ECONOMÍA-UNIÓN EUROPEA: Portugal aún marca el paso

Pasadas dos décadas de la adhesión de los dos países ibéricos a la Europa comunitaria, Portugal continúa marcando el paso por quinto año consecutivo, mientras que España se ha convertido en la octava potencia económica mundial, desplazando a Canadá.

A pesar del empuje inicial de Portugal en enero de 1986, cuando junto a España concreta su ingreso a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), las tercas cifras actuales muestran que este país, en lugar de aproximarse, se aleja del promedio del bloque que hasta hace un año y medio estaba conformado por 15 estados.

Inclusive la ex república yugoslava de Eslovenia y la minúscula isla de Malta, dos de los 10 países que se sumaron el 1 de mayo de 2004 a la llamada Unión Europea (UE) desde 1992, ya superaron los indicadores económicos lusos, un hecho idéntico al ocurrido en 1999 con Irlanda y en 2003 con Grecia, dos estados peor colocados que Portugal en 1986.

La economía española, en tanto, según datos oficiales de 2004 y divulgados a fines de diciembre pasado por el Banco Mundial, logró superar a la de Canadá, con lo cual le asiste el derecho a reclamar su ingreso al bloque informal de los países más poderosos del mundo, llamado Grupo de los Ocho (G-8).

El G-8 está conformado —según el orden de importancia de su economía basado en la lista de la agencia de noticias especializada Bloomberg— por Estados Unidos, Japón, Alemania, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Francia, Italia y Canadá, al que se le sumó Rusia por razones políticas. China no integra este grupo pese a ocupar el sexto lugar en este ranking.

Respeto de la llamada Zona Euro, del que forman parte 12 países de la UE de moneda común, España es el que más crece al lograr 3,5 por ciento anual, según el Banco Mundial.

El grupo del que forman parte también Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo y Portugal registró un crecimiento promedio de un tercio respecto de la economía española.

En cambio, Portugal creció apenas 0,3 por ciento el año pasado —frente al promedio de la UE de 1,5 por ciento— y las proyecciones para este año pautan 0,8 por ciento y en 2007 el 1,2 por ciento, según datos y estudios dados a conocer el 4 de este mes por el gobernador del Banco de Portugal (central), Vítor Constâncio.

Una rápida interpretación de los números, indican que Portugal continuará los próximos dos años alejándose del promedio de la UE y, considerando su nivel de desarrollo intermedio, podrán pasar varias décadas hasta igualar al de los demás países que formaban el bloque de los 15 hasta abril de 2004.

La marcha de los principales indicadores económicos no permiten al Banco de Portugal hacer predicciones optimistas. El consumo privado, gran motor de la economía, continuará creciendo, pero a ritmo inferior al registrado en años anteriores. En 2004 aumentó 2,3 por ciento, bajando a 2,1 en 2005 y las previsiones para 2006 y 2007 indican un modesto 1,1 por ciento cada vez.

Asimismo, tras el aumento de 5,4 por ciento en 2004, las exportaciones sólo crecieron 1,2 por ciento el año pasado y se espera que sólo en 2007 se recupere hasta 5,2 por ciento.

A su vez, la variación de las inversiones pasó de un aumento de 0,2 por ciento en 2004 a un retroceso de menos tres por ciento el año pasado y se estima que todavía en 2007 ese indicador se mantenga negativo en torno a menos 0,8 por ciento.

Estos datos colocan a la economía portuguesa "muy cerca del estancamiento", apuntó Constâncio al darlos a conocer.

Por su parte, España, que en 1986 tenía niveles de desarrollo similares a los de Portugal, luce hoy entre sus pergaminos el haber llevado a cabo en las últimas dos décadas cambios profundos que la han colocado en el selecto club de los más poderosos e influyentes países del mundo.

Para los 44,1 millones de españoles, en general pertenecer a la UE se tradujo en un incremento del nivel de vida, mientras en Portugal, un quinto de sus 10,5 millones de habitantes continúan marginados, con niveles de vida en la frontera de la pobreza.

En cuanto al producto interno bruto por habitante en 1986, España y Portugal se presentaron a las puertas de la CEE con cifras similares, que llegaban a cerca de 60 por ciento del promedio de los entonces países miembros.

En 1995, España ya se acercaba a 90 por ciento, dejando atrás a Portugal, que ese año alcanzó 75 por ciento del promedio del bloque, según los datos de Eurostat, el sistema estadístico de la UE, que divulgó al finalizar el año pasado cifras con proyecciones hasta 2007.

España continuó en ascenso, logrando en 2005 alcanzar 97,9 por ciento del promedio de la UE, indicador que mantendrá hasta 2007, mientras Portugal bajó el año pasado a 71 por ciento y en 2007 se prevé que descienda aún más, lo cual coloca a sus habitantes a un nivel de 69,1 por ciento respecto del promedio de los demás estados miembros del bloque.

