Estados Unidos debe aprovechar que este mes ocupa la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU para promover el despliegue de una fuerza de paz en la occidental zona sudanesa de Darfur, según activistas de derechos humanos.
El objetivo inmediato es proteger a los civiles de las milicias árabes janjaweed ("hombres a caballo") respaldadas por el gobierno de Sudán, que intensificaron sus ataques en los últimos meses.
La última declaración de la presidencia del Consejo, emitida por Estados Unidos y apoyada por Gran Bretaña, llama al secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Kofi Annan, a preparar planes de contingencia para una operación militar.
Pero esa declaración resulta insuficiente ante la gravedad de la crisis en Darfur, calificada de "genocidio" por el propio presidente George W. Bush, señalaron los activistas.
"Ya tenemos un montón de declaraciones", dijo Salih Booker, de la organización no gubernamental Africa Action, durante una manifestación ante la Casa Blanca el jueves.
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"Cualquier cosa menos que una nueva resolución representaría una evasiva de esta administración a detener el actual genocidio en Darfur", sostuvo.
Por su parte, el presidente del no gubernamental Grupo Internacional de Crisis (ICG), Donald Steinberg, señaló que la declaración presidencial del Consejo de Seguridad "debe ser sólo el primer paso".
"Nos desilusionaríamos mucho si éste fuera el único paso tomado por Estados Unidos durante su presidencia del Consejo este mes", añadió el activista, cuyo grupo divulgó esta semana una carta abierta a Bush junto a la organización de derechos humanos Human Rights Watch.
La misiva exhorta al mandatario estadounidense a aprovechar el ejercicio de la presidencia del Consejo para formar una fuerza internacional de unos 20.000 efectivos con un "fuerte y claro mandato" centrado en la protección de los civiles y el desarme de las milicias janjaweed.
Los pedidos de acción se producen en el marco de una creciente preocupación mundial por la situación en Darfur, deteriorada en los últimos meses debido a que una fuerza de la Unión Africana de unos 7.000 soldados, desplegada el año pasado para vigilar un cese al fuego, ha sido incapaz de contener la violencia y podría quedar sin financiamiento a fines de marzo.
La crisis en Darfur, reino independiente anexado por Sudán en 1917, se inició en los años 70 como una disputa por las tierras de pastoreo entre nómadas árabes y agricultores indígenas negros, ambos musulmanes.
Dos millones de desplazados y 400.000 muertos es el saldo del conflicto en esa región de Sudán desde febrero de 2003, cuando devino en guerra civil. Esto ocurrió luego de que guerrilleros negros respondieron al acoso de los Janjaweed, apoyados por el régimen islámico de Jartum.
Los Janjaweed son acusados de perpetrar una campaña de limpieza étnica contra tres tribus negras que respaldan a los rebeldes del Ejército para la Liberación de Sudán y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad.
Se estima que entre 200.000 y 400.000 personas han muerto y más de dos millones han sido desplazadas desde entonces.
Unas 30.000 personas fueron desplazadas el último mes, según la ONU, mientras que los ataques de los Janjaweed en la frontera con Chad, donde hay más de 200.000 refugiados, creó tensiones entre los dos países.
Mientras, las conversaciones de paz entre los organizaciones insurgentes y el gobierno sudanés en Abuja, Nigeria, auspiciadas por la Unión Africana, están estancadas desde hace meses. Jartum sigue sin cumplir pasadas resoluciones de la ONU para desarmar y desarticular a las milicias árabes.
La presión sobre Washington de parte grupos defensores de los derechos humanos, activistas africanos y organizaciones religiosas cristianas y judías creció en forma sostenida desde que el Congreso legislativo estadounidense calificó a la crisis de Darfur de "genocidio" en el verano boreal de 2004, y de que el propio Bush usó el mismo término para referirse a la situación a fines de ese año.
Sin embargo, Estados Unidos no ha tratado la crisis con la urgencia y gravedad que merece, según activistas, quienes piden a Bush que ponga al conflicto de Darfur al tope de la agenda de la ONU.
Pero hay varias razones para la reticencia de Washington a alienar a Jartum. En primer lugar, la cooperación de Sudán en la "guerra internacional contra el terrorismo" es muy apreciada por los servicios de inteligencia estadounidenses.
Por otra parte, funcionarios de Washington han dicho que una resolución podría ser vetada por Rusia, principal proveedor de armas a Jartum, y China, con grandes inversiones en el sector petrolero sudanés.
Estados Unidos necesita el apoyo de esas dos potencias en varios asuntos, en especial la creciente crisis con Irán por su plan de desarrollo nuclear, que podría llegar a la mesa del Consejo de Seguridad de la ONU el mes próximo.
Estos cálculos de Washington preocupan a los activistas, que no desean ver a la población de Darfur sacrificada por los vaivenes de la política internacional.
"La cuestión aquí es cómo Estados Unidos quiere usar su capital político, si está más interesado en llevar el tema de Irán al Consejo de Seguridad que en obtener una fuerte resolución sobre Sudán. Creo que poner fin al genocidio no es la primera prioridad de la administración Bush, y debería serlo", dijo Booker a IPS.