El Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología «está vivo», celebraron los delegados a la tercera Reunión de las Partes (MOP-3), a pesar de algunos lamentos y críticas por cambios en el acuerdo final, alcanzado en la noche del viernes.
"Hicimos concesiones importantes para acomodar preocupaciones legítimas", dijo en su discurso de clausura la ministra de Ambiente de Brasil, Marina Silva, lamentando que la propuesta brasileña que sirvió de base a las negociaciones y tuvo "amplia aceptación" no hubiera logrado sin embargo el consenso necesario y sufriera algunas alteraciones.
La propuesta se refería al principal punto en negociación, la regulación del artículo 18 del Protocolo de Cartagena del que forman parte 132 países.
Los delegados reunidos desde el lunes en la sureña ciudad brasileña de Curitiba aprobaron que el etiquetado "contiene OVM" (organismos vivos modificados) acompañe los cargamentos transnacionales destinados a alimentación humana o animal y a procesamiento, cuando haya identificación y separación de productos transgénicos. Admitieron además la expresión "puede contener" para los casos en que no se identifiquen los transgénicos desde el origen.
La propuesta brasileña admitía un período de transición de cuatro años para hacer obligatorio este régimen. Pero los negociadores ampliaron ese plazo a seis años y añadieron una incertidumbre.
[related_articles]
Dentro de cuatro años, en la quinta reunión bienal de las Partes (MOP-5), se evaluará como se aplicó el etiquetado, para orientar una decisión definitiva en el encuentro siguiente, en 2012.
Además, por insistencia de México, cuyas discrepancias retardaron el final de esta MOP-3, se hizo constar en la resolución que las reglas aprobadas no se aplicarían al transporte transfronterizo entre países partes, aquellos que adoptaron el Protocolo, y los "no partes".
Esa excepción que parece obvia, ya que ningún país puede imponer reglas de una convención a otro que no adhirió a la misma, permitió el consenso, pero obligando a prolongar la reunión por cuatro horas más de lo fijado.
Para México representa "la posibilidad de mantener una serie de acuerdos comerciales con otros países, los compromisos con Estados Unidos y Canadá", explicó a IPS Marco Antonio Meraz, jefe de la delegación mexicana. "No entorpecer" esos acuerdos es el objetivo de la reserva reclamada, acotó.
Un tratado firmado por México con Estados Unidos y Canadá en octubre de 2004 determinó que se considerara "no transgénica" una importación con hasta cinco por ciento de OVM, y que una presencia "no intencional" en un cargamento no obligara a colocar etiquetado. Estados Unidos, el mayor productor de transgénicos del mundo, no forma parte del Protocolo de Cartagena.
Como país megadiverso (de gran diversidad biológica), México siempre apoyó el Protocolo de Cartagena, y no se opone a la expresión "contiene OVM", como fue acusado, sino que aboga por una información más detallada sobre los transgénicos, se defendió Meraz..
"Hay dentro del Protocolo otros instrumentos que pueden ayudarnos a construir una historia sobre qué es sembrado, dónde y en qué ciclo", como el Centro de Intercambio de Informaciones sobre Seguridad de la Biotecnología (BCH, en siglas inglesas), que puede reunir tantos datos calificados que volverían "irrelevante" la discusión sobre "contiene" o "puede contener", arguyó Meraz.
La exigencia mexicana contribuyó al resultado "muy tímido" de la MOP-3, que no apunta a un "sistema seguro de identificación para el comercio global de transgénicos", ignorando los riesgos, evaluó la organización internacional Greenpeace.
No hay estudios concluyentes sobre la inocuidad de los transgénicos para el ambiente y la salud humana. El Protocolo, en vigor desde septiembre de 2003, está destinado a proteger la diversidad biológica de los riesgos potenciales de los organismos vivos modificados por la moderna biotecnología.
"Una vez más" la presión de grandes empresas de biotecnología, el agronegocio y países exportadores de transgénicos impuso un "escaso avance" en una conferencia ambiental de la Organización de las Naciones Unidas, opinó la entidad ambientalista.
