El ambicioso plan de desarrollo rural formulado este mes por las autoridades de China procura, además de cerrar la brecha de riqueza con las ciudades, abrir una válvula de escape para la tensión comercial internacional, tanto con países ricos como con los pobres.
En efecto, al tratar de equilibrar la capacidad de consumo entre las pujantes ciudades y la vasta población rural, el gobierno confía en que generará una nueva demanda de bienes y servicios, la cual equilibrará, a su vez, las importaciones con las crecientes exportaciones.
El plan para crear una "nueva área rural socialista" revelado ante el parlamento chino a comienzos de marzo se propone desviar recursos para el desarrollo de las ciudades al campo, en forma de miles de millones de dólares en gasto social y asistencia agrícola.
Las autoridades prometieron construir escuelas, hospitales y carreteras e implementar otros mecanismos de ayuda, confiadas en que con un aumento del ingreso de la población rural se alentará el consumo.
Su intención es reducir las discordias que la convierten en frecuente demandada ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
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"Las fricciones entre China y sus socios comerciales no se limitan a la esfera comercial", comentó Mei Xinyu, experto del Ministerio de Comercio. "Ahora afectan toda la estructura económica. Por ejemplo, desde 2002 esa ha sido la principal razón detrás de la presión externa para apreciar la moneda."
Si se toma en cuenta el volumen del comercio, los países ricos siguen siendo la principal fuente de disputas comerciales de China, según Mei. Pero si el parámetro a considerar son las demandas antidumping (contra la competencia desleal), el motor son los países pobres.
China es la nación más demandada ante la OMC, con 22 querellas antidumping iniciadas contra sus exportaciones entre enero y junio del año pasado.
El gobernador del Banco Central, Zhou Xiaochuan, dijo la semana pasada que el principal objetivo de las nuevas políticas del gobierno será elevar el gasto de los consumidores y las importaciones para reducir la brecha comercial.
El superávit comercial de China ascendió en 2005 a más de 102.000 millones de dólares, según el Departamento de Aduanas. Ese monto triplica la diferencia entre exportaciones e importaciones del año anterior.
Este aumento dramático tensionó las relaciones con Estados Unidos y con la Unión Europea (UE), los principales destinos de las exportaciones chinas. Ambos impusieron cuotas a las importaciones de productos textiles chinos, y la UE anunció el mes pasado que elevaría los aranceles al calzado del gigante asiático.
El gobierno de Estados Unidos comenzó a utilizar una retórica más dura para cuestionar las prácticas comerciales de China. Algunos legisladores estadounidenses, incluso, presionan al gobierno para que declare a Beijing manipulador de divisas, pues Beijing, según aseguran, mantiene el yuan depreciado para dar a sus exportadores ventajas ilegítimas.
Los senadores Charles Schumer, del opositor Partido Demócrata, y Lindsay Graham, del gobernante Partido Republicano, patrocinan un proyecto de ley que impondría, de ser aprobado, aranceles de 27,5 por ciento a los bienes chinos, a menos que Beijing aprecie su divisa.
Pero las exportaciones chinas continuaron subiendo luego de que el gobierno decidió el año pasado apreciar dos por ciento el yuan y permitir su flotación en una franja limitada respecto de una canasta de monedas, en lugar de cotizarlo directamente con el dólar estadounidense.
Funcionarios chinos aseguraron que no intentan consolidar el superávit con Estados Unidos y que procuran reducir la brecha.
El gobierno "corregirá el desequilibrio entre importaciones y exportaciones" elevando el ingreso de la población para alentar la demanda de bienes importados y la compra de bienes de alta tecnología, dijo el 5 de este mes el primer ministro Wen Jiabao.
"Estamos dispuestos a continuar adoptando medidas activas para resolver gradualmente el desequilibrio comercial" con Estados Unidos, dijo el día 7 en Beijing el ministro de Relaciones Exteriores, Li Zhaoxing.
Pero expertos advierten que redirigir la intervención estatal de la economía urbana a la rural, donde vive la vasta mayoría de la población china, podría no ser suficiente para cambiar un modelo económico impulsado por el sector exportador.
Las ventas al extranjero de bienes industriales se han convertido en uno de los motores fundamentales del crecimiento de la economía china, al amparo de una expansión muy dinámica.
Las industrias son atraídas a China por factores que van más allá de la mano de obra y la moneda barata, como la enorme base industrial, que facilita la instalación de fábricas en comparación con los países vecinos, y especialmente la falta de regulaciones laborales.
Las fábricas de procesamiento de exportaciones en la costa china del océano Pacífico emplean a unos 36 millones de jóvenes campesinas, pero las áreas rurales soportan un excedente de mano de obra calculado en 200 millones de personas.
Hasta ahora, a las fábricas sólo se les exige imponer los códigos de conducta voluntarios establecidos por las empresas extranjeras que las subcontratan. Pero la libertad sindical o el derecho a huelga son perspectivas muy remotas.
La posición de China como "taller del mundo" implica la absorción de importaciones de componentes desde gran cantidad de países, que son transformadas en productos para el consumo final dentro de fronteras y luego exportadas a todos los rincones del planeta.
Por eso, este país tiene un superávit comercial con Estados Unidos se ubica en el entorno de los 200.000 millones de dólares, pero también uno de 137.000 millones con el resto de Asia. Y a medida que otros países trasladan sus fábricas a China, también cae el déficit de Estados Unidos con esos mercados.
"Dada la estructura de las exportaciones industriales chinas, cambiar la estrategia exportadora en el corto plazo podría ser muy dificultoso. Nuevas fricciones comerciales son inevitables", pronosticó Wang Shouyang, del Centro de Pronóstico Científico de la Academia de Ciencias de China.