El maestro Jai Kumar, de 22 años, sabe bien lo que quiere para sus alumnos. «Que ninguno deba trabajar tan joven como me forzaron a hacerlo a mí». En su escuela en el sur de Pakistán estudian unos 30 niños recién liberados del trabajo esclavo.
"Cada uno de ellos asistirá a la escuela pública cuando salgan de aquí", afirma Kumar quien imparte clases en un aula improvisada en Udehero Lal, cerca de la sureña ciudad de Hyderabad, en uno de los siete campamentos montados por la Comisión de Derechos Humanos de este país para liberar a las víctimas del trabajo forzado, llamadas "haris" en Pakistán.
Los esclavos no tienen ningún derecho como campesinos, agricultores u obreros. Familias enteras, niños incluidos, trabajan sin salario para devolver a sus patrones hasta la deuda más pequeña.
La coordinadora del Grupo de Trabajo Especial de la Comisión en la provincia de Sindh, Nasreen Shakil, dedicó mucho esfuerzo a liberar a los haris.
"Venimos trabajando en forma constante desde hace tres décadas para denunciar en los medios de comunicación esta difícil situación y así conseguir su libertad" comentó. Según la Comisión, unas 30.000 personas han sido liberadas en algunas zonas rurales de Sindh: Tharparkar, Mirurkhas, Badin, Sanghar e Hyderabad.
Jujho vive desde hace cuatro años en Udehero Lal. "Todo lo que veía de niño era hambre y humillación por culpa de los terratenientes. Toda mi familia trabajaba, incluso mi madre y mi hermana menor. Mi madre decía que teníamos que trabajar para pagar los préstamos que mi abuelo había pedido. No importaba cuán duro lo hiciéramos, nunca llegábamos a pagar los exorbitantes intereses de las deudas", relata.
El trabajo forzado abarca a varias generaciones al mismo tiempo. Hombres, mujeres y niños pueden ser vendidos a otro terrateniente sin su conocimiento. A veces, para pagar una deuda a un hacendado, los haris pueden pedir a un segundo que los compre, quedando endeudados con su benefactor, de modo que la situación de sometimiento se reproduce.
¿Cómo se endeudan los aparceros?
"Piden pequeñas sumas prestadas para subsistir ya que cobran después de la cosecha. Ese monto va generando intereses. Además, tienen que pagar una contribución por las semillas, el agua, los pesticidas. Cuando cobran, solo les alcanza para la primera cuota y los intereses. Tienen que pedir otro préstamo para seguir adelante", explica Alí Nawaz Nizamani, director de Proyectos de la iniciativa Prevención y Erradicación del Trabajo en Servidumbre en Asia Meridional (Peblisa por sus siglas en inglés).
Peblisa es un plan de rehabilitación de víctimas del trabajo forzado del Programa Nacional de Apoyo Rural, con apoyo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Meghi tiene 50 años y afirma haber vivido como esclava durante 20 años. "Me obligaron a vivir lejos de mi esposo y fui violada permanentemente durante cuatro años por mi patrón. Traté de escapar, pero fui apresada, y como castigo me encadenaron como a un búfalo", recuerda.
A Punni, la libertad le devolvió la autoestima. "Ahora ganamos dinero y comemos" cuenta. "Antes también trabajábamos, pero a cambio solo recibíamos humillación".
Meera recuerda que "uno no se podía sentar a hablar como lo hacemos ahora, o incluso reírse y llorar, era trabajo y nada más que trabajo".
El trabajo forzado es ilegal en Pakistán desde 1992, pero es endémico en algunos sectores como la fabricación de ladrillos, la construcción, el tejido de alfombras, la agricultura y la minería, la manufactura de pulseras de cristal, la curtiembre y el servicio doméstico.
La ley "no se aplica y la mayoría de las personas fueron liberadas presentando un recurso de hábeas corpus. Existe otro problema dentro del sistema jurídico, que es el desconocimiento de la norma y de esta problemática", dijo Zulfiqar Shah, un investigador en trabajo forzado.
¿Cómo se consigue la libertad? Las víctimas pueden escapar o ser liberadas por la policía en sus allanamientos. Luego, la Comisión los asiste para peticionar a los tribunales su liberación y obtener la "tarjeta Azadi" (acreditación de libertad) que los protege de sus ex patrones.
Sin embargo, a veces la libertad queda en los papeles. Munoo Bheel lleva adelante desde hace tres años un ayuno simbólico en las afueras del Club de la Prensa de Hyderabad para denunciar que en 1998 nueve miembros de su familia fueron recapturados por unos hombres al servicio de su ex patrón, Abdul Rehman Marri.
Bheel cuenta que le han ofrecido hasta seis mil dólares para que abandone el caso. "Hace ocho años que estoy peleando por reunir a mi familia, ¿acaso creen que me van silenciar con este tipo de ofertas?", dice.
El funcionario de Peblisa, Nizamani, considera necesario reformar y aplicar la Ley de Tenencia y organizar tribunales especiales para los haris. "Antes del sistema de devolución, había un funcionario que actuaba como magistrado y se ocupaba de los asuntos de los 'hari-zaminar' (terratenientes esclavistas). Ahora ya no existe ese cargo con autoridad".
Pero los cambios podrían no llegar nunca. "Los políticos también son terratenientes, y jamás facilitarían" la reforma legal, agregó.
El Programa Nacional de Apoyo Rural y la Comisión ofrecen oportunidades de trabajo y rehabilitación a los liberados. Se han prestado cerca de cinco mil dólares entre unas mil pequeñas empresas. Trescientas familias han pedido préstamos para invertir en animales de cría y otros pequeños negocios.
"Nuestro sistema de ahorro es exitoso. El porcentaje de devolución es de casi de 97 por ciento", explicó Nizamani.
El Programa también instaló 12 escuelas de un aula, como la de Kumar en Udehero Lal, para unas mil niñas y niños, con clases, uniformes y libros gratuitos.
Pero la concurrencia es muy poca. "El problema es la migración. Muchas familias son nómades y se trasladan con todos sus integrantes, inclusive los niños, que ayudan en las tareas del campo", explicó Nizamani.
Más éxito tuvo un proyecto de viviendas subvencionadas. El Programa compró cerca de 10 hectáreas con dinero del Grupo Consultivo de Ayuda a la Población más Pobre del Banco Mundial. Cuatrocientas parcelas se pusieron a la venta para ex haris a precios muy accesibles.
Solo las mujeres podían recibir una parcela y se les daba prioridad a las más pobres entre las pobres. El préstamo se debe pagar en un año de plazo, a un precio de unos cinco dólares por mes. Ya hay 54 familias que han saldado la deuda y son propietarias de sus terrenos.
"Antes de lanzar el proyecto, hicimos un sondeo y preguntamos a 700 liberados en siete campamentos qué tipo de asistencia esperaban. Un terreno propio estuvo primero en la lista", dijo un funcionario del Programa.
El Ministerio de Trabajo y la empresa Manpower construirán 400 viviendas en estos predios, con financiación del Fondo para el Trabajo Forzado, de más de 20 millones de dólares. Nizamani espera que las familias con hogares propios se establezcan y busquen trabajo en la zona como criadores de ganado, por ejemplo.
Unas 47 familias viven en casas improvisadas en sus parcelas, mientras se están erigiendo 38 viviendas. "Es un gran paso para quienes escaparon del cautiverio y no tienen nada, salvo la ropa que llevan puesta. Un pedazo de tierra propio es un sueño hecho realidad", dijo Nizamani. (