Aunque el pacto entre los principales partidos políticos de Nepal y los rebeldes maoístas todavía está lejos de convertirse en un mapa de ruta hacia la paz, las mujeres y otros sectores marginados ya preguntan si serán representados en el «nuevo» país.
El entendimiento de 12 puntos fue anunciado el 22 de noviembre por los líderes de los insurgentes y una alianza de siete partidos opositores. Allí se propone una conferencia de fuerzas democráticas para formar un gobierno interino, seguida por elecciones para una asamblea constituyente y, finalmente, la restauración del parlamento, disuelto en 2002 por el rey Gyanendra, quien en febrero de este año destituyó al primer ministro y su gabinete.
El mayor obstáculo para transformar este acuerdo en un plan de paz es el monarca, que todavía tiene que reconocer el documento. La semana pasada, al volver de un viaje de tres semanas al exterior, Gyanendra dio la bienvenida a todos los pasos para un regreso a la democracia multipartidaria, pero se refirió sólo a elecciones municipales y parlamentarias que convocaría para 2006 y 2007, desestimadas en el acuerdo de 12 puntos.
Hace casi una década, los maoístas lanzaron su guerra contra la monarquía y para construir una sociedad que brindara justicia a los indígenas, los dalits ("intocables" en el sistema de castas) y otros grupos marginados. Se dice que ahora los rebeldes controlan hasta 75 por ciento de las áreas rurales, tras las matanzas de más de 12.000 personas, mayoritariamente en esas zonas del país.
Gyanendra dio su golpe de Estado acusando al gobierno de impericia para detener a la insurgencia maoísta e impuso el estado de emergencia. Lo levantó tres meses después, pero, desde entonces gobierna con un reducido consejo de ministros por decreto, intensificando las restricciones a los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales (ONG) y los sindicatos.
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El 7 de este mes, el rey amplió el consejo de ministros, lo que fue visto por algunos analistas como señal de que no planeaba ceder a las demandas.
Desde el golpe de Estado del 1 de febrero se rumoreaba sobre una alianza entre los rebeldes y los partidos políticos. Las autoridades advirtieron a las fuerzas políticas que si trataban con los maoístas, también podrían ser proscritas por "terroristas".
Los partidos también fueron cautelosos en su aproximación a los insurgentes porque éstos solían atacar a activistas políticos y representantes del gobierno, a medida que asumían el control de las aldeas, en las que residen 90 por ciento de los nepaleses.
El tratado de 12 puntos inyectó esperanza en esta nación harta de la guerra, mucha de cuya población de 25 millones parece desilusionada de la política luego de la experiencia del Jana Andolan (Movimiento Popular) de 1990, que sólo floreció para los políticos corruptos y las elites, dejando un abismo entre los más ricos y los más pobres.
Algunos de los sectores sociales ya están presionando a los partidos para evitar una nueva marginación cuando regrese la democracia multipartidaria.
"No hay mujeres participando en todos los niveles (en las negociaciones con los maoístas). En los partidos tampoco nos dan ese rol (jerárquico)", dijo Sahana Pradhan, presidenta del Grupo de Presión de Seguridad Femenina.
Integrante del comité del Partido Marxista Leninista Unido, Pradhan fue vicepresidenta del Frente Izquierda Unida de partidos que aunaron fuerzas para obtener la democracia en las calles de Nepal en 1990. "Algunas mujeres estuvieron involucradas entonces", agregó, luego de una reunión del Grupo de Presión de Seguridad Femenina.
Pradhan dijo a IPS que, aunque Nepal firmó la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer en 1991, y el gobierno la ratificó, continúan existiendo 118 leyes y reglamentos que segregan a la población femenina.
"Esta discriminación debería terminar, pero este gobierno no le está prestando ninguna atención. Ni lo hicieron los anteriores gobiernos democráticos", dijo.
"Si estos siete partidos hubieran tenido una visión, no habrían cometido todos estos errores. Se habrían dado cuenta de la condición de las mujeres y habrían trabajado por una democracia inclusiva. Pero no lo hicieron, sólo pensaron en los hombres", alegó Pradhan.
Lo mismo ocurrió con los pueblos indígenas. "Tenemos nuestra solidaridad con el movimiento democrático, (pero) también hemos advertido a los partidos que mañana serán gobierno acerca de que el sistema actual no representativo de los indígenas es inaceptable para nosotros", afirmó Om Gurung, secretario general de la Federación de Nacionalidades Indígenas de Nepal.
"El conflicto actual es uno de los resultados de ese error del pasado. No deberían repetirlo", agregó en una entrevista.
Según cifras oficiales, los indígenas constituyen 41 por ciento de la población de Nepal y son los que registran los valores más bajos del Índice de Desarrollo Humano, elaborado anualmente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Pero son más que mayoría en la guerrilla maoísta.
Gurung señaló que las 49 entidades de la Federación reclaman una "representación proporcional de los indígenas o por lo menos una representación mínima" en el próximo gobierno democrático, pero que los partidos sólo se han comprometido a tomar en cuenta el asunto.
Las vías hacia el desarrollo del país también deberían cambiar, opinó uno de los donantes extranjeros de más larga data. El foco debería ser "una estructura estatal descentralizada donde el dinero baje a las comunidades locales y regiones y ellas se vuelvan jefas de su propio desarrollo", dijo Gunther Baechler, consejero especial para la construcción de la paz en Nepal del Ministerio de Asuntos Exteriores de Suiza.
Según el informe 2004 del PNUD, las oportunidades ofrecidas por la democracia "aún no han reducido la falta de poder de la vasta mayoría de los ciudadanos (de Nepal) ni disminuido significativamente el aislamiento, la vulnerabilidad y la marginalidad en la que viven".
Esta semana, la oficina del gobierno suizo en Nepal contrató espacios en periódicos locales para señalar que las políticas de desarrollo y otros asuntos específicos deberían discutirse una segunda ronda de conversaciones entre los partidos y la guerrilla, cuya fecha se desconoce.
Gurung, de la Federación de Nacionalidades Indígenas, agregó que antes de conformar una asamblea constituyente, los partidos "deberían explicar claramente cómo incluirán a los grupos excluidos".