Microempresarios de Bolivia, Perú y Colombia, quienes usan la mítica hoja de coca para fabricar medicinas, gaseosas, jabones, chicles y otros productos, fincan sus esperanzas de negocio en un hombre: Evo Morales.
Estos pequeños emprendedores del aún incipiente y artesanal mercado legal de la coca, satanizada por ser materia prima de la cocaína, se habían resignado por años a vender sus productos sólo en el ámbito local.
Ahora, están empeñados en poder exportarlos y levantar algo de la alicaída economía campesina andina, si prospera el controvertido proyecto de despenalización internacional de la coca de Evo Morales, indígena aymara de 46 años que asumió la presidencia de Bolivia el domingo 22.
La industrialización lícita de la coca parece una apuesta arriesgada dadas las tendencias actuales en los empobrecidos Andes: cae el consumo tradicional de la planta en las nuevas generaciones indígenas y aumenta su cultivo ilegal. Pero entre los pequeños productores persiste el optimismo.
"Debemos convencer al mundo de que la coca no es cocaína y con Morales vamos a lograrlo", dijo a Tierramérica David Curtidor, miembro de la reserva indígena nasa del sur de Colombia, que fabrica Coca Sek, una gaseosa amarilla y dulzona cuya fórmula incluye los alcaloides de la hoja de coca.
"Nuestra gaseosa no es una droga, es ligeramente estimulante como un café, pero es mucho más saludable, por los minerales y vitaminas que contiene la coca", explicó Curtidor vía telefónica desde el remoto poblado de Inzá, en las montañas del departamento colombiano del Cauca.
Desde su lanzamiento con gran despliegue publicitario en diciembre, los indígenas han producido unas 50.000 botellas del refresco, que se vende a 70 centavos de dólar por unidad, y creen que tendría un excelente desempeño en el mercado internacional.
La hoja de coca (Erythroxylon coca), que según estudios médicos tiene propiedades nutritivas comparables a las de la leche y la carne, es masticada con fines terapéuticos y religiosos por indígenas andinos desde hace miles de años y su uso tradicional es legal en la zona.
Pero sigue figurando desde los años 60 en una lista de sustancias prohibidas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que limita severamente su comercio internacional, mientras su cultivo alimenta el multimillonario negocio ilícito del narcotráfico.
La promesa de borrar la hoja de esa lista negra y de revertir la política estadounidense de "coca cero", es decir de erradicación forzosa de cultivos, fue central en la campaña de Morales, quien ganó la presidencia con un arrollador 53,7 por ciento de los votos.
Morales migró a la región tropical de El Chapare en los años 80, donde lideró a los campesinos cocaleros hasta convertirlos en el sector social más poderoso del país, aglutinado en el partido Movimiento al Socialismo (MAS), que a la postre lo llevó a la silla presidencial.
Ahora busca expandir el área de cultivos legales de coca en Bolivia, fijada en 12.000 hectáreas, que son insuficientes para abastecer la demanda local, según los cultivadores.
Se calcula que las otras 14.000 hectáreas (de un total anual de 26.000) van a parar a manos de los narcotraficantes.
Aunque Morales se apresuró a aclarar que su propuesta "es no cero coca, pero sí cero narcotráfico", incluso analistas estadounidenses partidarios de la coca legal califican su iniciativa como una "bofetada a la política antidrogas" de la administración de George W. Bush y auguran una ruta de colisión entre ambos gobiernos.
"La hora del mercado legal de la coca ya llegó, y sí es una alternativa porque no hay otros productos agrícolas que tengan salida al exterior", dijo a Tierramérica Bruce Bagley, experto en narcotráfico de la Universidad de Miami.
"Sin embargo, estamos frente a un gobierno muy conservador en Estados Unidos, que no se plantea innovar su política antidrogas, y no creo que va a tolerar el desafío de Morales", señaló.
Los pequeños productores, castigados por años de fallidos programas de desarrollo agrícola alternativo auspiciados por Estados Unidos, creen que la propuesta boliviana podría tener un efecto dominó positivo en Los Andes, que beneficiará a todos.
