Los presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, y Hugo Chávez, de Venezuela, concluyeron este miércoles en Sao Paulo que el Gasoducto del Sur era viable y que el proyecto estaría diseñado en septiembre para ser presentado a los demás gobiernos sudamericanos.
La discusión del megaproyecto que llevará gas natural venezolano hasta Argentina, se extenderá a todos los demás países de América del Sur en una reunión de ministros de Energía que deberá realizarse en Brasil dentro de cinco meses, anunció el canciller brasileño Celso Amorim, luego del cuarto encuentro entre los tres presidentes en los últimos 13 meses.
Bolivia tendrá una participación vital para la sustentabilidad del proyecto, pues tiene la segunda mayor reserva gasífera de América del Sur, sostuvo Chávez, el único presidente que dialogó con la prensa luego del encuentro de tres horas.
Las informaciones divulgadas se limitaron al gasoducto —visto por muchos expertos como un sueño megalómano—, ignorando las disputas que amenazan la pretendida integración sudamericana y los bloques comerciales que le sirven de base, el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN).
La CAN está integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, y el Mercosur, por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
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En manos del presunto liderazgo brasileño del subcontinente se concentran las posibilidades superar la crisis reflejada en diversos y dispersos incidentes desintegradores.
El presidente colombiano Álvaro Uribe estuvo en Brasilia el martes para discutir, además de las relaciones bilaterales, la amenaza venezolana de abandonar la CAN, debido al Tratado de Libre Comercio firmado por Colombia y Perú con Estados Unidos. Venezuela tendrá que protegerse de productos estadounidenses que entrarían a su mercado a través de Colombia, arguyó Chávez.
Uribe reconoció el liderazgo brasileño en la construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones y en posibles mediaciones de conflictos, sosteniendo que el acuerdo con Estados Unidos no afecta el comercio dentro de la CAN y que Colombia tiene derecho a incrementar sus exportaciones al mercado estadounidense al que Venezuela vende mucho petróleo.
Bolivia, ahora presidida por el izquierdista Evo Morales, también amenazó con dejar la CAN y criticó los acuerdos comerciales con Washington, aun pendientes de ratificación parlamentaria. En Perú también hay incertidumbre, pues el presidente que emerja de los comicios de mayo podría suspender el TLC, o el nuevo parlamento podría rechazarlo.
Lula se reunió con Kirchner en la noche del martes en la meridional Sao Paulo para discutir, entre otros asuntos, la amenaza que representa la insatisfacción de Paraguay y Uruguay, los socios menores, que se consideran discriminados. Como está, el bloque no sirve a los dos países, dijeron la semana pasada sus presidentes, el paraguayo Nicanor Duarte y el uruguayo Tabaré Vázquez.
Otro factor de división es la "guerra de la celulosa", desatada por argentinos que se oponen a las dos grandes plantas industriales que se construyen en el lado uruguayo del fronterizo río Uruguay, argumentando que provocarán daños ambientales.
Activistas argentinos bloquean puentes que unen a los dos países desde enero, causando pérdidas de cientos de millones de dólares a Uruguay, según autoridades uruguayas.
En ese caso también se espera la mediación de Brasil, que enfrenta problemas propios en Bolivia, cuyo nuevo gobierno expulsó prácticamente a una empresa siderúrgica brasileña, EBX, que pretendía instalar allí una planta con inversiones de 150 millones de dólares.
Además, el gobierno de Morales está imponiendo condiciones menos ventajosas que las anteriores al consorcio estatal Petrobras, el mayor inversor extranjero en prospección, extracción y refinación de gas natural boliviano, en duras negociaciones aún no concluidas.
Brasil se ve así obligado a buscar soluciones para distintos conflictos si quiere salvar su proyecto de la Comunidad Sudamericana y defender sus intereses en los países vecinos.
Este complejo escenario también es una oportunidad de que Lula y su diplomacia consoliden su liderazgo y ganen puntos para las elecciones de octubre, en las que el presidente intentará reelegirse, pese a estar herido por escándalos de corrupción que mancharon a su gobierno y su Partido de los Trabajadores desde mediados del año pasado.
El país tiene que ejercer ese papel de "dirimir o ablandar conflictos regionales" debido a una realidad novedosa, "la expansión hacia afuera del capitalismo brasileño", explicó a IPS Clovis Brigagao, director del Centro de Estudios Americanos de la Universidad Cándido Mendes, en Río de Janeiro.
El capitalismo de una nación siempre se expande también hacia el exterior, y Brasil está ocupando en América del Sur un papel de liderazgo en respuesta a los intereses desarrollados últimamente, expresados por la presencia multinacional de Petrobras y de empresas privadas como la cervecera Ambev y la constructora Odebrecht, señaló.
La integración sudamericana se inserta en ese contexto, y el camino viable es que Brasil se presente con un "poder blando", buscando reducir tensiones mediante negociaciones conciliadoras que ya no se limitan a la diplomacia oficial, sino que pasan a involucrar a empresas y a la sociedad civil, observó el experto.
Chávez hace mucho ruido con su pelea "ideológica" contra Estados Unidos, pero tiene un papel reducido, ya que el dinero del petróleo no es suficiente para ejercer un liderazgo, estimó.
Pero la idea del gasoducto, que cruzaría casi toda América del Sur, con más de 10.000 kilómetros de extensión y costos estimados entre 17.000 y 25.000 millones de dólares, parece seguir acaparando la atención de los jefes de Estado de los tres países.
Chávez informó en Sao Paulo que su país tenía reservas de 151 billones de metros cúbicos de gas natural, es decir cinco por ciento del total mundial, asegurando la factibilidad del gasoducto por el lado de la oferta.
El mandatario venezolano respondió así a comentarios de la prensa de que el proyecto estaba paralizado por la negativa de su país a revelar el volumen de sus reservas, por cuestiones estratégicas.