El futuro de la economía lusa se presenta poco promisorio debido a factores nuevos que han aparecido en la escena europea y doméstica, lo que hace que todos los observadores y analistas especializados sean unánimemente pesimitas.

En el ámbito del espacio económico común de la UE, la principal amenaza para Portugal son los nuevos miembros de Europa oriental, con precios competitivos por sus productos y mano de obra más barata, mientras que en el campo internacional, la otrora poderosa industria textil lusa parece tener sus días contados con la invasión de telas y vestuarios de China e India.

Este panorama se ha oscurecido por las medidas de austeridad adoptadas por el gobierno del primer ministro socialista José Sócrates para reducir el déficit público.

El aumento de los impuestos causó una violenta caída del consumo, lo que impide el crecimiento, mientras la reducción del gasto público hizo que el Estado cuente con menos dinero disponible para inversiones de envergadura.

Los ríos de dinero que por 20 años fluyeron del bloque europeo hacia Portugal, según todos los analistas económicos, modernizaron el país pero no lograron sacar a dos millones de personas de la pobreza.

Portugal luce hasta hoy el dudoso récord de ser el país de mayor injusticia social del bloque europeo, con los salarios mínimos más bajos y las remuneraciones más altas de la región para los administradores de empresas publicas.

En 1986, el ingreso a la CEE fue aplaudido por la inmensa mayoría de la población, sintonizando a un país ansioso por modernizarse. Sin embargo, "la distancia entre las expectativas y las realidades crece a cada día que pasa", apunta un comentario publicado el lunes en el Diario de Noticias, de Lisboa.

Para el sector privado, Europa representó la apertura de mercados, "pero para los trabajadores, la promesa de salarios europeos y la garantía de una vida digna en la tercera edad continúa por cumplirse", 20 años después que la CEE "despertó en los más pobres esperanzas sin fin", añadió el análisis.

En efecto, el saldo de estos 20 años es que las obras de infraestructuras y el crecimiento de la sociedad de consumo no tuvieron su equivalente en la mejoría de las condiciones de vida de gran parte de la población portuguesa.

Las transformaciones fueron más superficiales que profundas. Las autopistas alteraron el paisaje, pero no erradicaron los verdaderos atrasos del país.

Los innumerables análisis que han aparecido en la prensa en los últimos días coinciden en que, mientras España supo aprovechar los fondos comunitarios de modo tal que le permite hoy estar en una posición privilegiada, las elites y los gobiernos lusos de estos 20 años no usaron el dinero para el desarrollo del país sino para fomentar la aparición de una clase de "nuevos ricos".

Los fondos comunitarios no detuvieron los flujos de emigración del campo hacia las ciudades del litoral, no renovaron el tejido industrial del país ni salvaron la otrora poderosa flota pesquera, y poco se hizo en el área de la educación y la formación profesional para competir con calificaciones adecuadas en el mercado único de la globalización.

Es decir, exactamente lo contrario de España, donde la economía vivió en este lapso un proceso de acelerada convergencia con los países más desarrollados de Europa, que construyó 6.000 kilómetros de autopistas gratuitas para los ciudadanos, trenes de alta velocidad, empresas de dimensión europea y modernizó su agricultura, convirtiéndola en una de las más eficientes del mundo.

En Portugal "se hizo mucho, sólo que no se hizo lo que era más decisivo para el futuro", deplora el citado artículo de Diario de Noticias, que pide responsabilidades a quien durante dos décadas, por ejemplo, decidió construir autopistas en lugar de renovar los ferrocarriles y optó por no desarrollar la energía solar en un país con pocas nubes.

En este balance, para Portugal "lo que está en marcha es una modernización conservadora, consumista y para nuevos ricos, que convierte a Europa y sus fondos en una ilusión colectiva destinada a no durar", concluye el periódico.

Según el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, profesor de la Universidad de Coimbra y uno de los más destacados impulsores del Foro Social Mundial, "en los últimos cinco años, se asentó en la sociedad portuguesa culta una actitud de pesimismo, que, por tan reiterado y poco cuestionado, corre el riesgo de transformarse en un nuevo sentido común de los portugueses".

En una sociedad donde "las elites culturales son pequeñas, extranjerizantes y que en general desconocen o son distantes de la realidad del país, no es fácil saber hasta que punto el pesimismo de las elites es el pesimismo de los portugueses", añade el académico.

En el momento crucial de asumirse como plenamente europeo, se verifica que "nuestro desarrollo es intermedio, donde se mezclan características del primer y tercer mundo y en el sistema mundial moderno, no es fácil acceder al club de los países desarrollados", subraya el sociólogo.

Sousa Santos concluye vaticinando que este será un proceso histórico difícil y largo, porque en su óptica, "se crearon expectativas que no se pueden realizar en una generación".

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