"Cada kilogramo de hoja de coca que sale al mercado legal es uno menos para los narcotraficantes", consideró Curtidor, el fabricador de Coca Sek.
Esa es la apuesta de la Empresa Nacional de la Coca (Enaco), que monopoliza la comercialización de la planta en Perú, donde el consumo tradicional absorbe sólo 9.000 de las 110.000 toneladas que se cultivan cada año.
Los productores de las conocidas "cocalletas" o de otro producto popular, la bebida energética Vortex, deben adquirir la hoja de coca en Enaco, que la revende tras comprarla a los cultivadores. Este año, la empresa, que también fabrica y exporta, comprará la cifra récord de 5.000 toneladas a los campesinos.
Según la presidenta del directorio de Enaco, Lida Marín, sus productos son apetecidos en el exterior. A fines de este mes comenzarán a exportar por primera vez a Sudáfrica 153.000 sobres de té de coca, por un monto de 85.000 dólares.
Marín informó a Tierramérica que Enaco también exporta a Japón y Bélgica unos 300 gramos anuales de clorhidrato de cocaína con fines medicinales, y confirmó un secreto a voces: su empresa vende hoja de coca a la poderosa transnacional Coca Cola, a través de la estadounidense Stepan Company, con sede en Nueva Jersey, que adquiere unas 145 toneladas del insumo al año.
El dinamismo del negocio dependerá del mercado, no del Estado, según Marín. "Los consumidores serán quienes dicten si una pasta dental o un jabón de coca gusta o no", dijo.
Pero la precariedad de la producción, a veces experimental y esporádica, condena al fracaso a muchos fabricantes artesanales y también a empresas medianas. Es el caso de la limeña Kokka Royal Food, productora con capitales españoles de la publicitada bebida K-Drink, que debió cerrar puertas a mediados de 2005.
Muchos dudan que la coca legal sea una alternativa al narcotráfico. Enaco paga 1,4 dólares por kilogramo de la planta, contra los cinco dólares de los narcotraficantes. "Simplemente no podemos competir en precio", admitió Nelson Larrea, director de Enaco.
A lo ancho de Los Andes se registra un constante aumento de los cultivos ilícitos, incluso en Colombia, el mayor exportador global de cocaína. Según el Departamento de Estado (cancillería estadounidense), los cultivos colombianos no se redujeron en 2004, pese a la agresiva fumigación aérea.
En Bolivia la producción de cocaína aumentó 35 por ciento y en Perú 23 por ciento entre 2003 y 2004, según la ONU.
Algunos analistas advierten que los politizados cultivadores andinos inflan las cifras de coca destinada al consumo tradicional. En Bolivia, unas 5.000 hectáreas son más que suficientes para satisfacer la demanda legal real (la ley permite ahora 12.000), calcula Franklin Alcaraz, director del Centro Latinoamericano de Investigación Científica (Celin).
Si el cultivo excedente es tan alto y aún así se expande, como apuesta Morales, hay que contar con que se dispare el contrabando ilícito, muy difícil de controlar dada la fragilidad institucional en Los Andes.
En este panorama adverso, Morales impulsará negociaciones para que la cuarta reunión de la Convención de Viena de la ONU en 2008 retire la coca de la lista de sustancias ilícitas. Muchos analistas son escépticos, porque se trata de lograr un consenso global, ni más ni menos.
"No será posible (lograrlo), ni siquiera hay acuerdo mínimo sobre los beneficios a la salud de la hoja de coca", dijo Alcaraz. "Las posibilidades son extremadamente remotas. En 2008 seguirá en el poder en Washington el presidente Bush y va a usar todas sus palancas para evitar una despenalización", opinó Bagley.
* La autora es directora editorial de Tierramérica. Con aporte de José Luis Alcázar (Bolivia). Este artículo fue publicado originalmente el 21 de enero por la red latinoamericana de Tierramérica.