separan: su programa nuclear, su apoyo al libanés Partido de Dios (Hezbollah) y otras organizaciones armadas antiisraelíes y su hostilidad hacia el estado judío.
El régimen islámico iraní ya tenía entonces el convencimiento de que el gobierno de Bush planeaba avanzar contra él después de provocar la caída del régimen de Saddam Hussein en Iraq (1979-2003).
Irán ofreció concesiones concretas y relevantes en todos los asuntos conflictivos. Pero Bush se rehusó a responder a la propuesta de diálogo, a instancias del vicepresidente Dick Cheney y el secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld.
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El supuesto desarrollo de armas nucleares no era, por lo tanto, la principal preocupación de Estados Unidos respecto de Irán. En la visión de Washington, negar legitimidad a la República Islámica de Irán importa más que impedir mediante la diplomacia que ese país fabrique bombas atómicas.
La real objeción para que Irán se convierta en una potencia nuclear es que debilitaría el "proyecto estadounidense de transformar Medio Oriente", admitió en octubre el experto Tom Donnelly, del centro académico neoconservador American Enterprise Institute.
Donnelly, subdirector ejecutivo entre 1999 y 2002 del también neoconservador Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC) y autor de "Reconstruir la defensa de Estados Unidos", realizó esa afirmación en un ensayo titulado "Aprontándonos para un Irán nuclear".
Pero ese estudio contradice la línea oficial del gobierno, según la cual Irán es un estado radical que amenaza con sumir Medio Oriente en la guerra. El experto considera, en cambio, que el régimen islámico representa "la potencia del statu quo" en la región
La invasión de Iraq "casi terminó de rodear por completo Irán con fuerzas militares estadounidenses", en referencia a las ya apostadas en Turquía y Afganistán, al mismo tiempo que Teherán se ha visto incapacitado de contener la presencia del país norteamericano en la región, sostuvo.
Donnelly escribió que un "Irán nuclear" es un problema, pero no tanto porque pueda usar sus armas o entregarlas a organizaciones terroristas, sino por "el efecto de contención" que la posesión de ese arsenal "amenaza con imponer a la estrategia de Estados Unidos" en Medio Oriente.
El "mayor peligro", según el experto, es que los "realistas" —el ala de la elite de las relaciones exteriores estadounidenses opuesta a los neoconservadores— procuren un "equilibrio de poder" con un Irán nuclear, "socavando la 'estrategia de liberación' de Bush".
Entonces, lo que está realmente en juego en el enfrentamiento con Irán, desde la perspectiva del gobierno de Bush y de Donnelly, es la oportunidad de reordenar la jerarquía de poder en Medio Oriente aun más en favor de Estados Unidos, a través del derrocamiento del régimen islámico en Teherán.
Mientras, Irán no admite su real interés en alentar su posición en el enriquecimiento de uranio al punto del enfrentamiento con Estados Unidos. En cambio, se ha concentrado en emitir pronunciamientos públicos para resaltar una posición muy popular: que no renunciará a su derecho a la energía nuclear de uso civil.
Según observadores familiarizados con el pensamiento de la Revolución Islámica, funcionarios de seguridad nacional iraníes resaltan en privado, y desde hace mucho, la necesidad de normalizar las relaciones con Estados Unidos, de un modo que implique el reconocimiento del papel legítimo del régimen en la seguridad del Golfo.
Trita Parsi, experto en política exterior iraní de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins, consideró, luego de entrevistar a numerosos funcionarios de seguridad en Teherán el año pasado, que el régimen "básicamente trata de rehabilitarse en el orden político de la región".
La periodista iraní Najmeh Bozorgmehr, quien trabaja en el Instituto Brookins, coincide con esa visión. "Irán quiere regatear su rol regional con Estados Unidos", así como remover las sanciones en su contra y obtener garantías de que no será objeto de ataque, evaluó.
El régimen iraní ha buscado elementos que mejoren su posición negociadora, y "el enriquecimiento de uranio se ha vuelto excelente para el regateo", agregó.
Después de que Estados Unidos rechazara la oferta negociadora de 2003, la visión prevaleciente Teherán es que cuenta con capacidad para causarle ciertos dolores de cabeza a Washington con el fin de captar su atención, según Parsi.
En un análisis que coincide con el de Donnely, el rechazo del diálogo confirmó las sospechas iraníes: el problema de Estados Unidos no son las políticas iraníes sino el poder iraní en la región.
Lo que busca Irán, de acuerdo con los observadores, no son armas nucleares sino un reconocimiento de su estatus de potencia del Golfo, el cual sólo podrá alcanzarse a través de un amplio acuerdo diplomático con Estados Unidos.
Pero el propósito del gobierno de Bush de afianzar su dominio sobre Medio Oriente sólo podrá perseguirse mediante la amenaza del uso de la fuerza, y, si esto falla, con la guerra contra Irán.
(*) Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005.