En los pasillos se comentaba que el "efecto tequila" (en humorística referencia a la bebida nacional mexicana) fomentado por Estados Unidos, obstruyó la reunión, exigiendo arduas negociaciones y limitando el resultado final.
La reserva mexicana no anula los avances del Protocolo, pero "crea una brecha" para futuros cuestionamientos, como quejas ante la Organización Mundial de Comercio contra países que se nieguen a importar productos transgénicos sin las informaciones requeridas en el Protocolo, y que podrían ser acusados de "discriminación" comercial, dijo a IPS Braulio Dias, director de Conservación de Biodiversidad del Ministerio de Ambiente brasileño.
Esta es una posibilidad que puede no ser muy efectiva, ya que en el sistema multilateral prevalecen las resoluciones más recientes, y las de esta reunión del Protocolo de Cartagena favorecerían al país que cumple sus reglas de bioseguridad.
"Las disputas no serán evitadas, pero se harán en un nivel superior a partir de ahora", según Dias. Los grandes mercados importadores de soja, como China y la Unión Europea, adoptaron el Protocolo, lo que puede neutralizar la presión de los grandes exportadores que no adhirieron, Argentina, Canadá y Estados Unidos, evaluó.
El hecho de que solo Brasil, uno de los grandes exportadores agrícolas, forme parte del Protocolo de Cartagena es un factor negativo para el agronegocio nacional. Los costos adicionales de identificar y segregar transgénicos aumentarían sus precios, dejándolo en desventaja para competir con los demás exportadores.
Es mejor un acuerdo que el estancamiento del Protocolo, evaluó Lim Li Ching, experta en bioseguridad de la Red del Tercer Mundo. El artículo 24 ya establecía la posibilidad de acuerdos bilaterales entre partes y no partes para los movimientos transfronterizos, pero de forma "compatible con el objetivo del presente Protocolo", señaló.
La alternativa era no aprobar reglas para el transporte internacional de transgénicos, que son claves para "darle vida" al Protocolo, al interferir en el comercio y crear condiciones para el avance del etiquetado nacional de productos genéticamente modificados, observaron numerosos delegados.
La propuesta brasileña fue decisiva para el resultado de la MOP-3, reconocieron todos. Brasil dejó de jugar el papel de "villano" de la reunión anterior, el año pasado en Montreal, cuando defendía el etiquetado "puede contener" y acabó aislado con Nueva Zelanda por evitar el consenso.
Pero su nueva postura a favor del "contiene OVM" con un plazo de cuatro años de adaptación se definió apenas el lunes, primer día de la conferencia, y se formalizó ante la MOP-3 el martes, retardando las negociaciones.
Esta vez México y Paraguay fueron los obstáculos al consenso hasta el final de la reunión, dejando en el aire la duda sobre por qué no presentaron antes sus objeciones, inclusive en Montreal.
Las negociaciones fueron difíciles, "bajo fuerte carga emocional". Brasil dejó de ser "el malo" con su propuesta, pero soportó resistencias de "algunos países latinoamericanos", relató a IPS Antonio Patriota, diplomático jefe de los negociadores brasileños.
Las objeciones iniciales, basadas en la falta de condiciones técnicas y financieras para implementar el sistema de identificación de OVM en cuatro años, se superaron con resoluciones que ordenan a la Secretaría Ejecutiva del Protocolo poner en marcha un plan de asistencia técnica y ampliar la financiación del sistema de bioseguridad a los países más pobres, recordó.
Luego México expuso el problema de sus importaciones de maíz transgénico desde Estados Unidos y de su necesidad de cumplir el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte. Pretendía una "garantía jurídica" contra posibles acusaciones de violar el Protocolo, que fue satisfecha con la salvedad sobre comercio entre partes y no partes, explicó Patriota, quien consideró irrelevante la frase adicionada.
* Con aportes de Roberto Villar Belmonte (Curitiba).