A los cinco años y medio de vigencia del acuerdo político y de libre comercio entre México y la Unión Europea (UE), el primero de su tipo en América Latina, las evaluaciones van desde el éxito, según los gobiernos firmantes, al fracaso, como sostienen activistas sociales.
El tratado en vigor desde julio de 2000 incluye el diálogo político, la liberalización de mercados y la cooperación, que abarca a su vez el desarrollo de proyectos sociales, científicos y de apoyo al sistema judicial. Sin embargo, los críticos afirman que el instrumento es esencialmente comercial y que en los rubros anexos hay escaso desarrollo.
En una visita a México de tres días, finalizada este miércoles, la comisaria de Relaciones Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, alabó el acuerdo que elevó 34 por ciento el intercambio global en los últimos cinco años, y dijo que buscará ampliarlo para afianzar la dinámica comercial, las inversiones y apoyar a las pequeñas empresas.
También comentó que la UE desea negociar acuerdos similares con América Central y la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú), y que aspira a concluir otro de larga tratativa con el Mercado Común del Sur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), que se sumaría a los ya vigentes en la región con México y Chile.
En mayo se reunirán en Viena los jefes de Estado y de gobierno de la UE y de América Latina y el Caribe con el objetivo de avanzar en sus procesos de integración.
"Los europeos hablan mucho de que su acuerdo con México pone atención en los campos de la democracia y los derechos humanos, pero en los hechos sólo ha funcionado como otro de libre comercio, y eso deberían considerarlo otros países al momento de negociar", dijo a IPS Norma Castañeda, de la organización no gubernamental mexicana Equipo Pueblo.
Similar postura expresó Manuel Pérez, investigador de la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio.
El tratado con México es para América Latina "un ejemplo del sendero incorrecto a seguir con la UE y, en cambio, es una advertencia de que es urgente negociar acuerdos más parecidos y en acorde con los principios sociales, políticos y económicos existentes al interior del mismo bloque", apunta Pérez.
La Red y Equipo Pueblo se opusieron tenazmente a que México firmara en 2000 el tratado con la UE, pues lo consideraron, igual que ahora, esencialmente comercial y una amenaza para los pequeños y medianos empresarios locales, a quienes consideran incapaces de competir con sus poderosos pares europeos.
Además, aseguran que los europeos lo buscaron básicamente porque consideran que así tienen una puerta abierta al mercado de Estados Unidos.
Aunque el intercambio pasó de 20.385 millones de dólares a cerca de 27.500 millones de 2000 a 2004, México mantuvo intacta en ese lapso su dependencia con el mercado estadounidense, donde concentra más de 80 por ciento de su comercio global.
Por otra parte, el déficit de la balanza comercial de México con Europa se disparó de 9.165 millones de dólares en 2000 a 14.446 millones de dólares en 2004.
El acuerdo con la UE es considerado el segundo en importancia para México, luego del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, al que pertenecen también Canadá y Estados Unidos.
No obstante, el comercio con los europeos representa para este país menos de ocho por ciento de su intercambio global, que bordea los 400.000 millones de dólares anuales.
Además, la mayoría de las exportaciones mexicanas a los países de la UE corresponden, además del petróleo, a bienes manufacturados, que son básicamente elaborados por plantas armadoras cuya propiedad es de firmas estadounidenses, asiáticas y europeas.
Con el tratado, la UE impulsó en México sus inversiones sobre todo en el sector financiero y el de automotores, mientras que en el campo social desplegó proyectos de desarrollo para el empobrecido estado sureño de Chiapas, para mujeres y jóvenes de comunidades rurales y otros relativos al ambiente.
También se apoya el desarrollo de criterios de comercio justo en el mercado doméstico mexicano, programas de investigación científica, asistencia a pequeñas y medianas empresas y promoción de los derechos humanos y de la democracia, entre otros.
Castañeda, responsable del programa de Libre Comercio del Equipo Pueblo, grupo que ha seguido de cerca el tratado firmado con la UE, reconoce la existencia de esos planes sociales, pero señala que son pequeños y que su implementación no se originó en un proceso de diálogo con las organizaciones no gubernamentales.
"Con la UE, lo que funciona es un acuerdo comercial, eso es lo principal", enfatizó. Castañeda añadió que, incluso en Chile, cuyo acuerdo con la UE suscrito en 2002 sí contempla instancias de diálogo entre autoridades y la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales se declaran ya desencantadas pues no estarían siendo escuchadas.
Pero donde los activistas ven sombras, los socios del acuerdo México-UE observan luz. El gobierno mexicano de Vicente Fox reconoce que el convenio suscrito con la UE no ha sido aprovechado debidamente en lo comercial, pero sostiene que su potencialidad es enorme. Además, sostiene que en materia de diálogo político y cooperación hay avances gigantes.
Algo similar sostienen las autoridades de la UE. Su comisaria de Relaciones Exteriores declaró en México que el acuerdo aún puede dar mucho más, por lo que debe ampliarse a áreas que no contempló, como el comercio en algunos rubros agrícolas y los mercados de licitaciones.