A la 01:30 de la madrugada, hora de Haití, las ráfagas de las balas se recortaban en la oscuridad cual fuegos artificiales y el ruido de las metralletas, de los disparos de rifle y del bombardeo de la artillería pesada resultaba ensordecedor.
Los cerca de 200.000 habitantes de Cité-Soleil, un populoso barrio de casillas miserables y hacinadas de Puerto Príncipe, escucharon las explosiones y enseguida supieron que no estaban a salvo ni en sus propias camas.
Agujeros del tamaño de un puño cerrado en las paredes de las viviendas indican que ni los gruesos muros de cemento detienen las balas, en el marco de la violencia que sigue creciendo cuando faltan sólo 19 días para las elecciones generales con las cuales se pretende normalizar la institucionalidad del país.
Un paciente del hospital del contingente belga de Médicos Sin Fronteras (MSF), montado en la zona, fue alcanzado en la cabeza por una bala que entró por el techo de la sala. En otra oportunidad, los médicos de MSF atendieron a 10 pacientes también heridos de bala. A todos les habían disparado por la espalda.
Las víctimas inocentes ya se cuentan a diario como producto de la actividad de las pandillas fuertemente armadas que pululan y se enfrentan con efectivos de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) en Cité-Soleil, donde la mayoría de la población reclama el regreso del ex presidente Jean-Bertrand Aristide.
[related_articles]
Haití se halla inmerso en una profunda crisis desde el derrocamiento el 29 de febrero de 2004 de Aristide, el primer presidente elegido en las urnas en este país. El golpe de Estado fue el resultado de una operación política orquestada por las elites locales apoyadas por Estados Unidos y Francia.
Tras la partida de Aristide, se instaló una fuerza de ocupación liderada por Estados Unidos y Francia, que dejó su lugar luego a la Minustah, la fuerza especialmente militar y con policías instructores conformada por una treintena de países que fue dispuesta el 30 de abril de 2004 por el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las elecciones inicialmente programadas para 2004 fueron aplazadas ya cuatro veces. A medida que se acerca el 7 de febrero, la nueva fecha fijada para la realización de las elecciones tras la frustrada intentona del 8 de enero, la violencia se vuelve cada día peor.
En la primera quincena de 2006, sólo el hospital de MSF de Cité-Soleil recibió 47 heridos de bala, cuatro de los cuales murieron. En diciembre el número fue 80 y en noviembre 34.
Estos números no incluyen los heridos de bala atendidos en el centro de emergencia de la Cruz Roja de Haití en el mismo barrio, que a diario traslada muchas víctimas de la violencia a hospitales de Puerto Príncipe. Tampoco incluye a los muertos.
El hospital de MSF, la organización no gubernamental con sede en París, localizado cerca del centro de Puerto Príncipe, también informó de un aumento en el número de heridos de bala procedentes tanto de Cité-Soleil como del resto del área metropolitana, en los últimos meses.
La situación en Haití es inusitadamente compleja. La violencia en Cité-Soleil se asemeja a una guerra, pero no está claro cuáles son los bandos, ni porqué pelean. Todas las partes dicen estar a favor de la paz y la democracia.
Mientras en Cité-Soleil persiste el tronar de las balas, en las ondas de radio de Haití se pelea la batalla de las palabras.
Los residentes armados del barrio dicen que los grandes empresarios son los que están detrás de la campaña de violencia llevada a cabo por la Minustah.
A su vez, los empresarios acusan a la Minustah de negligencia por no controlar a las pandillas armadas y a los secuestradores, delito que también ha crecido en los últimos tiempos.
La policía y las autoridades de la ONU, por su parte, acusan a los candidatos para las elecciones presidenciales que se avecinan de ser ellos los que están detrás de la violencia de las pandillas.
"Las tropas de la ONU desembarcaron en nuestro país para hacerle el trabajo a la burguesía, para generar desorden financiados por el dinero de Apaid (Andre, un poderoso empresario) y Charles Baker (un candidato presidencial), y para que nunca más haya elecciones", dijo un joven militante llamado Tutu.
En los barrios más ricos del gran Puerto Príncipe, los tiroteos son raros, pero los secuestros frecuentes. Este invierno alcanzaron un promedio de 20 por día y la mayoría de las víctimas son escondidas en Cité-Soleil.
