«Es hora de volver a casa», dice Omer Alí, un comerciante pakistaní en un mercado de la capital de Omán. «En muchos sectores de la economía los puestos de trabajo ya no están abiertos a los extranjeros».
Según Alí, esto se debe a una ola nacionalista o de "omanización" del mercado laboral (de 'trabajo sólo para los nativos del lugar') y como resultado, "muchos de mis amigos han decidido regresar a su país de origen".
Las palabras de Alí reflejan la nueva realidad que los extranjeros descubren en Medio Oriente, especialmente en países como Omán y Bahrein, donde las ganancias del petróleo son menores que en otros países de la región y el desempleo crece junto con la disposición de los nacionales a aceptar trabajos en áreas antes reservadas a los extranjeros.
En el sector privado de Omán, el número de trabajadores extranjeros cayó 24,4 por ciento desde enero de 2003.
Las estadísticas revelan que más de 134.000 inmigrantes dejaron sus empleos en los últimos tres años.
La Oman LNG, empresa de gas natural y la compañía más grande de este sultanato, consiguió una nacionalización de 73 por ciento de su plantilla en 2004.
La firma puso en marcha un programa que utilizó personal extranjero calificado en su inicio, mientras entrenaba mano de obra nacional para que se hiciera cargo progresivamente de la operación y la gerencia de la planta de gas natural licuado.
Más de 350.000 trabajadores extranjeros con sus respectivas familias —en su mayoría procedentes de Pakistán, India, Sri Lanka, Bangladesh y Filipinas— viven en Omán, un país con una población de tan sólo 2,7 millones de habitantes.
La comunidad de origen pakistaní ronda 20 por ciento de la población total.
El alto porcentaje de extranjeros en la fuerza laboral, combinado con el mejoramiento del sistema educativo del país, hizo posible que el gobierno implementara un programa para la nacionalización del empleo, de modo que ahora los ciudadanos omaníes van reemplazando a los extranjeros.
"Las políticas de nacionalización del empleo cubren todas las actividades sociales y económicas. La campaña de 'omanización' no persigue solamente asegurar que haya trabajo para los ciudadanos sino también reducir la dependencia de los trabajadores y expertos extranjeros", dijo un alto funcionario del gobierno.
"Más que nunca antes, la prioridad del gobierno de Omán es contar con los recursos humanos nacionales suficientes", agregó.
Según las estadísticas del gobierno, la cantidad de trabajadores inmigrantes con permisos para trabajar en el sector privado fue de 415.135 a fines de julio 2005, bastante más bajo que los 549.338 contabilizados a fines de enero de 2003.
En siete meses, de diciembre de 2004 a julio de 2005, más de 9.000 extranjeros dejaron sus puestos de trabajo.
"El gobierno nos prohibió vender y transportar frutas y verduras en varias regiones del país", dice Renita Fernadez, una recepcionista india de un hotel de Salalah, un importante destino turístico de la península Arábica, con playas en el mar de Arabia cercano a la frontera con Yemen.
"En muchas ciudades tampoco nos permiten involucrarnos en el comercio del olíbano (un tradicional incienso aromático) ni vender teléfonos celulares", dijo.
"Los salones de belleza y los estudios fotográficos ahora también son un territorio 'sólo para nativos', y hasta la venta de "abayas" (el vestido o túnica tradicional típico de la mujer árabe) está reservada exclusivamente a las mujeres omaníes".
El gobierno tiene intención asimismo de restringir el comercio de perfumes, regalos, productos textiles y hasta la propiedad y administración de los cibercafés.
De enero de 2003 a julio de 2005, el número de extranjeros en los sectores agropecuario y pesquero cayó 32 por ciento, de 66.000 a 45.000.
Más de 59.000 trabajadores inmigrantes dejaron —o se vieron forzados a abandonar— sus empleos o actividades en el comercio mayorista, minorista y en el sector de las reparaciones de automóviles, reduciendo su participación en esas áreas de 148.516 en 2003 a 89.461 en 2005.
Las trabajadoras domésticas extranjeras disminuyeron de 67.676 a 53.305, en el mismo período.
