Que renuncie el primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, es el propósito de miles de ciudadanos liderados por el comunicador Sondhi Limthongkul. La amenaza de un boicot se cierne sobre las elecciones parlamentarias, que fueron anticipadas para el 2 de abril.
Faltaba una hora para la medianoche del domingo, pero el sueño no asomaba al rostro de Sondhi Limthongkul. Vestido de camiseta y pantalones blancos, y con una bufanda amarilla alrededor del cuello, este tailandés de 58 años daba vueltas en un enorme escenario como un luchador que acaba de jugar su primer round.
Frente al escenario tenía lugar un acontecimiento que explicaba su estado de ánimo. Bajo el cielo dominical se extendía un mar de 50.000 cabezas y pequeñas banderas de papel del mismo color amarillo que la bufanda de Sondhi.
La multitud conformada por personas de todas las edades, principalmente de Bangkok, se sumó a su cruzada por librarse del primer ministro.
Sondhi no desilusionó a los manifestantes congregados en un parque abierto de una zona histórica de la capital tailandesa. Él los dirigía mientras coreaban a voz en cuello: "¡Thaaaaaaksin!", y en respuesta otro bramido: "¡Fuera!".
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"Estamos luchando por lo que está bien y lo que está mal, y no por ganar y perder", dijo este personaje mediático en una entrevista luego de su discurso. "Nos mantenemos firmes en nuestra misión de pedirle a Thaksin que renuncie".
Era un mensaje con una mínima variante en relación al que brindó en septiembre del año pasado, luego que el gobierno de Thaksin levantó un popular programa de televisión que él conducía, en el que había comenzado a exponer irregularidades financieras de la administración.
Sondhi desafió la censura del gobierno llevando su programa a la calle. Realizó emisiones semanales en vivo en un gran salón de la Universidad Thammasat de Bangkok. El gobierno contraatacó, presentando varias demandas por difamación por hasta 25 millones de dólares para callarlo.
Pero ante un gobierno que ganó notoriedad por aplastar a sus críticos e intimidar a los medios de comunicación, Sondhi inició una campaña que pronto llevó a una nueva instancia. En noviembre, miles de personas de la clase media de Bangkok asistían a sus revelaciones, los viernes por la noche, sobre Thaksin y su gabinete en un parque cercano al distrito financiero.
Para entonces también hacía olas en el ciberespacio. El sitio web de su organización Manager vio más que duplicar las visitas, que saltaron de un promedio diario de 80.000 a unas 150.000.
En febrero, dos manifestaciones en una explanada cercana al parlamento convocaron a multitudes crecientes. A la primera, el 4 de este mes, asistieron entre 30.000 y 40.000 personas.
Para este último fin de semana de febrero, aparecieron voces diversas indignadas por el presunto récord de corrupción gubernamental, que se unieron a Sondhi. Esto incluyó a figuras respetadas, como el general Chamlong Srimuang, líder de una secta budista, senadores, académicos, activistas y dirigentes estudiantiles.
Incluso algunos de los músicos del país, conocidos por sus baladas con contenido político y socialmente comprometido, se subieron al escenario.
Un cuarteto llamado "La Familia Esperanza" estaba entre ellos. Lo integraban padre, madre y dos hijas que cantaron sobre la necesidad de hallar fuerza en las multitudes.
"Estamos aquí porque queremos hacer algo", dijo Varittarat Tawanavivattanagul, que a los 19 años es la más joven de la familia. "No podemos sentarnos en nuestros hogares y mirar la televisión. Tenemos que luchar y hacer saber al pueblo que estamos con él".
Budsapart, su madre, agregó: "Las canciones son importantes. Son una manera serena de luchar, (mejor) que usar armas".
Para Nirand Pithakwatchara, integrante de un comité del Senado sobre seguridad humana y desarrollo social, el movimiento ganó una legitimidad que le corresponde. "Este es un día histórico para la participación de las personas en la democracia tailandesa", dijo antes de que los integrantes de la Cámara Alta se dirigieran a la manifestación antigubernamental.
"Thaksin está llevando al país por una carretera peligrosa", agregó. "Quiere monopolizar el poder".
Este punto de vista refleja sólo una parte de la realidad política de Tailandia, dado que el partido de Thaksin, el Thai Rak Thai (TRT, Los Tailandeses Aman a Tailandia), fue reelecto en febrero de 2005 por una enorme mayoría, obteniendo unos 370 escaños en los 500 del parlamento.
Tal poder prácticamente dejó inválidas a las instituciones encargadas de controlar las violaciones constitucionales, el fraude electoral, la corrupción y el abuso a los derechos humanos.
Mientras que las acusaciones de irregularidades financieras persiguieron a Thaksin desde el inicio de su primer gobierno, en enero de 2001, fue un acuerdo empresarial revelado en enero, entre un grupo de telecomunicaciones que él fundó, Shin Corp., y el brazo inversor del gobierno de Singapur, Temasek, lo que disparó la reacción más apasionada.
Se considera que Thaksin —quien era millonario antes de convertirse en primer ministro— había modificado las normas para posibilitar la venta de Shin Corp. a Temasek por 1.800 millones de dólares, un trato en el que su familia salió indemne, sin tener que pagar un solo peso de impuestos.
El intento de Thaksin al disolver el parlamento el viernes y llamar a elecciones adelantadas hizo poco por mejorar su imagen.
"Esta es una fuerza a tener en cuenta, que no desaparecerá fácilmente", dijo a IPS Thitinan Pongsudhirak, politólogo de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok. "Thaksin perdió su legitimidad a los ojos del pueblo. Esto tiene que ver con la moralidad que los tailandeses esperan de sus líderes".
"Es un proceso dinámico que Sondhi creó en los últimos meses", agregó. "Hay nuevas incertidumbres políticas".
Este lunes por todo Bangkok comenzaron los rumores de que los tres principales partidos de oposición se estaban preparando para boicotear los comicios de abril.
Eso debería contarse como otra victoria para Sondhi, que prometió continuar con la lucha, incluso si esta requiere manifestaciones diarias, hasta que obtenga lo que busca.
