CHINA: Diplomacia del dragón ya no lanza fuego

La quinta reunión en poco más de un año entre el presidente George W. Bush, de Estados Unidos, y Hu Jintao, de China, es una señal de la ineludible influencia del país más poblado y la quinta potencia económica del mundo.

Esa influencia se siente desde el acceso de China al petróleo de Venezuela y África occidental hasta la enorme participación del gigante asiático en el comercio mundial, de la que el superávit de 200.000 millones de dólares respecto de Estados Unidos es el signo más espectacular.

Donde se siente esa influencia con mayor fuerza es en la vecindad de China, en el sudeste asiático. Esa región es su fuente de materias primas, un gran mercado para sus bienes y servicios y ruta de paso de la energía necesaria para poner en movimiento su enorme economía.

A pesar de la evolución del acercamiento entre China y Estados Unidos, el vínculo sigue envuelto en la incertidumbre. En los términos que le son caros a la diplomacia estadounidense, por ejemplo, ¿es Beijing un "aliado estratégico" o un "rival estratégico"?

Tal incertidumbre dificulta la definición de intereses en cualquier asunto, sean complementarios o competitivos.

Ambas potencias tienen un fuerte interés, por ejemplo, en frenar la proliferación de armas nucleares. Pero en el caso de Corea del Norte, su proximidad con el gobierno chino torna improbable que Beijing apele al tipo de presión que pretende Washington, y que podría provocar la caída del régimen en Pyongyang y desestabilizar el este de Asia.

El gobierno de Bush suele quejarse de que China hace acuerdos por suministro de petróleo con países con los que está enemistado, como Sudán, Birmania e Irán. Pero Beijing podría hacer las mismas acusaciones a Washington.

La cumbre de este miércoles, de apenas una hora después del almuerzo, es insuficiente para resolver los grandes asuntos bilaterales ni definir un rumbo futuro para el vínculo. La mayoría de los analistas la perciben como una conferencia eminentemente simbólica.

"Ambas partes han logrado minimizar las expectativas", dijo Minxin Pei, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional. "Por lo tanto, si nada sucede, será considerada un éxito, y si algo sucede, será considerada un éxito espectacular."

El propio Bush había propuesto celebrar la cumbre en su hacienda de Texas, donde él y Hu podrían pasar juntos un día entero en un entorno relajado.

Pero Hu, quien se convirtió en presidente en 2003, insistió en realizar una visita oficial, y su gobierno la ha definido como "visita de Estado". Su intención es dejar en claro, por si fuera necesario, el surgimiento de China como potencia mundial.

De hecho, su antecesor, Jiang Zemin, fue recibido en 1997 con toda la pompa por el antecesor de Bush, Bill Clinton.

Dada la falta de una agenda específica —ni siquiera se prevé la firma de acuerdos o declaraciones conjuntas—, la atención se concentrará en el tono que Hu y su delegación imprimirán en sus reuniones con sus contrapartes estadounidenses.

Las cuestiones sobre las que se aguardarán declaraciones de funcionarios son el enorme y creciente superávit comercial chino y las perspectivas de apreciación de su moneda, el yuan; la voluntad de Beijing de presionar a Teherán y Pyongyang por sus programas nucleares; el vínculo con Taiwan, a la que China considera una "provincia renegada".

Las libretas de anotaciones también estarán prontas ante cualquier cosa que digan sobre el rápido deterioro de las relaciones de China con Japón, principal aliado de Estados Unidos en Asia oriental.

En cuanto a Asia sudoriental, mucho ha cambiado desde los años 90, cuando los países de la región veían a su populoso vecino con resquemor.

Desde entonces, "China hizo un esfuerzo consciente por integrar al sudeste asiático de manera más estrecha a su esfera de influencia", dijo el periodista Ricky Carandang, del canal de noticias filipino ABS-CBN News de Filipinas en un seminario en Washington.

"Pero muchos países interpretaron la actitud de China como matonismo. En los últimos años, Beijing cambió su estrategia", dijo Carandang en la conferencia organizada por la Fundación Sasawaka para la Paz y la organización Asia Society.

Una señal de lo que Carandang califica de "ofensiva encantadora" ha sido el enfoque hacia las islas Spratlys, archipiélago del mar de China del Sur a las que Beijing considera suyas y a las que también reivindican, total o parcialmente, Vietnam, Taiwan, Malasia, Filipinas y Brunei.

"El enfoque de China en los 90 era absolutamente agresivo", consideró el periodista. "Estaba construyendo instalaciones en las islas e intimidando a los otros países."

Temerosa de China, Filipinas se acercó a Estados Unidos mediante la firma de un acuerdo militar en 1999.

Pero China cambió su enfoque y, en 2004, logró la firma de un acuerdo con Filipinas para realizar exploraciones submarinas alrededor de las islas en busca de petróleo.

La búsqueda del beneficio económico recíproco más que la confrontación ideológica o el conflicto militar permitió a China fortalecer sus vínculos con Birmania, Tailandia, Vietnam y Malasia.

Pero este fortalecimiento es visto inevitablemente en menoscabo con el de Estados Unidos, que conserva una estrecha relación con Filipinas, Indonesia y Tailandia.

De todos modos, la política militar estadounidense hacia Medio Oriente y su concentración en la guerra contra el terrorismo desataron una ola antiestadounidense en el sudeste asiático, en particular entre decenas de millones de musulmanes.

Para Estados Unidos, "se suponía que Asia sudoriental era parte del arco de contención contra China", argumentó John Gershman, codirector de la institución académica estadounidense Foreign Policy in Focus. "Pero después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la política exterior estadounidense trata de 'instrumentalizar' a la región como parte de la guerra contra el terror."

Ese enfoque redujo el interés de Estados Unidos en la cooperación regional en aspectos más amplios. La secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice, por ejemplo, no asistió a la reuniones anuales de la ASEAN en julio pasado. "No hay alianza, no hay colaboración", sostuvo Gershman.

El comercio logró, luego de un largo proceso, atemperar los intensos sentimientos antichinos en Asia sudoriental. En Indonesia, por ejemplo, muchos ciudadanos estaban preocupados a fines de los 90 por la animosidad de la guerra fría y las ambiciones territoriales. Hubo, incluso, disturbios antichinos en 1998.

"Hasta 2000, todo lo chino estaba prohibido en Indonesia, hasta la medicina china y las publicaciones", explicó Yuli Ismartono, director ejecutivo de la revista Tempo Weekly News, de Yakarta. "Ahora aceptamos todo lo chino, desde los bancos a las motocicletas, e incluso disfrutamos la danza del dragón en el año nuevo chino."

Para mejorar las relaciones, China también apeló al principal bloque regional, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Beijing es uno de los fundadores del Foro Regional ASEAN, un mecanismo de deliberación política y sobre seguridad.

Hoy, la ASEAN es en su conjunto el cuarto socio comercial de China, detrás de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón.

Pero la relación entre China y el sudeste asiático dista aún de ser completamente plácida. Activistas cuestionan a empresas chinas de no estar particularmente interesadas en el impacto ambiental de sus actividades o por la transparencia. (

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