Las personas secuestradas ocasionalmente son golpeadas y asesinadas, y casi siempre terminan traumatizadas y económicamente quebradas luego de arduas negociaciones por el pago de rescates, que normalmente superan los 100.000 dólares.
Los líderes del sector empresarial también criticaron duramente a la ONU por no haber hecho más para protegerlos de los secuestradores.
La Cámara de Comercio de Haití llamó a la realización de una huelga general, y Apaid y Baker organizaron una marcha frente a la oficina de la Minustah, en la que cientos de manifestantes gritaron y cantaron en protesta de la ONU, unas veces por haber hecho demasiado y otras por no haber hecho lo suficiente.
Algunas de las pancartas levantadas en la manifestación, rezaban: "La misión de la ONU hace dinero mientras los haitianos mueren", y otros gritaron "¡Abajo con la Minustah!". Cuando uno de los vehículos de la Minustah pasó en medio de la manifestación le gritaron: "No les tenemos miedo" y le tiraron botellas de plástico.
La marcha contra la ONU unió a los simpatizantes del presidente Aristide con sus enemigos tradicionales. Apaid y Baker lideraron el movimiento que derrocó Aristide hace dos años.
Extrañamente, también unió a aquellos que exigen que se reprima más duramente a las pandillas en Cité-Soleil —aun cuando ello tenga como consecuencia que muchas víctimas inocentes resulten muertos o heridos— con los que piensan que la permisividad de la Minustah hacia Cité-Soleil ya ha costado demasiadas vidas.
La situación en esa zona está cada día peor, sostuvo el comandante de las tropas de la ONU en Puerto Príncipe, brigadier general jordano Mahmoud Al-Husban. Los dos batallones de ese país árabe son los que tienen el trabajo más duro, que es controlar Cité-Soleil.
Cuando la ONU solicitó tropas para su misión en Cité-Soleil, golpeó a las puertas de más de 50 países, pero Jordania fue el único que se ofreció como voluntario.
Desde el comienzo mismo fue una tarea abrumadora, dijo Al-Husban, pero en el último mes los civiles armados son cada vez más peligrosos. "No les importa cuánto disparan", explicó Al-Husban.
"Al principio disparaban tres o cuatro tiros por hora, pero ahora disparan cientos, y a veces miles de tiros".
Una operación militar el martes se prolongó por varias horas y cuando llegó la noche se comprobó la muerte de dos soldados jordanos y de dos civiles haitianos, además de varios heridos de bala, incluidos una niña de un año y un niño de 11 meses.
Nueve de los llamados cascos azules resultaron muertos desde que comenzó la misión de la ONU en 2004. La mayoría de las bajas sucedieron en las cercanías de Cité-Soleil, y cuatro de ellos eran del batallón jordano. Unos de sus jefes los calificó de "mártires" de la paz que lucharon contra "el mal".
Cada una de las partes en conflicto no duda en demonizar a las otras, y uno no puede vivir en Cité-Soleil sin dejar de tener conciencia del conflicto armado. Pero algunos sostienen que hay problemas más profundos en la ciudad que merecen más atención.
"En Cité-Soleil no es sólo un tema de pandillas armadas", dijo Richard Roger, un guardia de seguridad en una oficina del registro electoral que trabaja y reside en ese barrio.
"Hay un tema de pobreza, de falta de trabajo, de gente que no tiene qué comer, a veces ni siquiera un lugar para pasar la noche, o para hacer lo que ellos quieran confortablemente, porque lo que los haitianos quieren es un mínimo de calidad de vida y no van a descartar ninguna vía, ni siquiera la vía ilegal, para obtenerlo".
Al-Husban dijo que sus tropas pueden imponerse en Cité-Soleil. Pero también dijo, "la solución de los problemas de Cité-Soleil no es un tema militar solamente. El aspecto militar es una parte pero hay muchas otras cosas para hacer conjuntamente, de orden político, social, humanitario".
A casi dos años del derrocamiento de Aristide, para muchos residentes de Cité-Soleil la única esperanza de poner fin a sus sufrimientos pasa por la realización de las ansiadas y siempre postergadas elecciones.