Cuando faltan 12 días para asumir el gobierno de Bolivia, a Evo Morales ya se le presenta la disyuntiva de seguir con el libreto estatista que lo llevó a ganar las elecciones con 53,4 por ciento de los votos o adoptar una política flexible con el influyente capital extranjero.
Ahora es cuestión de lidiar con intereses concretos y así lo ha comprobado el dirigente de los cultivadores de hoja de coca y líder del Movimiento al Socialismo (MAS) en su agitada y apresurada gira en curso por Cuba, Venezuela, España, Holanda, Bélgica, Francia, China y Sudáfrica, que culminará con la visita a dos vecinos especiales, como son Brasil y Argentina.
Morales ya afrontó el juego de los gobiernos europeos respecto de las empresas petroleras de ese origen que operan en Bolivia.
Así ocurrió en las reuniones con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, el jefe del gobierno español que abogó por Repsol-YPF, con el comisario de Política Exterior y Seguridad Común de la Unión Europea, Javier Solana, interesado en el futuro de la inversión privada de ese bloque como la de British Petroleum, y con el canciller holandés, Bernard Bot, preocupado por Shell.
Las empresas petroleras extranjeras aseguran haber invertido unos 3.500 millones de dólares desde 1996 en Bolivia, cuando este país privatizó su producción de hidrocarburos mediante la fórmula de capitalización que representó una transferencia gradual de la propiedad estatal a inversores.
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El gobierno de Carlos Mesa, de octubre de 2003 a junio de 2005, se negó a nacionalizar las concesiones petroleras, como lo reclamaba el movimiento popular que derrocó a su antecesor, Gonzalo Sánchez de Lozada, porque una compensación hubiera demandado, según argumentó, el pago de unos 8.000 millones de dólares, que equivalen al actual producto interno bruto del país.
No es una casualidad que Morales sea objeto en estos días de privilegiadas atenciones y recepciones en el exterior, en general reservadas a mandatarios en ejercicio.
Su victoria absoluta en las elecciones del 18 de diciembre, que lo pondrá en la casa de gobierno situada en La Paz sin necesidad de una segunda vuelta en el Congreso legislativo, repercutió en los países con intereses económicos en Bolivia y que rápidamente se preocuparon por conocer los alcances de sus propuestas de corte izquierdista y de reivindicación indigenista.
Las primeras dos visitas, a los presidentes Fidel Castro, de Cuba, y Hugo Chávez, de Venezuela, pautaron la adhesión del futuro mandatario del país más pobre de América del Sur a una corriente abiertamente contraria a la estrategia externa de Estados Unidos.
El embajador de Washington en La Paz, David Greenlee, apresuró un encuentro con Morales cuando aún se celebraba la llegada del año nuevo y a pocas horas de que éste iniciara su extensa gira.
El cambio fue radical en la postura de la representación diplomática de Estados Unidos, que mantenía considerable distancia de Morales y a quien se le negó, al menos en una oportunidad, la visa de entrada a ese país.
A su vez, lejos de su posición radical de los tiempos de campaña electoral, Morales reiteró un mensaje de confianza durante sus encuentros con los líderes europeos.
"No vamos a nacionalizar la tecnología o los bienes de las (firmas) transnacionales, pero tenemos todo el derecho histórico y moral de ejercer el derecho de propiedad de los hidrocarburos", puntualizó Morales ante los periodistas en sus visitas a Europa.
Pero en La Paz, muchas de las voces que respaldaron su candidatura ahora reclaman el cumplimiento de la principal promesa, que fue la nacionalización de los hidrocarburos, la causa fundamental que definió la caída de los presidentes Sánchez de Lozada, en octubre de 2003, y Mesa, en junio de 2005.
Desde una posición intransigente, el secretario ejecutivo de la única Central Obrera Boliviana, Jaime Solares, dijo a IPS que Morales debía cumplir su promesa de "nacionalización inteligente", bajo el paraguas del "capitalismo andino" postulado por el MAS.
Una renuncia a la "confiscación y ocupación militar" de los campos petroleros representaría una virtual traición a los sectores que respaldaron su candidatura con esa condición, sin que medie el pago de compensaciones a las empresas transnacionales, explicó el líder sindical.
Sánchez de Lozada huyó del país ante el avance de la rebelión popular, en la llamada "guerra del gas", a la que reprimió con el ejército y la policía, dejando un saldo de 67 personas muertas. Tras su renuncia, el Congreso designó al entonces vicepresidente Mesa para reemplazarlo.
Pero Mesa mostró debilidad política al momento de aplicar la nueva legislación, surgida de las protestas y que establecía el incremento de las contribuciones por impuestos de las firmas petroleras. De esa frustración gubernamental nació la corriente popular de reclamo de nacionalización de los hidrocarburos, una demanda que recogió el MAS como bandera electoral.
Durante esta primera gira como mandatario electo, Morales ratificó su respeto a los inversionistas privados y advirtió que el peso de la ley caerá contra las compañías involucradas en contrabando de hidrocarburos.
A su regreso a América del Sur, Morales visitará el 15 de este mes al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y dos días después a su par de Argentina, Néstor Kirchner, con los que mantiene afinidad ideológica.
Sin embargo, el gobierno de Lula dirige los destinos de la empresa estatal Petrobras, la principal compañía que controla en Bolivia campos gasíferos, refinerías, gasoductos y la exportación del combustible a su propio mercado.
Luego, Morales llegará a Buenos Aires para pedir a Kirchner revisar los precios del gas que Argentina paga a Bolivia a un valor llamado "solidario", establecido por Mesa ante la emergencia energética del vecino país del sur.
El precio promedio de esta exportación boliviana a Argentina es de 3,18 dólares por millar de Unidades Térmicas Británicas (BTU, por su sigla en inglés), muy distante de las cotizaciones que bordean los 11 dólares en Estados Unidos, México y Europa.
El vicepresidente electo boliviano, Alvaro García, declaró a de comunicación argentinos que guardaba esperanza de una nivelación de precios.
Argentina es otro de los países que aporta inversiones a los yacimientos petroleros del sur boliviano, a través de la asociación de la firma privada YPF con la española Repsol.
En tanto, la visita de Morales a China es interpretada por los analistas como una gestión para abrir un mercado con gran demanda de materias primas, como la soja y los minerales, a cambio de una política de atracción de los capitales de ese país asiático en el sector energético.
Grupos de inversionistas chinos han llegado a Bolivia en los últimos meses para realizar gestiones, aún sin éxito, de inversión en la industria petrolera y en particular en la explotación de gas natural, del cual Bolivia es poseedor de la segunda reserva más importante de América del Sur, después de Venezuela, con 53 trillones de pies cúbicos estimados.
En el otro extremo de la balanza, el mandatario electo ha recibido promesas de ayuda, como el canje de deuda bilateral con España, de 120 millones de dólares, acompañada de una donación por unos 22 millones de dólares destinados a programas de salud.
Las expresiones de solidaridad representarán un alivio a una empobrecida economía sujeta anualmente a donaciones de entre 250 millones de dólares y 400 millones, según datos del Ministerio de Hacienda.