Cayó 10 por ciento la presencia de los trabajadores inmigrantes en el sector de la educación, de 5.027 a 4.528.
El desarrollo de recursos humanos nacionales es un asunto crucial para el sultanato de Omán, en la medida en que 75 por ciento de su población es nativa y 55 por ciento de ésta tiene menos de 20 años, lo que significa que se aprestan a conformar la fuerza laboral.
A modo de comparación, su pequeño vecino del noreste, el riquísimo y petrolero Emiratos Árabes Unidos, continúa dependiendo fuertemente de la mano de obra extranjera. De sus algo más de cuatro millones de habitantes, 3,3 millones son inmigrantes.
Bahrein, un pequeño país insular situado en el Golfo al este de Arabia Saudita, con 660.000 habitantes, también está cambiando rápidamente el perfil de su fuerza laboral.
El creciente desempleo y la apabullante caída del ingreso por persona han hecho que los ciudadanos de ese país estén cada día más dispuestos a aceptar empleos domésticos y otras ocupaciones poco calificadas para ganarse la vida.
Un estudio del Centro de Estudios Nacionales de 2002 afirmó que cerca de16 por ciento de la población de Bahrein vive por debajo de la línea de pobreza, la cual se estableció en un salario de 337 dinares de Bahrein por mes (que equivalen a 900 dólares).
Cincuenta y tres por ciento de los empleados en el sector privado perciben menos de 200 dinares por mes (530 dólares), dice el mismo estudio.
Según una encuesta realizada por Fátima Ahmed y Jameela Mohanna, dos mujeres de negocios de Bahrein, 70 por ciento de los nativos no tienen ningún prurito en aceptar un trabajo doméstico.
La encuesta, cuyo objetivo era estimar la oferta y la demanda en el sector del trabajo doméstico, encontró que la mayoría de las personas están más que dispuestas a trabajar cuidando niños o ancianos, o como chóferes y jardineros.
Algunos de los encuestados contestaron que estaban listos para empezar a trabajar en cualquiera de estas ocupaciones "inmediatamente".
Hubo un dato un tanto extraño, sin embargo.
Sólo 10 por ciento de los que respondieron la encuesta se mostraron favorables a contratar a un hombre o una mujer de Bahrein para esas ocupaciones, por temor a perder privacidad, al peligro de una relación romántica, a no saber cómo tratarlos y otras preocupaciones de tipo familiar.
Rima Sabban, una socióloga de Dubai (uno de los Emiratos Árabes Unidos) dijo que esta cuestión debía ser estudiada más a fondo.
"Históricamente, en la cultura beduina se considera pecado trabajar en otras casas por dinero", explicó Sabban.
"Por lo tanto, necesitamos seguir este tema con más cuidado y más datos".
Pero Sabban también señaló que las mujeres árabes en las ciudades están apartándose de la cultura beduina tradicional, y que su cambio de actitud respecto al trabajo doméstico posiblemente sea una consecuencia y manifestación de este cambio cultural, dijo a IPS.
Por otra parte, muchos extranjeros que antes trabajaban como empleados domésticos, ahora prefieren ocuparse como limpiadores en oficinas y fábricas, lo que significa que hay una mayor demanda de empleados domésticos, y por consiguiente, una oportunidad de trabajo para los ciudadanos pobres de Bahrein.
Según un estudio encargado por el gobierno realizado por la firma de McKinsey, más de 20.000 personas están sin trabajo, lo cual eleva el desempleo de Bahrein a 16 por ciento.
La red internacional Control Ciudadano, con sede en Montevideo (Uruguay), en su informe anual de 2005 advierte que el desempleo en Bahrein podría incluso aumentar si no se tomaban medidas.
Según ese informe, la brecha entre ricos y pobres es muy grande en este país del Golfo.
También sostiene que la diferencia entre el producto interno bruto por persona oficial (promedio nacional) y el real (desagregado por clase social) se debe a las enormes desigualdades entre los ingresos de una elite pequeña e inmensamente rica y la mayoría de su población empobrecida.