La autorización de la junta militar de Birmania para que un enviado de la ONU se reuniera con la líder prodemocrática Aung San Suu Kyi podría indicar que la constante presión internacional al fin está surtiendo efecto en Rangún.
La reunión de una hora el sábado entre Suu Kyie el subsecretario de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para Asuntos Políticos, Ibrahim Gambari, fue una sorpresa general, ya que la junta había prohibido encuentros similares con otros enviados del foro mundial en los últimos dos años, e incluso les había negado la visa para ingresar a ese país de Asia sudoriental.
El inesperado éxito de Gambari en dialogar con la premio Nobel de la Paz, quien ha pasado más de 10 de los últimos 17 años en detención domiciliaria, sugiere que el Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo —como se llama oficialmente la junta militar— le asignó una importancia especial a su misión.
La visita de tres días de Gambari a Rangún, concluida el sábado, fue considerada por observadores internacionales como una señal de que el régimen militar birmano está sintiendo la presión de la ONU sobre su historial represivo.
"La campaña para discutir la situación de Birmania en el Consejo de Seguridad de la ONU está funcionando. A Gambari se le permitió reunirse con las principales personalidades de la oposición", dijo a IPS el activista Debbie Stothard, del grupo regional Red de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) para Birmania
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La preocupación del foro mundial por la resistencia de la junta a impulsar reformas democráticas y por su mal desempeño en derechos humanos se ha agravado en los últimos meses.
En diciembre pasado, Gambari presentó un duro informe al Consejo de Seguridad revelando muchos de los horrores que sufre la población birmana a manos de la dictadura militar. El trabajo revelaba, entre otras cosas, incendios de aldeas, ataques sistemáticos contra civiles, casos de trabajo forzado y una emergente crisis humanitaria.
En dos resoluciones recientes del Consejo de Seguridad sobre reclutamiento forzado de niños y niñas en conflictos bélicos y sobre violación de los derechos de la población civil, el régimen birmano estuvo mencionado entre los mayores transgresores.
Además de la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) también ejercen presión contra Rangún para que libere a los prisioneros políticos, detenga sus ataques contra las comunidades étnicas minoritarias, o enfrente sanciones internacionales.
El jueves, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, renovó sus sanciones contra Rangún, que incluyen el cierre del mercado estadounidense a los productos birmanos.
Afortunadamente, Gambari no tendrá que esperar demasiado para constatar cuán seriamente los miembros de la junta están dispuestos a negociar el futuro de Suu Kyi, cuyo actual período de detención domiciliaria terminará el 27 de este mes.
"Esa será una fecha para tener presente, para ver si el régimen militar extiende su detención por otro período. Sus acciones serán muy reveladoras", dijo Stothard.
La liberación de Suu Kyi, líder de la Liga Nacional para la Democracia, partido que tuvo una arrolladora victoria en las elecciones generales de 1990 pero cuyos resultados el régimen militar se negó a reconocer, es crucial para una significativa reforma democrática en Birmania.
El hombre fuerte de la junta, el general Than Shwe, con quien Gambari se reunió durante su visita, tiene en sus manos el poder de liberar a Suu Kyi.
"Se cree que fue él quien dio luz verde al terrible ataque contra Suu Kyi y su convoy en Depayin, en (mayo de) 2003 (tras el cual fue detenida), y solamente él puede decidir dejarla libre o extender su detención cuando expire el último período", escribió Aung Zaw, editor del periódico The Irrawaddy, publicado por birmanos en el exilio.
La liberación de Suu Kyi también fue exigida por Gambari como muestra de compromiso de parte de la junta militar con las reformas democráticas exigidas por la comunidad internacional.
"Gambari transmitirá un claro mensaje de que las perspectivas de Myanmar (nombre que el régimen militar le da a Birmania) para mejorar las relaciones con la comunidad mundial dependerán de progresos tangibles en la restauración de las libertades democráticas y del pleno respeto de los derechos humanos", había dicho Stephane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, Kofi Annan.
Los militares redujeron todos los vínculos que Suu Kyi tenía con el mundo exterior en su casa de Rangún. Ahora sólo tiene dos mucamas, las visitas de su médico han sido restringidas y se le ha prohibido tener contacto con los miembros de su familia o de su partido político.
No ha podido reunirse con ningún extranjero desde marzo de 2004, cuando fue visitada por el entonces enviado especial de la ONU a Birmania, el malasio Razali Ismail.
En marzo, el canciller malasio Syed Hamid Albar, suspendió sorpresivamente una visita a Rangún como enviado de la ASEAN luego de que se le prohibió reunirse con Suu Kyi.
Birmania ha sido gobernada por sucesivos regímenes militares desde el golpe de Estado de 1962. La actual junta llegó al poder tras aplastar un levantamiento estudiantil en 1988, que terminó con cientos de civiles muertos.
La junta intenta aislar a Suu Kyi y a su partido mientras promueve una cuestionada reforma política que busca consolidar el poder en manos de los militares en vez de avanzar hacia la democracia.
El régimen de Rangún "nunca ha sido sincero, porque sólo quiere permanecer en el poder", dijo Zin Linn, portavoz del gobierno en el exilio.
"Lo que sucedió durante la visita de Gambari podría ser otra táctica del régimen para demorar (las reformas), algo que ya ha hecho en el pasado", indicó a IPS.
"Creemos que están haciendo esto otra vez porque la junta estaba acorralada por la ONU y querían evitar estar en la agenda del Consejo de Seguridad", añadió.